El Molino de Dolský: fantasmas, destilería, restaurante y al fin ruinas

El Molino de Dolský (Dolský mlýn), foto: Zdeňka Kuchyňová

Tras las hermosas y sugerentes ruinas del molino de Dolský, en la llamada Suiza Checa, encontramos una larga historia que se remonta al siglo XV y en la que no falta una leyenda de fratricidio, herencias familiares, esplendor y decadencia.

El Molino de Dolský  (Dolský mlýn),  foto: Zdeňka Kuchyňová
En medio de los parajes montañosos de la Suiza Checa, al norte del país, a la orilla del río Kamenice, se alzan las ruinas de un gran edificio gris, rodeado de los restos de otras construcciones más pequeñas, y separado de la ribera por un canal que cruza un estragado puente de piedra. Una vieja rueda de madera nos indica que nos encontramos ante los restos de un antiguo molino de agua, uno especialmente grande e importante, que vivió tiempos mejores.

El molino de Dolský (Dolský mlýn) es de hecho uno de los molinos de agua más antiguos que se conserva en la República Checa. Las primeras referencias escritas se remontan a 1515, aunque probablemente se construyó antes, en el último tercio del siglo XIV, cuando el territorio fue colonizado con alemanes por orden de los señores de aquellas tierras, la familia Michalovec.

De esta época proviene una truculenta leyenda que acompaña desde entonces al edificio. Se cuenta que el hijo del molinero marchó pronto a conocer mundo y tardó muchos años en volver, cuando ya era un hombre y lucía una bien poblada barba. El día de su vuelta se entretuvo en la taberna de un pueblo cercano al molino, contando a antiguos amigos y conocidos las maravillas que había visto en sus andares y cómo la buena suerte le había sonreído y se había hecho rico.

El río Kamenice,  foto: Zdeňka Kuchyňová
Cuando llegó al molino ya era de noche, y temiendo no ser reconocido, decidió pedir alojamiento como un viajero más y darle la sorpresa a sus padres por la mañana. El molinero y su mujer, al ver que el misterioso viajero llevaba bastante dinero consigo, decidieron asesinarlo, robarle y tirar su cadáver al río.

Por la mañana un campesino que llevaba grano para moler le preguntó al molinero si estaba contento con la vuelta del muchacho y le contó lo sucedido en la taberna. El molinero, comprendiendo que había matado a su propio hijo, se ahorcó, y la madre se suicidó también, arrojándose a los engranajes de la rueda molinera. Desde entonces el fantasma del hijo del molinero vaga por los alrededores, esperando a que alguien lo libere.

Un molino hereditario

La leyenda se remonta al primer periodo de existencia del molino, el más oscuro. Hasta el año 1584 no aparecen referencias a los propietarios del ingenio, por lo que se supone que fueron artesanos privados. A partir de esa fecha el edificio pasa a ser propiedad del señor feudal de Benešov nad Ploučnice, que lo arrienda a una serie de molineros hasta 1696, cuando decide vendérselo al último de ellos, Johann Christof Pohl.

El Molino de Dolský  (Dolský mlýn),  foto: Zdeňka Kuchyňová
El contrato de compra se reserva para el señorío determinados derechos. Por ejemplo no se podían hacer reformas sin permiso del señor y se debían pagar anualmente unos determinados impuestos en especias. Además, el molinero estaba obligado a vender la harina de los cereales del señor al precio que este estableciera y sin poder quedarse de estas ventas ningún beneficio. Tampoco se podía vender el molino sin permiso y todos los daños que sufriera habían de ser reparados, por supuesto a cargo del propietario.

De esta forma, la familia Pohl estaría en posesión del molino durante siglos, realizando tres restauraciones, una en estilo barroco en 1727 y otras dos en 1819 y 1845. Curiosamente, durante buena parte de este tiempo las ruedas del molino permanecieron inservibles. Las aguas del río Kamenice se estuvieron utilizando durante años para el transporte de troncos y el molinero en muchas ocasiones no podía desviar agua para poner en marcha los engranajes.

El señor compensó a la familia Pohl concediéndole en 1814 una licencia para la fabricación de licores y cerveza, con lo que durante más de un siglo el molino de Dolský, más que a harina, olía a lúpulo y a destilería. La ampliación de las actividades del molino se completó con la reforma de 1845, que incluyó la construcción de una panadería, donde el molinero despachaba su propio pan, un restaurante al aire libre y un granero.

En la primera mitad del siglo XIX vivían en el molino 24 personas. El complejo adquirió así su forma definitiva, alcanzando una especie de edad dorada, como describe Dana Štefáčková, del parque nacional de la Suiza Checa.

