Experiencias en la política municipal

Con este espacio, "Del Totalitarismo a la Democracia", Radio Praga trata de ofrecer un vistazo sobre lo que ha representado el proceso de transición en la República Checa. Este espacio está dedicado a todas las personas interesadas en conocer detalles sobre la transformación checa desde la dictadura comunista hasta la democracia, por lo que creemos que encontraremos muchos radioescuchas en Cuba, donde importantes sectores de la población se preparan también para un proceso de cambio pacífico en la Isla.

Si tuviera que rememorar los acontecimientos tras el 17 de noviembre de 1989, tal y como los viví personalmente en mi ciudad, Dob"ichovice, de unos 3000 habitantes y situada en las cercanías de Praga, debería empezar por mencionar el clima social de la segunda mitad de los años 90. Es sabido que entonces gobernaba un grupo de neoestalinistas llegado al poder tras la ocupación soviética del año 1968, que ya no contaba con apoyo general ni en las filas del Partido Comunista Checoslovaco (KSC, según sus siglas en checo) ni en las del hermano Partido Comunista de la Unión Soviética, que en forma de perestroika había iniciado el camino hacia las reformas.

Sin embargo, continuaba gobernando el aparato estatal con elementos represivos que en esta época tenían gran capacidad de acción. Según un dicho del momento, la sociedad se dividía en tres capas: constructores del socialismo, mantenedores del socialismo y usuarios del socialismo. No quería decir otra cosa sino que el socialismo se había convertido para la mayoría de la gente en un concepto caduco y poco interesante.

En el plano económico, el choque entre la planificación estatal y sus insuficiencias dio lugar a un tempestuoso desarrollo de la economía sumergida. Eran numerosos los ciudadanos que tenían algo que ofrecer en el terreno de la economía sumergida: desde diferentes permisos y cartas de protección hasta servicios y mercancías. El régimen totalitario albergaba en sí mismo las causas de su propia erosión: en su omnipresente esfuerzo por amenazar y aterrorizar, así como de sobornar, pero en la incapacidad de atravesar su propia sombra, abriendo las puertas a las actividades e iniciativas populares, pues para ello su primer paso debiera haber sido rechazar el principio del totalitarismo.

La incapacidad del Partido Comunista Checoslovaco para reaccionar a los nuevos acontecimientos, su esfuerzo por impedir cualquier tipo de reforma, necesariamente generó una tensión social. Junto a la disidencia abierta, representada principalmente por la Carta 77, comenzaron a formarse diversos círculos y grupos. Los miembros excluidos del Partido Comunista Checoslovaco se unieron al movimiento Obroda ("regeneración", en checo); en el entorno académico surgió el Círculo de Intelectuales Independientes y la gente común se agrupaba en comunidades informales, coordinándose a través de sus propios miembros. La literatura publicada clandestinamente representaba un significativo valor informativo, principalmente la publicación periódica de Lidové noviny (Periódico Popular).

No se trataba de algo importado desde el extranjero. En la extensión y multiplicación de dicha literatura participaban todos los lectores. En la sociedad fue creciendo el convencimiento de que se debía caminar hacia el cambio. Qué cambios se darían o para qué era algo sobre lo que sólo podíamos especular. Dobøichovice en los años 80 A comienzos de los 80, en Dob"ichovice se reunía en la sede de la Unión Socialista de la Juventud (SSM) gente que paradójicamente rechazaba el socialismo. En su mayoría se trataba de estudiantes, así como de representantes de la intelectualidad, que para tranquilidad de sus superiores mostraban una actitud participativa en sus lugares de residencia. Este fue el motivo por el que entré a participar en dicho grupo.

En un principio nos dedicamos a actividades ecológicas: plantábamos árboles para recuperar terrenos cultivables, organizábamos la recogida de la chatarra, etc. Hacíamos excursiones, deporte, organizábamos veladas de baile e intentábamos utilizar el espacio que la organización ofrecía para actividades apolíticas y al mismo tiempo de interés.

