La multiculturalidad se asienta con gusto en Praga

Praga, foto: Štěpánka Budková

En este siglo XXI no se para de hablar de inmigración, interculturalidad y globalización. En algunos países, esto es una realidad desde hace décadas. Sin embargo, en la República Checa una novedad, pero cada vez más perceptible. Radio Praga ha conversado con algunos checos para descubrir sus opiniones, prejuicios y experiencias con Vietnam, Latinoamérica, España, Ucrania y África, entre otras regiones que ya han dejado alguna marca en ellos.

Praga,  foto: Štěpánka Budková
La República Checa, un país pequeño, de unos 10 millones de habitantes, a diferencia de otros países de Europa, ahora es que apenas comienza a ser complementada por extranjeros que diversifican su población. Si comparamos a la capital checa con otras de Europa, como Londres o París, Praga es visiblemente poco multicultural.

Las razones se atribuyen a la historia y al hecho de haber sido un país que permaneció por mucho tiempo dentro de los perímetros de la Cortina de Hierro, impidiendo de esta manera los desplazamientos libres y azarosos. No obstante, la ideología política predominante de la época comunista hizo posible que un grupo en particular inmigrase a territorio checo, los vietnamitas. La praguense Renata Davidová nos habla de la primera generación de vietnamitas que llegó a Chequia.

"Los padres son de la generación de los años ochenta, creo. Estos vietnamitas se trasladaron a la República Checa durante la era comunista porque Vietnam y la República Checa eran países comunistas y nosotros, como más desarrollados, apoyábamos y ayudábamos a Vietnam. Ellos estudiaban aquí y después de la Revolución de Terciopelo decidieron quedarse en la República Checa".

Linda Procházková en entrevista con Ana Briceño,  foto: archivo de Ana Briceño
Los vietnamitas no se instalaron solamente en Praga sino en toda la República. Se dedican al comercio, pues tienen abastos en los que ofrecen frutas, verduras y otros productos de consumo diario, pero también algunas viandas, y productos exóticos como leche de coco, tortas de arroz, arroz para sushi, etc. También suelen tener restaurantes con la típica comida vietnamita a precios muy solidarios, agrega Linda Procházková.

"Los vietnamitas son buenos porque tienen buenos restaurantes, pero a mí no me gusta que tengan, no guetos, pero es que ellos viven en grupos cerrados. No son abiertos a otros, a la República Checa. Ellos viven en su cultura cerrada".

Nuestros entrevistados coinciden en que las diferencias entre la primera y la segunda generación de vietnamitas es considerable. Si bien a los primeros, nacidos en el sudeste asiático tropical, se les hizo cuesta arriba acoplarse a estas tierras frías de Europa Central, ellos hicieron todo lo posible para que a sus descendientes se les hiciera más natural, dice Davidová.

"Esta generación no está tan integrada a la sociedad, no hablan checo y crean sus propias comunidades, con sus costumbres, la lengua propia, con la religión, que es budismo, pero sus hijos van a las escuelas checas y hablan perfectamente checo. Además, tienen nombres checos. Creo que la integracion de los vietnamitas a nuestra sociedad se está mejorando poco a poco".

Renata Davidová agrega que además tiene experiencia personal con familias vietnamitas porque sus hijas tienen compañeros vietnamitas en la escuela. Destaca que su rendimiento académico es formidable y es una reputación bien extendida. De esta manera, los hijos de vietnamitas nacidos en Chequia obtienen experiencias de vida, junto a sus compañeros checos, que serían inimaginables si no asistiesen a escuelas checas. Algunas de estas experiencias incluyen la práctica de senderismo y esquí.

El joven abogado Adam Vojtěch, de České Budějovice, comenta su experiencia personal con ellos.

"Hacen también otras cosas o trabajan en otras áreas diferentes a las de sus padres, por ejemplo como abogados. Es un poco diferente la nueva generación de los vietnamitas. Yo, personalmente, conozco vietnamitas de la Facultad de Derecho que estudiaron Derecho y normalmente ahora trabajan en las firmas de abogados".