El río Kamenice,  foto: Zdeňka Kuchyňová
“Aquí se molía harina hasta el año 1930. La gente de los alrededores transportaba hasta acá su grano, agricultores de Vysoká Lípa, Jetřichovice, Kamenická Stráñ… El molino estaba totalmente aislado, así que tenía que enfrentarse continuamente a robos, de ahí las rejas en las ventanas. De las zonas habitadas más próximas lo separa un buen trecho, pero aun así seguía funcionando. Había una panadería, una destilería y una oficina administrativa. Había dos grandes ruedas de molino, que estuvieron en funcionamiento hasta 1945”.

A las distintas facetas del molino de Dolský pronto se unió la turística. En 1881 se puso en marcha un servicio de viajes en barca en el río Kamenice, concretamente por el pintoresco desfiladero de Fernando, conectando Srbská Kamenice con las inmediaciones del ingenio, prosigue Štefáčková.

“Hasta aquí llegaban las barcas que recorrían la llamada garganta de Fernando y bajaban el río desde Srbská Kamenice. Los turistas arribaban en las barcas y desembarcaban junto al molino, donde había desde 1923 un restaurante”. El hostal ‘Hostinec u Dolského mlýna’ se convirtió a partir de entonces en la principal actividad económica del molino. El dueño durante aquellos años, Franz Pohl, dedicó la mayor parte de sus esfuerzos a la marcha del local y decidió alquilar el molino en sí a otros artesanos.

La calidad de la harina fabricada fue cayendo, a pesar de alguna puntual inversión en la modernización de la maquinaria, y con ella el flujo de clientes. Finalmente en 1931 el último arrendatario del molino quebró y el complejo dejó de servir definitivamente para su propósito original.

Franz Pohl murió en 1929 sin ver realizado su proyecto de ampliación del restaurante. El molino fue heredado por su hermana Marie Dinnebier, quien realizó la primera instalación eléctrica, y a continuación por su hija, Emma Wenzel, la última propietaria del complejo. El esplendor del molino no se prolongó sin embargo mucho tiempo y en 1945 fue abandonado al ser expulsada la población alemana de la zona, entre la que se encontraba la familia propietaria.

Del esplendor a la ruina

El canto del cisne del molino de Dolský, antes de quedar finalmente olvidado y convertido en ruinas, fue su uso como escenario en la película ‘La Princesa Orgullosa’ (‘Pyšná princezna’), de 1951, un conocido cuento de hadas, como relata Štefáčková.

‘La Princesa Orgullosa’,  de 1951
“Hay una escena en la que llegan el rey Miroslav y Krasomila huyendo de unos hombres armados. Se esconden en el molino y tiene lugar un combate entre estos hombres y el rey. La lucha se rodó en otros interiores, pero para las tomas de los exteriores se utilizó el molino de Dolský. También se rodó aquí el cuento de hadas ‘Infierno con Princesa’, más reciente. Los diablos se sentaron en las ruedas del molino. Los productores de la película hicieron ruedas nuevas para el molino, y las dejaron, pero luego hubo una riada y quedaron hechas pedazos. También se rodaron otras películas, pero menos conocidas”.

Al deterioro propio del paso del tiempo y las riadas se sumó en los años 50 un incendio que acabó con buena parte del edificio. La agonía del molino se interrumpió sin embargo hace unos 15 años, explica Štěfáčková.

“Desde finales de los años 90 del molino se encarga la administración del Parque Nacional Suiza Checa y una organización sin fines de lucro. Se hacen trabajos voluntarios, algunas empresas vienen a hacer team-building. No se planea de todas formas abrir un restaurante ni nada parecido, como máximo se adecentará un poco. El molino se conservará en su estado actual de ruina, como un edificio histórico. Está en una buena posición dentro del parque nacional, y por eso queremos conservarlo como muestra arquitectónica y destino turístico. Actualmente vienen a verlo unas cien personas cada día, aunque ya no en barcas”.

La escena de los turistas bajando de las barcas tras un impresionante paseo por la garganta de Fernando y yendo a tomar algo al hermoso molino de piedra, con su puente y su cascada, ya no se repetirá, pero el río sigue siendo protagonista del lugar. Las cercanías del molino de Dolský son el escenario, cada primavera, de la pesca del salmón. Los animales vuelven a desovar desde el mar por el río Elba hasta el Kamenice, donde agotados, son presa fácil de los pescadores, que recogen salmones por decenas bajo la atenta mirada de las ventanas vacías del viejo molino.

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