A mediados de los 80, decidimos publicar un noticiero local de periodicidad mensual llamado Kukátko (Prismáticos). La organización local del Partido Comunista Checoslovaco estaba entusiasmada con ello, puesto que sus miembros aún no adivinaban lo que un periódico podía llegar a conseguir. Y de esta forma los ciudadanos leían cada mes diversos comentarios sobre la actividad del Ayuntamiento. En ocasiones era una sátira, en otras artículos donde se trataban problemas serios, pero siempre había una crítica sarcástica a la que los camaradas no estaban acostumbrados. Para gran desagrado de la organización partidista, en las páginas de Kukátko se escribía sobre temas que hasta entonces eran tabú en todo el Estado. Con frecuencia comentábamos en el consejo de redacción cómo en los años 50 nos hubiera esperado una larga condena carcelaria y en los 70 un lento pero continuo martirio, la expulsión de la escuela y la pérdida de empleos. De ahí que las meras amenazas nos parecieran en conjunto una respuesta adecuada para el "agravio" que causábamos a los comunistas. Tanto mejor cuando descubrimos que en la práctica no podían castigarnos, ya que Dob"ichovice era uno de los pocos municipios que regularmente publicaba su boletín informativo y eso era algo que estaba valorado muy positivamente por el secretario regional del Partido Comunista Checoslovaco.

En 1989, en torno a la revista se concentraron ciudadanos que no eran miembros del Partido, y las sesiones del consejo de redacción parecían más bien las de un club político. En Praga las manifestaciones de desobediencia civil cada vez conseguían mayor apoyo: desde las pícaras carreras por la calle de los Presos Políticos, en Praga 1, la participación en concentraciones ilegales, hasta recogidas de firmas para la declaración Nìkolik vìt (Algunas frases).

La Revolución de Terciopelo

La brutal intervención de la policía contra la manifestación estudiantil de la tarde del 17 de noviembre fue la gota que colmó el vaso. La huelga de estudiantes, apoyada por actores y artistas, empujó a la dividida oposición hacia la acción: surgió el Foro Cívico, con su centro de coordinación, que acabó por convertirse en el organizador de la Revolución de Terciopelo. El Foro Cívico fue un movimiento que asumió el poder de los comunistas, eliminó las estructuras de partido establecidas por el poder estatal y construyó las bases para el nacimiento de las instituciones del Estado democrático.

Revolución de Terciopelo
En Dobrichovice, el Foro Cívico surgió como iniciativa del consejo de redacción de Kukátko. Los ciudadanos fueron convocados puerta por puerta y mediante octavillas para participar en las concentraciones y votar sus objetivos políticos: la dimisión del presidente del Comité Nacional y la sustitución de los representantes del Ayuntamiento. Como portavoz electo del Foro Cívico, negocié el traspaso de poder con aquellos que durante toda mi vida me habían castigado por mi extracción social. Fue una sensación difícil de describir.

En la plataforma del Foro Cívico se reunía la gente más diversa con las más diferentes opiniones. Lo que vertebraba a este grupo era la voluntad general de apartar del poder a los totalitarios. En mi municipio, el Foro Cívico servía de punto de encuentro de personas en que en la vida normal estaban bastante alejadas entre sí: gente que el régimen había reprimido por su origen social, por ser cristianos, activistas ecologistas, miembros expulsados del Partido Comunista Checoslovaco, estudiantes, etc. Pero también ciudadanos que en algún momento de su vida simpatizaron noc el comunismo, hasta que al fin se convencieron de que se trataba de una quimera sin fundamento. Les unía la esperanza de la democratización de la sociedad, porque hablar de democracia a muchos aún les sonaba demasiado atrevido.

Como anticipé anteriormente, la sociedad checoslovaca carecía de una organización política, de un partido político en el que poder apoyarse. No teníamos, como los polacos, una Solidaridad, no disponíamos de un programa político unitario, ni de reservas de cuadros9, como entonces se decía. Todo estaba en movimiento y cada día terminaba con algo que al día siguiente ya no era válido.

Fue justo lo contrario de la preparación de Lenin para el golpe comunista de clase, atestiguado por el lema: "!Los partidos para los militantes, el Foro Cívico para todos!" Sobre los "cuadros", véase nota en el capítulo de Jan Hájek, "El lado oscuro de la reestructuración del sector bancario".

Cambios a nivel local

También quedó demostrado que deponer al presidente del Comité Nacional no era tan complicado como encontrar un sustituto. Unos eran demasiado mayores para dicha función, otros demasiado jóvenes, otros querían continuar con su trabajo y algunos comenzaron a hacer incursiones en el mundo de la empresa. Al final, parecía que tendríamos que pedirle al comunista de turno que hiciera el favor de permanecer en su puesto hasta que se le encontrara un relevo. Esto fue demasiado para mí: por eso abandoné mi dedicación académica y acepté la candidatura a la alcaldía, cargo que logré con el Foro Cívico en enero de 1990.

