Jaroslav Heyrovský: más que un científico extraordinario
Hace 50 años, el 10 de diciembre de 1959, el fisicoquímico checo Jaroslav Heyrovský recibió de manos del rey sueco Gustavo Adolfo VI en Estocolmo el Premio Nobel de Química por el descubrimiento y la aplicación de la polarografía. ¿Cómo recuerdan al primer Premio Nobel checo su hijo, Michael Heyrovský, y uno de sus colaboradores, Robert Kalvoda?
El 10 de febrero de 1922 fue anotada por primera vez en uno de los laboratorios de la Universidad Carolina de Praga una curva de polarización con un electrodo de gota colgante de mercurio. Ese mismo año, Jaroslav Heyrovský publicó en la revista ‘Hojas Químicas’ un artículo sobre cómo aprovechar la electrolisis con el electrodo de gota colgante de mercurio, un nuevo método que sirve para analizar la presencia y la concentración de sustancia en una disolución.
En 1924, Jaroslav Heyrovský y su discípulo japonés, Masuto Shikata, construyeron el primer aparato que apuntaba las curvas de polarización automáticamente. El aparato recibió el nombre ‘polarógrafo’, recuerda el hijo de Jaroslav Heyrovský, Michael.
“Fue en la Facultad de Ciencias Naturales, en el Instituto de Física. Había allí dos mecánicos que según esbozos que les dieron mi padre y su colaborador japonés Shikata, construyeron el primer modelo. El aparato fue muy exitoso, lo enviaron de inmediato a la Feria de Maquinaria de Brno y ya se empezó a fabricar en pequeñas series”.
Uno de los primeros aparatos viajó con Shikata a Japón. En el país del sol naciente la polarografía echó raíces tan profundas que hasta hoy día existe allí una sociedad de polarografía que edita su propia revista.
Tras la Segunda Guerra Mundial la polarografía estaba en el apogeo de su gloria. En la Exposición General Expo 1958 de Bruselas, estuvo consagrada a la polarografía una amplia muestra que incluía todos los polarógrafos que se fabricaban entonces en Checoslovaquia, según recuerda el fisicoquímico Robert Kalvoda.
“El Instituto de Polarografía tenía además su propia exposición en el Pabellón Internacional de la Ciencia. Los visitantes podían ver en la práctica cómo funcionan los polarógrafos automáticos, cómo anotan las curvas. También se proyectaba allí un cortometraje sobre la polarografía oscilográfica, donde actúa el profesor Heyrovský. Creo que en esta película se pueden ver las mejores fotos de él. El cortometraje fue premiado en Bruselas y en diversos festivales de cine”.
Robert Kalvoda vive con la polarografía desde sus estudios universitarios.
“Sería un largo cuento hablar de las conferencias de Jaroslav Heyrovský, que eran muy inspirativas. Sus ponencias no eran secas y aburridas, él sabía entrelazarlas con vivencias propias. Nos contaba hacia dónde podría dirigirse la polarografía. En realidad, fue su conferencia donde se inició mi camino hacia la polarografía”.
Jaroslav Heyrovský despertó el interés por la polarografía también en su hijo Michael, que decidió seguir las huellas de su padre, según relata.
“Me resultaba desagradable que en la universidad me examinara mi papá. Él lo entendía, así que yo sacaba los exámenes con sus asistentes. Un colega de mi papá me invitó luego a estudiar a Inglaterra. Allí no existía el peligro del favoritismo, los estudiantes y los profesores no me miraban como hijo de una persona importante. Así que estoy muy contento de poder hacer el doctorado en Inglaterra”.
Después del descubrimiento de la polarografía, Jaroslav Heyrovský desarrolló en la Universidad Carolina de Praga una escuela polarográfica. Posteriormente, dirigió el Instituto de Polarografía en el marco de la Academia Checoslovaca de Ciencias. Robert Kalvoda, que trabajó con Jaroslav Heyrovský durante 20 años, recuerda que era un jefe que hoy ya no nace a menudo. “Cada día el profesor Heyrovský pasaba por los laboratorios y tenía una charla breve con cada uno de los empleados. Contestaba con mucho gusto a cualquier pregunta. También se interesaba por la vida privada de sus empleados. Nosotros podíamos pedirle consejo acerca de todo lo que nos preocupaba: la vivienda, el servicio militar... Éramos jóvenes y el profesor lo solucionaba todo”.
