Juan Hus, el santo del Estado Checoslovaco
El 6 de julio, los checos recuerdan la muerte del precursor de la reforma protestante Juan Hus, quien acabó por sus ideales quemado en la hoguera. Este año se conmemora asimismo el centenario de la fundación de Checoslovaquia. Separados por más de medio milenio, ambos sucesos tienen una fuerte conexión que será el tema de este programa especial.
La crítica a la Iglesia por el incumplimiento de su misión religiosa, la insistencia en que acabara el negocio con las indulgencias y las predicaciones sobre la necesidad de una reforma católica. Este discurso causó que el filósofo, predicador y rector de la Universidad Carolina, Juan Hus, pagara en 1415 con la vida su ansia de cambio en la ciudad de Constanza.
El sucesor checo del reformista inglés Juan Wiclef y el precursor del alemán Martín Lutero, marcó con su enseñanza reformista un antes y un después en la historia checa.
Su figura, que encarnaba la valentía y la lucha por la verdad, ha sido recordada por el pueblo checo siempre en tiempos difíciles, que requerían que despertara la confianza nacional.
Las luchas por la liberación del dominio del Imperio Austrohúngaro y la fundación del nuevo Estado Checoslovaco no fueron una excepción.
Lo checos, el pueblo de Juan Hus
Para uno de los fundadores de Checoslovaquia y su primer Presidente, Tomáš Garrigue Masaryk, los checos eran el pueblo de Juan Hus. Consideraba que su llamada a la libertad y tolerancia habían elevado a la sociedad moralmente.Masaryk involucró el legado husita fuertemente en su lucha por un país autónomo, señaló para Radio Praga el historiador Jaroslav Šebek.
“Juan Hus y el surgimiento de Checoslovaquia eran como dos recipientes unidos. Es más, la lucha por una Checoslovaquia independiente comenzó bajo la bandera de Juan Hus. Este suceso aconteció el 6 de julio de 1915, durante la Primera Guerra Mundial y en un lugar simbólico; en la ciudad protestante de Ginebra. Masaryk, entonces inmigrante del Imperio Austrohúngaro, declaró allí la lucha por una Checoslovaquia autónoma”.
Masaryk no escogió esa fecha para anunciar su intención de liberar a los checos del dominio austrohúngaro por coincidencia. Fue el día del 500° aniversario de la muerte de Juan Hus. Con esta acción, Masaryk deseaba seguir escribiendo la gran historia de su pueblo.El mismo año fue levantado el monumento a Juan Hus en la Plaza de la Ciudad de Vieja, en Praga. A este acto precedió un debate sobre si colocar o no una placa conmemorativa dedicada al mártir en el edificio del Museo Nacional, en Praga.
En esta ocasión, el príncipe Karel Schwanzerberg calificó a los husitas, los seguidores del legado de Juan Hus, como “una pandilla de ladrones y mentirosos”. Su declaración causó malestar entre varios políticos, quienes impulsaron la construcción del monumento a Juan Hus en uno de los lugares más frecuentados de la capital checa; la Plaza de la Ciudad Vieja.
Incluso las legiones checoslovacas, cuerpos militares cuya actividad contribuyó significativamente al surgimiento de un país independiente, llevaron los nombres de grandes personajes husitas y lucharon bajo una bandera con un cáliz, símbolo de este movimiento reformista.De acuerdo con Šebek, la figura de Juan Hus y la reforma representaban para Masaryk los elementos fundamentales de la identidad nacional checa.
“Es un vínculo evidente entre la tradición husita y el surgimiento del Estado Checoslovaco. No es sorprendente que la idea central en la que debería apoyarse el nuevo país se basara en el pensamiento husita“.
Hus, un imperativo moral para todos los gobiernos
Tomáš Garrigue Masaryk estudió minuciosamente la obra de Juan Hus mucho tiempo antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial, entonces como profesor de la Universidad de Praga, y posteriormente como político del Partido Realista.