La reconstrucción de la representación municipal acarreó dificultades similares. Era necesario reemplazar a los diputados comunistas, a pesar de que algunos tomaban su mandato de modo meramente formal. En ausencia de infraestructuras políticas democráticas, sólo me resultaba posible abordar a los ciudadanos que conocía o a los recomendados por personas de confianza. Por eso en las primeras elecciones libres predominaron más las soluciones activas que las políticas. Sin embargo, en el marco de estos cambios revolucionarios procuré proceder con corrección y con conciencia de que teníamos que convivir uno al lado del otro. Sabía lo que era ser un ciudadano de segunda categoría. Durante las reuniones con los concejales, les recordaba y subrayaba que el cargo de concejal fue establecido por el Partido Comunista Checoslovaco, cuyo papel rector había terminado con la eliminación del artículo 6 de la Constitución

Estaba claro que sus puestos serían ocupados por otros ciudadanos que reciben el mandato del municipio y se apoyan en su autoridad natural y en la confianza de sus conciudadanos. Por ello, el requisito del Foro Cívico para que los concejales del Partido Comunista Checoslovaco renunciaran a su puesto no fue tomado como un intento de ostracismo, sino como un primer paso hacia la reconstrucción del sistema político democrático, y así fue aceptado.

Estoy casi convencido de que las revoluciones y los golpes no se hacen para que la cúpula política anterior permanezca en sus puestos y nada cambie. Lo primero que había que hacer era cambiar al personal que trabajaba en puestos de visibilidad. No sólo para que el poder y las decisiones quedaran separadas de la función, sino principalmente para que los ciudadanos percibieran la transformación. En el Ayuntamiento de Dob"ichovice fue necesario pasar de una administración estatal cerrada y turbia a una administración aperturista y eficiente, donde en definitiva, se trabajaba para los ciudadanos de una forma amable. Esto significó en parte prescindir de cierto personal y ensenar otro tipo de comportamiento. Es sabido que los cambios se dan más rápidamente en la empresa y de forma más lenta en la administración estatal. El burócrata socialista de alguna manera estaba considerado como un co-propietario del Estado, y así lo entendían los ciudadanos. No fue fácil eliminar esa sensación de superioridad y, en numerosas ocasiones, hubo que insistir reiteradamente en que los ciudadanos son los clientes y que la misión del funcionario es prestar un buen servicio.

Era evidente que había que realizar cambios sustanciales no sólo en el contenido, sino también en la forma. También era importante modificar la ubicación y el nombre de las instituciones, puesto que el "espíritu del lugar" podía ser más poderoso de lo que nadie alcanzaba a imaginar. A pesar del gran desembolso financiero que ello implicaba, había que renovarlo todo, desde los formularios hasta los uniformes. Los palacios del comunismo -comités del Partido a todos los niveles- debían dedicarse a un uso civil: bibliotecas, editoriales, espacios para la actividad comercial, con el fin de que nadie los recordara con temor. Recuerdo a un colega que llegó a ser director de la Oficina de Defensa de Funcionarios Institucionales. Sobre los archivadores de su despacho estaban los bustos de los genios de la Tercera Internacional, y crean que la visión de V. I. Lenin, con su gorra roja de ferroviario, o la de K. Gottwald con su boina con borla resultaban más elocuentes para los miembros de la antigua Seguridad del Estado, en lo que a los cambios se refería, que los párrafos de la nueva Constitución.

Un caos beneficioso

Muchos de los que organizaron y condujeron los cambios después de noviembre de 1989 vivían con temor el peligro que representaba el caos derivado del golpe a la legitimidad del poder, principalmente para el funcionamiento de la administración del Estado. Con la distancia que el tiempo proporciona, puedo decir ahora que el caos es de gran utilidad, ya que baraja las cartas y expulsa de la mesa a los tramposos.

La revolución democrática libera una gran cantidad de energía humana que, como el agua, encuentra su camino. Frecuentemente se cometía el error, por decirlo gráficamente, de ensenar a la gente a jugar en vez de disenar las reglas del juego y velar por su mantenimiento.

En la época de los principales cambios siempre me esforcé por mantener la visión de conjunto y el rumbo que conducía hacia el objetivo. Estoy convencido de que haber buscado, en dicho periodo, la perfección hasta el detalle habría sido innecesario e insensato. El cambio revolucionario trae consigo la oportunidad de mirar ciertas cosas, acciones y relaciones con ojos nuevos. Es una ocasión excepcional para considerar si las necesitamos realmente, si es deseable cambiarlas o si es posible aceptarlas. Lo esencial es comprender su finalidad y saber distinguir su calidad.