Además de los vietnamitas, hay otros grupos de extranjeros numerosos que pasan más desapercibidos por tratarse de comunidades cercanas a la República Checa, bien por la historia o la geografía. Es el caso de los alemanes, los rusos y los ucranianos.

Los reyes de la construcción y otros eslavos

Si a los vietnamitas se les asocia al estar detrás de la caja vendiendo en su abasto o sirviendo Pho Bo en un restaurante, a los ucranianos se les relaciona a los trabajos más duros, nos ilustra nuestra entrevistada Renata Davidová.

Foto: Filip Jandourek,  ČRo
"Con ucranianos de la construcción de nuestra casa hace diez años. Algunos obreros eran de Ucrania y puedo decir que todos eran responsables y muy muy trabajadores y que en la República Checa la gente necesita sus trabajos porque ellos trabajan en construcción y también en el sector forestal. No puedo imaginar que los checos trabajarían con sus sueldos".

En cuanto a los rusos, que invierten mucho dinero en Chequia, nuestros entrevistados no saben decir con exactitud a qué suelen dedicarse. En lo que sí están de acuerdo algunos de ellos es que no son tan bien acogidos como otras nacionalidades. "Los rusos... con sospecha por razones históricas porque fueron ocupantes de la República Checa y no estamos en paz psíquicamente con ellos. Como colega, cuando trabajé en una empresa de auditora, uno de mis colegas era de Rusia y era un chico muy simpático y otra vez tengo que decir que todo depende del contacto con la personalidad individual".

También muchísimos vecinos eslovacos se han establecido en República Checa adonde han venido a estudiar y luego se han quedado para trabajar. Sin embargo, a los eslovacos no los cuentan prácticamente en lo absoluto como extranjeros debido a su lengua, su cultura tan semejante y a la historia hermanada.

El sabor y la lengua de los hispanohablantes

Los grupos de hispanohablantes son minoritarios, pero en el caso de nuestros entrevistados no por eso menos importantes, pues ellos al igual que muchos otros checos estudian español y son amantes de las culturas española y latinoamericana, dice Adam Vojtěch.

Adam Vojtěch,  foto: Ana Briceño
"Creo que no son muchos. En general, tiene restaurantes con las comidas especiales de sus países. Tenemos restaurantes argentinos, españoles y no sé, de otros países hispanohablantes. O creo que trabajan como profesores en las escuelas donde enseñan español".

Agrega que, por ejemplo, en České Budějovice es muy difícil encontrar un profesor de español nativo por lo que esta es una suerte que pocos checos viviendo fuera de la capital tienen.

Linda Procházková también es estudiante de español y hasta tiene dos profesores nativos: uno argentino y una venezolana. Su pareja, Lukáš Vacovský, nos habla de su experiencia personal con extranjeros. "Sí, tengo algunos. Tengo profes del idioma que estudio, por ejemplo, tengo un amigo de Argentina, tengo una profesora de Venezuela. En mi empresa tenemos una rusa y un uzbeco también. Pienso que es bueno, me gusta la idea de otras culturas y otros hábitos".

Una sociedad neutral y sin preferencias

Sobre otras culturas hasta más remotas que la hispana, algunos de nuestros entrevistados, como Adam, nota mayor presencia de árabes.

"Creo que hay más gente de los países árabes, musulmanes que viven aquí. Es obvio, no son muchos como en otros países, como en Francia o en Alemania, pero en Praga creo que hay más que antes, que hace diez o veinte años. Entonces es diferente, pero creo que tampoco tenemos problemas grandes".

Los árabes suelen vender kebab, pero hablar de su integración es algo de lo que nuestros entrevistados no se atreven a hablar porque no conocen personalmente a nadie. Sin embargo, confiesan que hay una sensación general de temor a lo desconocido, y mientras más lejana sea la cultura mayor es el temor, explica Davidová.

Lukáš Vacovský,   foto: Ana Briceño
"A la gente checa le da un poco de miedo la gente de los países islamistas porque la cultura es más lejana, la religión es diferente y creo que la gente piensa que el islam es una religión joven, muy viva y muchas veces ortodoxa y un poco agresiva. Pero al final siempre depende de las personalidades individuales".

En la misma línea de opinión de Renata Davidová se mantienen nuestros otros entrevistados. Lukáš Vacovský complementa la idea de Renata.

