Investigadores checos desarrollan un material más resistente al fuego

Foto: VZLÚ

Un nuevo material resistente al fuego podría hacer más segura la industria aérea. En la investigación están participando científicos checos.

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En un aterrizaje de emergencia producido en Moscú en mayo de este año fallecieron 41 personas. Las investigaciones posteriores demostraron que la mayoría de esas personas murió a causa de la asfixia provocada por el humo.

Un material más resistente al fuego que no arda con facilidad podría hacer que este tipo de acontecimientos no fueran tan trágicos. Es por ello que un grupo de científicos, donde también participan investigadores checos, ha desarrollado un material que podría ser de gran ayuda en el futuro.

Los científicos checos pertenecen al Instituto de Aviación Experimental y de Investigación, y han diseñado un compuesto de geopolímeros que tras estar mucho tiempo expuesto al fuego, no arde ni produce humo.

Si un avión comienza a arder, sus materiales se exponen a altísimas temperaturas debido al combustible, como explica František Martaus, quien colabora en estos experimentos.

“En los fogones estamos quemando combustible de aviación Jet A1. Su temperatura es de entre 970 y 980 grados, pero puede alcanzar hasta 1000 grados”.

Para medir la resistencia de cada material, los investigadores los exponen al fuego y observan la reacción que se produce, continúa diciendo Martaus.

“El material convencional se quema al poco tiempo. Podemos ver que después de 10 o 15 segundos se ha quemado por completo y ha producido gran cantidad de humo tóxico. Pero el material de geopolímeros permanece sin cambios”.

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Al no producir humo este material, en una situación similar a la sucedida en el aterrizaje de emergencia de Moscú, la mayoría de las personas que perdieron la vida se habrían salvado.

Aunque este invento es prometedor, todavía no tiene el certificado de la Agencia Europea de Seguridad Aérea, para lo que es necesario primero que algún productor interesado ponga dinero para llevar a cabo las pruebas, según indica otro de los científicos implicados, Jan Kužel.

“En primer lugar, necesitamos que los productores aéreos se interesen en el material. Cuando eso se logre, lo más probable que es que nos pidan fabricar algunas partes de un avión con ese material. Si después todo sale como los clientes esperaban, entonces empezará el proceso de certificación”.

Una vez que se consigan producir partes de un avión con el nuevo material, el aparato no podría entrar en servicio hasta superar un examen de todos sus componentes, señala Vítězslav Hezký, de la Oficina de Aviación Civil checa.

“Se examina la construcción, las unidades motrices, el equipamiento, la cabina. Se pone a prueba que la construcción es resistente. En los materiales que irán en la cabina, como los asientos y la tapicería, se examina su inflamabilidad y su emisión de sustancias tóxicas”.

Cuando ese futuro avión supere todas las pruebas, lo que podría llevar unos años y costar varios millones de euros, la Agencia Europea de Seguridad Aérea le otorgaría su certificado y sería posible fabricar a gran escala elementos para aviones con este material.