´Héroes olvidados´ borran el concepto de culpa colectiva de los alemanes
Alrededor de tres millones de alemanes vivieron en el territorio de la actual República Checa antes de la Segunda Guerra Mundial. En los años treinta del siglo XX la mayoría de ellos se declaró partidaria de la política nazi del Partido Sudetoalemán de Konrad Henlein que promovía la anexión de las regiones fronterizas del país, los Sudetes, a la Alemania hitleriana. Sin embargo, entre los alemanes checos había también muchos que se opusieron al nazismo y defendieron a Checoslovaquia.
Los antifascistas alemanes fueron los primeros ciudadanos checoslovacos afectados por las represalias nazis. Tras la firma del Tratado de Múnich el 29 de septiembre de 1938 y la siguiente cesión de los Sudetes al Tercer Reich de Adolf Hitler, fueron detenidos miles de demócratas sociales y comunistas alemanes. Los funcionarios políticos más importantes fueron llevados directamente a campos de concentración.
Los adversarios alemanes del nazismo en territorio checo eran reclutados principalmente de la capa obrera, pero había entre ellos también campesinos, representantes de la nobleza y de la iglesia, como por ejemplo el obispo de Litoměřice, Anton Weber. El historiador Martin Krsek explica en qué consistieron las actividades de los antifascistas en el período entre los años 1933 y 1938.
“Perturbaron los encuentros de los militantes del Partido de Henlein tratando de manifestarles que ellos no son los que gobiernan en este país. Algunos se fueron a España para luchar en la guerra civil al lado de los republicanos. También ayudaban a los refugiados alemanes, que eran muchos en las regiones fronterizas. Checoslovaquia era uno de los destinos principales para la gente que tenía problemas con los nazis en Alemania. Les prestaban apoyo material y moral”.
Martin Krsek es coautor de una exposición permanente dedicada a los antifascistas alemanes. Está instalada en la Universidad Jan Evangelista Purkyně, de Ústí nad Labem, como parte del proyecto ´Héroes olvidados´, promovido por el Gobierno checo. Fue Martin Krsek quien durante la investigación en los archivos descubrió un capítulo desconocido de la vida de la famosa estrella de cine alemana Marlene Dietrich.
La actriz se casó en 1923 con Rudolf Sieber, alemán procedente de Ústí nad Labem. La artista recibió así automáticamente la ciudadanía checoslovaca y la residencia permanente en el país. En 1926 ella y su esposo solicitaron la ciudadanía alemana. Después de que en 1933 Adolf Hitler asumiera el poder, querían devolver la ciudadanía checoslovaca, explica el historiador Václav Houfek, del Museo de Ústí nad Labem.
“El Estado Checoslovaco andaba entonces con rodeos, EE.UU. actuó más rápido, así que pasaron a ser norteamericanos. Lo bonito es que ella durante todos los años treinta y cuarenta mantenía contacto con la familia de su esposo, con sus padres y su hermano, que vivían en Ústí nad Labem. Ella misma no era muy activa políticamente, pero apoyaba a su esposo, confiando plenamente en él”.
Rudolf Sieber, importante representante de la industria cinematográfica estadounidense en California, era un antifascista convencido que ayudaba a los exiliados alemanes que se refugiaron en EE.UU.
Los historiadores de Ústí nad Labem descubrieron además una serie de fotos de la última estancia de Marlene Dietrich en Checoslovaquia.
“Desde el año 1941 Marlene Dietrich era voluntaria del Ejército estadounidense e incluso ostentaba el grado de oficial. En Alemania fue declarada traidora. Alrededor del 15 de mayo de 1945 se dirigió con un grupo de soldados estadounidenses, en una misión ilegal según las informaciones que conocemos, desde Pilsen a través de Most y Teplice a Ústí nad Labem donde se encontró con los padres de su esposo. Comprobó cómo habían sobrevivido la guerra, y sacó fotos de familia. Cruzar el territorio alemán en un todoterreno abierto con unos diez soldados armados con metralletas apenas una semana después de la capitulación de Alemania, ello requiere cierta dosis de valentía personal”.