En una de sus obras más importantes 'La Cuestión Checa' ('Česká otázka), dedicada al análisis de la posición de los checos y eslovacos en el Imperio Austrohúngaro, estudió el legado del precursor de la reforma eclesiástica con mucho detalle.Su legado y la ideología husita representaban un fuerte pilar de la Checoslovaquia de Masaryk para fortalecer los valores de la verdad y la valentía, y reforzar asimismo la identificación de los checos con el Estado.
De acuerdo con Jaroslav Šebek, Masaryk percibía a Juan Hus como un imperativo moral que debería ser seguido por cualquier gobierno.
“Creo que la enseñanza de Hus representaba para Masaryk un pilar ideológico para la nueva estadidad checoslovaca. Según se desprende de los debates del siglo XX, Masaryk consideraba a Hus como una figura de integración que podía hablar incluso hacia a los católicos”.
Durante su lucha por el Estado Checoslovaco, Masaryk subrayaba en el legado de Juan Hus especialmente los vínculos ético y espiritual: su lucha por la purificación de la Iglesia y por la palabra de Dios contra esta institución representaba un compromiso para sus seguidores.
En un pleito conocido como “disputa sobre el sentido de la historia checa”, el historiador Josef Pekař llevó a cabo una polémica con Masaryk sobre la interpretación de su legado.
De acuerdo con Pekař, el pensamiento de Juan Hus se vinculaba solamente con la religión y resultaba ajeno para el hombre del siglo XX. Por su parte, Masaryk actualizó su legado como un apoyo moral de los ideales democráticos.“Masaryk quería posicionar a Hus en el centro de los debates sobre la creación de un estado checoslovaco. Más bien solamente la estadidad checa, porque Juan Hus nunca se ha convertido en una figura importante para los eslovacos, con la excepción de algunos creyentes evangélicos con actitud pro checoslovaca. Pero Juan Hus es una figura desconocida para la mayoría del pueblo eslovaco. Creo que lo sigue siendo hasta la actualidad”, señaló el historiador Jaroslav Šebek.
Los eslovacos no simpatizaban con la propagación del legado de Juan Hus, que tras la fundación de Checoslovaquia en 1918 estaba cada vez más presente.
El nuevo país rendía homenaje a esta figura histórica a través de monumentos, calles y plazas con su nombre, publicaciones de libros y discursos festivos. Casi como si fuera un santo del nuevo Estado Checoslovaco.
Jaroslav Šebek explica por qué los eslovacos nunca compartieron este entusiasmo.
“Creo que la razón es que Juan Hus era percibido como un predicador y reformista protestante que había llevado una lucha contra los católicos. Esta es su segunda vida, el mito vinculado con su figura. Los católicos eslovacos rechazaban estas tradiciones. Sus tradiciones fundamentales siempre han sido las puramente católicas, como la mariana y, parcialmente, la de San Esteban, que se conservó durante el dominio del Imperio Austrohúngaro y llegó hasta Eslovaquia.
Una figura contradictoria
Los católicos checos también sostenían una percepción negativa del culto de Juan Hus. Resultó que en lugar de representar una figura de integración, el mártir más bien separaba la sociedad.Mientras que los protestantes o los creyentes de una religión diferente simpatizaban con su legado, la sociedad católica percibía su imagen de forma negativa.
En ocasiones, este conflicto desembocaba hasta en diferentes tipos de burlas, prosigue el historiador.
“Según me contaron unos veteranos, testigos de la época, en las escuelas se cantaba en aquel entonces una canción muy popular que ridiculizaba a los creyentes católicos. La letra era la siguiente: En la orilla del río Rin se encendió la hoguera rodeada por una patrulla de monjes perezosos. Estas burlas contribuían a una percepción contradictoria de Hus. No es una figura de integración de la sociedad de la Primera República Checoslovaca. En algo así sí que se ha convertido San Venceslao, y más tarde los misioneros San Cirilo y San Metodio”.
Una disputa diplomática con el Vaticano
El surgimiento de Checoslovaquia provocó en todo el territorio un ambiente anticatólico que desembocó en el derrumbe de la Columna Mariana en la Plaza de la Ciudad Vieja en Praga. El monumento representaba la valentía de los praguenses para defender su ciudad ante las tropas suecas en1648, durante la Guerra de los Treinta Años.