"Pienso que cada cultura tiene algo para aportar. Normalmente el único problema de la inmigración está en las cabezas de la gente que tiene miedo de algo que no conoce, que no sabe, pero si estás hablando con la gente pienso que no hay problemas realmente".

Ante la pregunta de si hay alguna cultura con la que simpaticen más o menos, Lukáš confiesa que no le simpatiza más o menos alguna en particular, que lo importante es que los inmigrantes vengan con iniciativa, con ganas de estudiar y trabajar. Adam Vojtěch agrega "a mí me gustan todos los extranjeros. No tengo un grupo que sea más antipático para mí".

De la misma manera se expresan los otros checos que conversaron con Radio Praga sobre el tema, lo que quizá habla de su tendencia al pacifismo y más bien a la tolerancia, al menos en Praga, que es en donde residen.

El aprendizaje de ser un forastero

Algunos de ellos han sido también en algún momento de su vida extranjeros y lo recuerdan como una experiencia enriquecedora. Por ejemplo, Lukáš vivió en Inglaterra en donde se consideraba a sí mismo como un inmigrante, pues cuando estaba allá no veía muy clara la idea de volver a su Chequia natal.

Foto: Jolana Nováková,  ČRo
"Pienso que es una buena experiencia porque hay cosas que funcionan mejor y hay cosas que funcionan mal y, por eso, generalmente la inmigración cristaliza estas cosas y juntos mejorar".

Linda Procházková, quien también vivió en Inglaterra por motivos de estudio, en cambio, siempre supo que volvería. Para ella, la experiencia de haber sido una extranjera le ayudó, como ella misma dice, a abrir los ojos.

"Pienso que es una cosa checa que no estamos contentos aquí en la República Checa, no estamos contentos con nuestras vidas. Cuando vives afuera, por ejemplo en Inglaterra, en Londres, donde muchas cosas tampoco funcionan, otras cosas, cosas que nosotros no sabemos que no funcionan, muchísimas cosas. Te abre los ojos. Ahora yo sé que vivir aquí en la República Checa no es malo, es bastante bueno. Estamos más contentos aquí por haber vivido allá".

Renata Davidová, por su parte, pasó una estancia de dos años en Arizona, en Estados Unidos, y confiesa que su esposo y ella vacilaron un poco respecto a la idea de quedarse. Dice que extrañó ciertos aspectos del carácter checo, como el humor; la vida cultural de Praga y los códigos de tratamiento, pero acota que no duda que acostumbrarse hubiese sido al final una cuestión de tiempo.

La diferencia es pájaro de buen agüero

Además de árabes, latinos, vietnamitas y eslavos hay otro grupo que sigue siendo casi una rareza en la República Checa y Adam Vojtěch tiene a uno entre su círculo de amigos de České Budějovice.

České Budějovice,  foto: Miloš Turek
"Mi compañera de colegio tiene un esposo de los Estados Unidos con quien tiene dos hijos y ahora viven en los Estados Unidos, pero hace dos años vivieron en la República Checa. Él es negro. No vivieron en Praga, sino cerca de České Budějovice donde no es tan común encontrar extranjeros o negros. Entonces fue un poco raro cuando él fue a la ciudad y toda la gente lo observaba. Es siempre un poco raro en general en la República Checa una persona con diferente color de piel", menciona Vojtěch.

Respecto a los afrodescendientes, Lukáš comparte con nosotros una historia que aún le sigue conmoviendo.

"Tengo una historia buena sobre un inmigrante aquí. Cuando mi mujer tuvo su parto había un doctor de África. Me gustó mucho porque cuando yo estaba en África viajando fui invitado a una boda y me dijeron que una persona de piel blanca da buena suerte a los novios. Pienso que es lo mismo aquí y nuestra hija va a tener buena suerte".

Parece que la República Checa poco a poco comienza a diversificarse entre asiáticos, morenos, trigueños, negros y todos los tonos de color. La dificultad de la lengua checa y el clima gélido definitivamente no hace barrera cuando hay ganas de asentarse y de conocer lo diferente y lo mejor es que los checos parecen feliz de que así sea.