La Formación de Partidos Políticos II
La libre formación de partidos políticos de todo tipo ha sido un fenómeno que de varias formas refleja el propósito de una transición. Los partidos políticos son importantes y hasta fundamentales en una democracia porque sirven de medio de comunicación y de acción entre la sociedad y el gobierno. Esta vez les ofrecemos un programa dedicado al rol de los partidos políticos tras un proceso de transición. Un trabajo del profesor Fredo Arias King.
En el programa anterior analizabamos los sistemas de gobierno parlamentarios, donde los líderes que encabezan los gobiernos emanan en su mayoría partidaria del parlamento o de una coalición de partidos, y están constantemente a la merced de éste. Veamos ahora como es bajo un sistema presidencial. En estos sistemas, el presidente teóricamente es electo por un período definido de tiempo, y el parlamento tiene un rol legislativo pero no tiene facultades directas de influenciar la composición del gabinete. Por un lado, teóricamente un presidente puede efectuar un cambio rápido y eficaz y tiene un período de tiempo garantizado.
Por el otro lado, ¿qué sucede si el presidente se corrompe y rehúsa acatar la opinión de los partidos que lo llevaron al poder, rodeándose de gente inepta o corrupta y gobernando con relativa impunidad? Éste ha sido un verdadero dilema en varios países con sistemas presidenciales. En los países que adoptaron el sistema presidencial, la situación fue más complicada. Las raíces del sistema presidencial en doce de las ex repúblicas soviéticas (todas menos los tres países bálticos) yacen en la decisión de Gorbachov de crear una presidencia ejecutiva soviética en 1990. Gorbachov creó el puesto de presidente para poder ejercer un papel ejecutivo independiente del Partido Comunista, y así poder acelerar las reformas políticas y económicas. Al mismo tiempo, Gorbachov siguió con el modelo democratizador y de elecciones libres a los nuevos parlamentos con el propósito de limitar las ambiciones de algún futuro líder autoritario, a pesar de ser consciente que esto le restaría poder.
Cabe mencionar que Gorbachov comenzó con varias reformas radicales aun antes de que los demócratas radicales rusos (que más tarde lo retaron para acelerar la perestroika) se conglutinaran como fuerza política. Originalmente no se contemplaba darle una presidencia ejecutiva a cada una de las repúblicas de la Unión Soviética pero el Soviet Supremo soviético votó (en contra de Gorbachov) para crear dichos puestos. El resultado de esta decisión sirvió para acelerar la democratización de la Unión Soviética, pero también para asegurar su eventual colapso. Las elecciones que se celebraron a finales de 1990 y durante 1991 produjeron nuevos presidentes y nuevos parlamentos para las repúblicas soviéticas. En varios de los casos, el existente primer secretario local se postuló (frecuentemente sin oposición) para presidente.
Tales casos incluyeron a Islam Karimov, Nursultan Nazarbaev, Sapurmurad Niyazov, entre otros. Sin embargo, en otro grupo de países, líderes “rebeldes” fueron los victoriosos, tales como Boris Yeltsin, Zviad Gamsajurdia y Levon Ter-Petrosyan. Esto tuvo profundas consecuencias para el orden postsoviético, ya que dichos líderes no se desvanecieron con el colapso de la Unión Soviética, como sucedió en Europa Central. Dichos líderes reclamaban legitimidad por haber ganado dicha elección, aun los que las ganaron sin contar con una oposición democrática. Cuando veían venir el colapso soviético, varios de ellos se envolvieron en la bandera nacional para retar a Moscú y reclamar mayor independencia, asegurando aun más su permanencia.
Tras el fallido golpe de Estado en agosto de 1991 y el colapso de la misma Unión Soviética en diciembre de aquel año, los líderes como Kravchuk, Karimov y Nazarbaev, se concentraron en consolidar su poder. Por lo general, sus parlamentos no tenían mayor relevancia ya que dichos líderes concentraron sus poderes presidenciales y usualmente gobernaban por decreto. Además, dichos parlamentos solían tener mayorías comunistas que rara vez estorbaban a los líderes emanados del mismo sistema. El caso de Rusia fue un caso algo especial, ya que Boris Yeltsin fue electo para presidente ejecutivo en junio de 1991 luego de haber sido por un año el presidente del Congreso de Diputados Populares ruso, un parlamento electo en 1990. Dicho parlamento había desafiado a Gorbachov y a las autoridades soviéticas cuando eligió a Yeltsin como su presidente con un cerrado margen.
Es por eso que a pesar de su mayoría comunista, Yeltsin rehusó disolver este parlamento luego de la independencia rusa en diciembre de 1991, pensando que podría trabajar con él. Un parlamento electo a principios de 1992 probablemente hubiera disfrutado de una sólida mayoría de diputados no-comunistas y reformadores, emanados del mismo grupo que lanzó a Yeltsin a la presidencia, el Movimiento Rusia Democrática. Algo similar sucedió en Belarús. Aunque esta república no contaba con una presidencia ejecutiva, la máxima autoridad en esa época en teoría era el presidente del parlamento, un puesto ocupado por el reformador Stanislau Shushkevich.
Sin embargo, Shushkevich prefirió actuar como mediador entre los vestigios comunistas y las fuerzas democráticas en vez de como un líder que milita por un programa específico y, al igual que Yeltsin, también estaba convencido de poder trabajar con el existente parlamento, ya que éste había votado por la independencia del país justo después del fallido golpe en Moscú, a pesar de que la absoluta mayoría de sus diputados emanaban de estructuras comunistas. Shushkevich sin embargo sí logró hacer a Belarús un país independiente sin el derramo de sangre, fue el principal arquitecto de la disolución de la Unión Soviética, retiró del territorio nacional las armas nucleares heredadas de esta última y logró ciertas reformas a pesar de los obstáculos constitucionales con los que se encontró.
En Armenia sucedió esencialmente lo mismo; comenzaron su independencia con un parlamento electo en el verano de 1990. Aunque dicho Soviet Supremo terminó siendo el “parlamento de liberación” al igual que en otras repúblicas soviéticas, era un parlamento dividido y “bipolar”, donde el principal tema era la independencia del país. No se convocaron elecciones para un nuevo parlamento sino hasta 1995. Durante ese tiempo, el presidente Ter-Petrosyan vacilaba sobre la adopción de una nueva constitución, y el parlamento sufría fracturas y falta de decisión mientras el presidente intentaba consolidar poder.