No obstante, para muchos el monumento representaba un símbolo del recientemente derrocado gobierno de los Habsburgo y el catolicismo. Como se reprimía cada resistencia a la figura de Juan Hus, el número de sus simpatizantes aumentó significativamente tras el nacimiento de Checoslovaquia. Cada vez más personas exigían que el 6 de julio se convirtiera en un festivo nacional, lo que llegó a suceder en 1925.El mismo año se festejó en Checoslovaquia por primera vez el aniversario de la muerte de Juan Hus, convirtiéndose en un día de descanso laboral. Por su parte, el día de San Juan Nepomuceno, que era más cercano a los católicos, fue cancelado y perdió su carácter festivo.
Esta acción se convirtió en una piedra en el zapato para la Santa Sede, que seguía considerando a Juan Hus como un hereje condenado, y los festejos en su homenaje como una acción anticatólica.
Los representantes del Estado Checoslovaco aseguraron al Vaticano que los festejos serían de carácter patriótico, sin ninguna oposición a la Iglesia Católica.
Los festejos se realizaron bajo los auspicios del Presidente Masaryk, y finalmente despertaron una ola de aversión entre los católicos y desembocaron en una disputa diplomática entre el Gobierno Checoslovaco y la Santa Sede, explica Jaroslav Šebek.
“Como culminación de los festejos del aniversario de la muerte de Juan Hus, Masaryk izó en lugar del estandarte presidencial en el Castillo de Praga una bandera husita. Este acto causó que el nuncio papal Franceso Marmaggi abandonara inmediatamente Praga. Hasta 1928 no regresó nadie en su cargo”.
El Gobierno Checoslovaco condenó la acción de Masaryk y el pensamiento anticatólico empezó a debilitarse también entre la sociedad.
Masaryk se sentía decepcionado, justificando que con los festejos solamente quería impulsar una actitud unificada del pueblo.
En 1926, el Presidente dio un paso atrás, y prometió jamás volver a izar la bandera husita. Dejó incluso de participar en los festejos de Juan Hus. Más tarde se anunció oficialmente a través de una declaración que el Estado dejaría de patrocinar los festejos de Juan Hus.En 1928, Checoslovaquia y el Vaticano firmaron el acuerdo titulado Modus Vivendi con el fin de estabilizar las relaciones entre la Iglesia católica y el Estado.
Las relaciones entre ambos países se mantuvieron positivas hasta la Segunda Guerra Mundial y la ocupación nazi.
Los alemanes del Tercer Reich también prohibieron recordar a Juan Hus. No obstante, su culto volvió tras el fin de la contienda, pero en esa ocasión “vestido de rojo”.
“Es interesante que Juan Hus siempre haya formado parte de nuestra memoria histórica. Después del año 1945, su figura volvió a conmemorarse sobre todo por el sector de izquierdas, es decir por los comunistas y los partidos socialistas. No obstante, para ellos era un luchador por la justicia social y nacional. Tras la llegada del comunismo, Hus seguía siendo recordado, pero no como una figura religiosa sino como política y social”, indicó Šebek.
Tras el inicio de pleitos con los altos representantes de la Iglesia y la expulsión del nuncio papal, los comunistas volvieron a interrumpir las relaciones diplomáticas de Checoslovaquia con Vaticano. El contacto diplomático no fue renovado hasta 1990, poco después de la caída del régimen comunista.
Un legado que no pierde la actualidad
Juan Hus y Tomáš Garrigue Masaryk eran conscientes de la necesidad de recordar y defender los valores morales en tiempos en los que los poderosos tratan de conseguir privilegios y lujo a expensas de los demás.De acuerdo con Jaroslav Šebek, ambas figuras históricas tendrían mucho que decir también en la actualidad.
“Tomáš Garrigue Masaryk podría hablar sobre la democracia, que hay que levantarla sobre unos cimientos morales, lo que según mi opinión, se muestra en la actualidad como algo clave. Por su parte, Juan Hus tiene mucho que decir respecto a su valentía en defender su opinión, y al mismo tiempo por el imperativo moral que para él representaba Jesucristo. Creo que es una inspiración para el hombre como tal, para que tenga una actitud moral, sea instruido e informado, y defienda su opinión”.