Las Rocas de Prachov, imán turístico del Paraíso Checo
A 90 kilómetros al nordeste de Praga, en la región denominada Paraíso Checo, se alzan las Rocas de Prachov, un romántico y pintoresco laberinto de formaciones de piedra arenisca. Entre los peñascos de Prachov buscó cobijo el hombre neolítico y los eslavos paganos se asentaron en las altas plataformas rocosas que rodearon de fortificaciones. Las Rocas de Prachov, situadas a 6 kilómetros de la ciudad de Jicín, quedaron después abandonadas durante siglos. El primero en adentrarse en el laberinto rocoso como turista fue en 1813 el emperador austríaco Francisco I. Las Rocas de Prachov son hoy en día un imán turístico.
En el período cretáceo de la era secundaria cubría el área de las actuales Rocas de Prachov un mar en cuyo fondo se depositaban piedra arenisca, arcilla y marga. Después de que el mar se retirara, en la era terciaria penetraron en las capas cretáceas erupciones basálticas.
Las capas cretáceas de piedra arenisca se rompieron formando gigantescos bloques que empezaron a erosionarse por acción del agua y del hielo que modelaron las pintorescas formaciones que estimulan poderosamente la fantasía.
Así, en las Rocas de Prachov podemos acercarnos a una formación rocosa denominada Cocina del Diablo. El nombre se basa en una leyenda sobre el Satán que descansaba en un árbol y éste se torció bajo su peso, adquiriendo una forma extravagante.Fortna es un estrecho y oscuro pasillo entre rocas en cuyas paredes se ven signos enigmáticos. Una leyenda narra que una banda de asaltantes enterró en dicho pasillo sus tesoros. Los bandoleros fueron capturados, pero su cabecilla logró escapar. Herido de gravedad, se escondió entre los peñascos y barrancos de Prachov. Antes de expirar, confió su secreto a un joven peregrino:Si excavaba en el pasillo de Fortna un hoyo guiándose por los signos secretos grabados en la roca, encontraría una asombrosa riqueza.
El muchacho no dudó en hacerlo y gracias al tesoro pudo construir un molino cerca de Jicín, cuenta la leyenda.
El laberinto de las Rocas de Prachov atrajo al hombre desde los tiempos prehistóricos como refugio natural y en sus cuevas encontraba ya abrigo el hombre neolítico. Gran cantidad de instrumentos y de fragmentos de cerámica hallados por los arqueólogos procede del siglo 17 de antes de nuestra era cuando allí residían pobladores de la llamada cultura de los campos de vasos funerarios.Los eslavos paganos de la tribu de los Charvát que se establecieron en la región en el siglo sexto de nuestra era, transformaron las Rocas de Prachov en una fortaleza. Los restos de las fortificaciones se han conservado hasta hoy en día.
El yacimiento arqueológico más importante de las Rocas de Prachov es Starý Hrádek. Las exploraciones arqueológicas revelaron que los eslavos paganos fortificaron su asentamiento con una muralla de entre 4 y 5 metros de grueso, aunque dicho asentamiento estaba ubicado en una plataforma rocosa, difícilmente accesible. El asentamiento tenía su acrópolis y un cementerio.
Con el advenimiento del cristianismo cambió el modo de vida y los asentamientos sobre las rocas fueron abandonados.Durante siglos el hombre vino sólo esporádicamente a las Rocas de Prachov. Un laberinto de barrancos rocosos se denomina Los Establos. ya que en tiempos bélicos los campesinos guardaban allí el ganado para que no fuera requisado por las tropas.
Una de las cuevas se denomina La casa de oración de los hermanos checos. En su interior se refugiaban los fieles de la Iglesia de los Hermanos Checos, prohibida durante siglos por las autoridades católicas.
La primera persona en visitar las Rocas de Prachov como turista fue el emperador austríaco Francisco I. En 1813 el monarca permaneció varias semanas con su corte en la ciudad de Jicín para negociar con Rusia y Prusia la formación de una coalición antinapoleónica. El 9 de junio el emperador visitó las Rocas de Prachov y recorrió su más imponente y más romántico pasillo rocoso que conduce entre impresionantes paredones de piedra arenisca.
Desde entonces se llama el Pasillo Imperial. Cerca se alzan las formaciones emblemáticas la Aguja de Prachov y la Gorra de Prachov. Suponemos que tal como nosotros las haya contemplado también Francisco I.En comparación con la época en que visitó el Pasillo Imperial Francisco I, hoy en día el turista puede superar los desniveles del pasadizo con relativa comodidad gracias a unos peldaños y agarrándose a un pasamanos, pero en cualquier caso se necesita un calzado deportivo.
Además, aún bien entrada la primavera en el fondo del estrecho Pasillo Imperial se conservan placas de hielo y nieve.
Al turista que llega a las Rocas de Prachov en verano le espera una grata sorpresa: a unos 15 minutos del Pasillo Imperial descubre entre los peñascos la Piscina del duende Pelísek.
La piscina con su pequeña playa de arena fue construída en 1938. Debe su nombre al mítico y bondadoso duende Pelísek que vivía según una leyenda al pie de la torre rocosa Svantovít, hoy en día derrumbada.Allí el duende tenía un espléndido huerto en el que cultivaba hermosas flores y plantas medicinales. Las más valiosas le habían sido regaladas por Krakonos, el mítico dueño de la sierra de Krkonose.
El duende solía ir al cercano monte de Kozákov para recoger piedras preciosas. Al regresar una vez a su casa, encontró el huerto destrozado. En vano trató de averiguar quién le había hecho tanto daño. Tan sólo pasados algunos meses se enteró por casualidad que el hidalgo Céc del fuerte Zelezný se jactaba de poseer primorosas plantas y hierbas en su huerto.
Pelísek tramó una sofisticada venganza. Capturó muchas luciérnagas y de noche cuando el noble regresaba a su sede, las soltó en el dique de un estanque. El caballero Céc no salía de su asombro al verse en medio de un enjambre de luciérnagas. Al tratar de atraparlas perdió el equilibrio y se cayó al estanque.
" ¡No destroces la naturaleza si no quieres sufrir daño!," resonó en la noche la reprimenda del duende Pelísek.Pelísek solía hacer diversas travesuras, pero a un hombre honesto nunca le hizo daño. Un día de agosto se abatió sobre las Rocas de Prachov una terrible tormenta y con un ensordecedor estruendo y fragor se derrumbó la torre Svantovít sepultando al duende Pelísek.
Sin embargo, algunos curiosos sucesos posteriores quedaron sin explicar y ello induce a pensar que quizás Pelísek haya sobrevivido y siga velando por la naturaleza de las Rocas de Prachov, declaradas reserva natural ya en 1933.