El hecho de que la visita de la famosa artista no fue registrada por las autoridades checoslovacas se lo explican los historiadores con la ausencia entonces de funcionarios y policías checoslovacos en Ústí nad Labem. Václav Houfek cuenta que Marlene Dietrich se encontró con muchos alemanes locales y firmó autógrafos.
“Otra noticia sobre los padres de Rudolf le llegó en octubre de 1945. Averiguó que mientras tanto habían sido expulsados de Ústí nad Labem y que se encontraban en uno de los campamentos de refugiados en la parte oriental de Alemania. Ella los salvó y los llevó a EE.UU. Marlene Dietrich nunca habló de este episodio de su vida”.
Tras la ocupación de Checoslovaquia por las tropas hitlerianas en marzo de 1939 numerosos antifascistas alemanes se fueron al exterior donde se incorporaron a las unidades checoslovacas de combate, tanto en el Occidente, como en el Este.
Werner Beier nació en la localidad de Žacléř, al norte de Bohemia. Frecuentó una escuela checa, pero era alemán. Como tal fue reclutado durante la Segunda Guerra Mundial por la Werhmacht y enviado al frente oriental en la Unión Soviética.
“Estuve en una compañía de castigo, buscábamos minas, y así cruzamos el frente y nos juntamos a los rusos. Después estuve en Moscú donde había una escuela de antifascistas alemanes. Nos instruyeron para formar el Comité Nacional de la Alemania Libre, había también eslovacos y otras nacionalidades. Luego vino un oficial y nos preguntó si no era mejor derramar la sangre por Checoslovaquia en vez de por alemanes”.
Cuando pasó al enemigo, su familia recibió sólo una breve noticia de que había desaparecido. Con el cuerpo de ejército checoslovaco, integrado por checos de Volynia, ucranianos, eslovacos y judíos, Werner Beier atravesó Polonia, el paso de Dukla, Eslovaquia hasta llegar en mayo de 1945 a Praga.
Werner Beier dice que se siente como ´bohemio´. Acabada la Segunda Guerra Mundial se mudó con su familia a Alemania, pero no ha perdido contacto con su tierra natal.
El presidente de la comisión de supervisión del proyecto ´Héroes olvidados´, Tomáš Kosta, confesó que tenía motivos personales para superar un tabú y abrir el tema de los antifascistas alemanes.
“Pasé tres años en campos de concentración: Terezín, Auschwitz, Buchenwald. Allí supe que no todos los alemanes eran nazis. En el camino a Mauthausen destrozaron a tiros la locomotora y yo hui con un amigo al bosque, estuvimos allí tres días sin agua. Luego vino una mujer joven con un niño de dos años en brazos y nos trajo pan y agua. Si las fuerzas SS la hubieran capturado, la habrían matado a tiros. Luego proseguimos nuestra huida, pero nos tomaron presos unos campesinos que nos entregaron a los alemanes, y allí mataron a mi amigo. Por eso sé que la culpa colectiva no puede existir. Aunque no me di cuenta de ello enseguida, fue cuestión de unos veinte años”.
Al cabo de la Segunda Guerra Mundial los antifascistas alemanes estaban dispersados por todo el mundo. Los que regresaron a Checoslovaquia fueron afectados por las medidas aplicadas contra la llamada población enemiga. Tuvieron que entregar receptores de radio y cámaras fotográficas y llevar una cinta blanca en la manga del abrigo. Perdieron la ciudadanía checoslovaca y para recuperarla tuvieron que demostrar que participaron activamente en la resistencia contra el terror nazi.
La atmósfera antialemana reinante en la sociedad obligó a la mayoría de ellos a trasladarse a Alemania. Una pequeña parte de ellos se dirigió a Austria, Suecia, Gran Bretaña, Canadá, EE.UU. y América Latina. En Checoslovaquia se quedaron a finales de los años 40 alrededor de cinco hasta siete mil antifascistas alemanes.