Checoslovaquia se convirtió en el centro mundial de la investigación de la polarografía. El Instituto de Praga estaba inundado por científicos y estudiantes extranjeros que venían a aprender el nuevo método que empezó a aplicarse posteriormente en sectores como la medicina, metalurgia, química pesada, industria alimenticia y el medio ambiente. En una época, los extranjeros formaban el 20 por ciento de los trabajadores del Instituto de Polarografía, señala Robert Kalvoda.
“Yo aprecio a Jaroslav Heyrovský también como mánager. Él poseía la característica genial de reconocer lo fundamental. Cuidaba de que cada empleado saliera al exterior para aprender algo nuevo. Cuando recibió el Premio Nobel, las visitas extranjeras eran organizadas por la agencia de viajes Čedok. Nosotros hacíamos las demostraciones, pero él intercambiaba con cada uno unas palabras. Una vez al año el profesor invitaba a los extranjeros que trabajaban con nosotros más tiempo a cenar en un restaurante”.Una vez al año Jaroslav Heyrovský también organizaba por su cuenta una cena para todos los empleados, sus familiares y amigos de la polarografía. Con este motivo, se otorgaban los Premios de la revista Collection, que fundaron Jaroslav Heyrovský y Emil Votoček para promover la química checoslovaca en el exterior. El galardón, que incluía un premio financiero generoso, se otorgaba a jóvenes por los logros en la investigación de la polarografía.
Cuando en diciembre de 1959 Jaroslav Heyrovský viajó a Suecia para recibir el Premio Nobel de Química, su familia no pudo acompañarle a la ceremonia. El régimen comunista temía que pudieran emigrar. Para Michael Heyrovský y su hermana fue una gran decepción.
“Escuchamos la radio que comentó el acto. Luego vimos la película que fue rodada durante la ceremonia de entrega. Nuestro papá la trajo de Suecia y nos contó cómo había transcurrido, así que lo vivimos todo con posterioridad, pero con mucha alegría”, recuerda Michael Heyrovský.
Michael Heyrovský apunta que el hogar era muy importante para su padre. Cuando Jaroslav Heyrovský estaba en casa se dedicaba plenamente a sus dos hijos y era muy divertido.
“Cuando iba a descansar tras el almuerzo, los niños nos acostábamos enseguida junto a él. Mirábamos juntos revistas, él formulaba una frase para cada dibujo que nos llamaba la atención y nosotros teníamos que inventar una rima. También nos gustaba mucho la música porque mi papá tocaba muy bien el piano y le gustaba cantar”.
Durante las vacaciones la familia se iba al campo donde tenía alquilada una habitación en casa de unos amigos, sigue relatando Michael Heyrovský.
“Ellos tenían un perro, que corría siempre hacia donde mi padre y se dejaba mimar por él. Mi papá, que quería mucho los animales, jugaba con él. Así que realmente mi padre era una persona excepcional en todos los aspectos, tanto en la ciencia, como en lo personal”.
Para terminar este espacio dedicado al primer Premio Nobel checo una curiosidad. Poca gente sabrá que Jaroslav Heyrovský sintió una especial propensión hacia España y el idioma español. Michael Heyrovský explica el motivo.
“Nuestro antepasado se llamaba Velasco. Era embajador del rey español en Holanda. Velasco y su esposa viajaron a París para asistir a la inauguración de la Ópera. Durante el espectáculo estalló un incendio. Los padres fallecieron, pero su hija se salvó. Se encargó de ella la familia de los Schwarzenberg que la llevó a su señorío en Bohemia del Sur. La española tuvo hijos y de su familia proceden nuestros antepasados”.