Festival de Verano en el castillo de Loket
Después de cuarenta años de silencio fue reanudada en el castillo de Loket, Bohemia Ocidental, la tradición del Festival Culturales Veraniego, que hace pocos días fue inaugurado con la ópera "Rusalka" del famoso compositor checo, Antonín Dvorák.
A unos pocos kilómetros de la ciudad balneario de Karlovy Vary, en uno de los románticos meandros del río Ohre se levanta sobre un promontorio rocoso el precioso castillo de Loket, originalmente gótico, construido en el siglo 13. En una de las orillas del río Ohre fue construido en 1949 un anfiteatro en el que, hasta 1960, solían efectuarse cada verano funciones de teatro, ópera y ballet, que contaban con la actuación de estrellas de los escenarios operísticos checos como, por ejemplo, Marie Podvalová, y Beno Blachut, puesto que el lugar ofrecía un ambiente muy romántico, y tenía una excelente acústica. Después del año 1960 el anfiteatro fue dejado al abandono.
Por suerte, las excelentes presentaciones al aire libre quedaron grabadas en la memoria del conocido cantante lírico checo, Jan Jezek, propietario de la agencia Jan Production, quien decidió restaurar el anfiteatro y renovar la tradición de los festivales veraniegos de Loket. Para este fin pidió la cooperación de la ciudad de Loket y de la Primera Asociación Cultural de Loket. La meta que se propuso Jan Jezek era bastante difícil, puesto que, a lo largo de los cuarenta años transcurridos, el anfiteatro prácticamente se había arruinado. Fue necesario hacer nuevas gradas para el público y restaurar el escenario y equiparlo con sistemas de sonido y de iluminación. Y puesto que la primera edición del festival, en 1949, fue inaugurada con la ópera Rusalka, de Antonín Dvorák, también la de este año 2000 corrió la misma suerte. En ella actúan, según la tradición, leyendas contemporáneas de los primeros escenarios operísticos checos, tales como el Teatro Nacional y la Ópera Estatal de Praga. El director de la puesta en escena, Martin Otava, se inspiró en el ambiente romántico que rodea el castillo de Loket, y decidió aprovechar para la escenificación no sólo el escenario, sino también la propia naturaleza. Así, en la ópera actúan, entre comillas, el cercano prado, las aguas del río Ohre, y lo reflejos en ellas de la majestuosa silueta del castillo de Loket. Todo ello contribuye a que la ópera Rusalka se convierta para el público en un precioso cuento de hadas, lleno de fantasía y colores.