No es un buen resultado que catorce anos después de la Revolución de Noviembre se legitime a algunas organizaciones de la administración estatal simplemente por ser los atributos de la misma. Atestigua este hecho la escasa capacidad de los representantes políticos para distinguir entre la utilidad y la calidad del trabajo y su apariencia meramente externa. !Esperemos que la construcción de la democracia no deje solo una bella fachada y se olvide del interior!

Desde el principio quedó claro que lo primero que esperaba la gente era la sustitución del método dictatorial. El ciudadano quería hacer uso inmediatamente de los derechos y libertades que el régimen totalitario le había usurpado. Por eso era necesario convocar elecciones regionales lo antes posible. Vi con claridad que había que presentar adecuadamente la función de unas elecciones, como un servicio a los ciudadanos cuya voluntad llevan a la práctica el alcalde y el consejo municipal.

Naturalmente, en un proceso así no faltan conflictos ni intercambios de opinión, pero merece la pena conversar con los ciudadanos y escuchar sus argumentos, que no tienen por qué coincidir en absoluto. Es completamente indispensable informar, con todos los medios disponibles, sobre los planes y actuaciones de los representantes, ya que el ciudadano necesita tener datos no sólo para realizar sus propias valoraciones, sino también para controlar lo que se hace. Nunca he rechazado ninguna petición de entrevista, aunque en la apretada agenda del día pudiera parecer una pérdida de tiempo, pues la confianza del ciudadano en los órganos de la administración democráticamente electa es más importante que diez decisiones operativas que, tranquilamente, pueden esperar al día siguiente.

El castigo de los delitos

Echando la vista atrás, se me ocurre una serie de temas para los que pudiera haber encontrado otra solución. Sin embargo, hay una cuestión que vuelve una y otra vez: ?continuidad o discontinuidad con el régimen comunista? Somos conscientes de que la Revolución de Terciopelo fue un modo de toma del poder en que la tolerancia y el perdón dominaron sobre la represión esperada. Václav Havel exclamó: "!No somos como ellos!" Como autoridad moral y líder indiscutible, fue él quien estableció la postura y la línea de comportamiento hacia los comunistas. Conseguimos, sin duda, una condena moral del mal que representó el comunismo de boca de aquellos que fueron gravemente perjudicados por él. Conseguimos la rehabilitación de los que el régimen comunista había ajusticiado, encarcelado y aterrorizado.

Conseguimos la enmienda de las injusticias cometidas contra la propiedad perpetradas tras el golpe comunista de febrero de 1948. Lo que no logramos fue exigir responsabilidades personales por los crímenes cometidos por los comunistas. ?por qué? Quizá porque uno de cada diez checos y eslovacos era miembro del Partido Comunista Checoslovaco, y un lema como "!Ajusta cuentas con los comunistas de tu propia familia!" hubiera resultado de pronto demasiado personal y radical. Quizá porque la militancia de base y la legitimidad del Partido abría el camino a una carrera y una profesión. Se trataba de oportunistas en mayor o menor grado, pero con sus propias manos no mataron, ni torturaron ni expulsaron a nadie.

?Qué culpa y responsabilidad podíamos exigirles entonces? Tal vez fue así simplemente porque quienes daban y cumplían órdenes se regían por estrictas normas. Pero ?cuál es entonces la ilegalidad? Estoy convencido de que cometimos un error al aceptar la continuidad legal. En vez de rechazar las normas criminales, adoptadas por criminales en el grupo legislativo, para uso después de criminales en el ejecutivo, dejamos paso al debate sobre lo que se puede o no se puede aceptar. Por eso, el superficial y honesto gesto de perdón no fue recibido ni con penitencia ni con excusas públicas, sino acaso como expresión de debilidad e inconsecuencia de la naciente democracia.

La condena de los criminales de guerra tras la Segunda Guerra Mundial dejó pública y tajantemente claro el carácter criminal del nazismo alemán, el fascismo italiano y del militarismo japonés. !Nosotros, checos y eslovacos, después de largos titubeos y razonamientos, aprobamos una inofensiva Ley de declaraciones sobre los anos vividos sin libertad! Todo intento de inferir una responsabilidad personal por la injusticia y el sufrimiento infligidos a los ciudadanos ha sido por el momento un fiasco.

Cuando hoy en día observo el aumento de votantes del Partido Comunista de Bohemia y Moravia, se me ocurre una pregunta: .cómo hemos realmente entendido el humano gesto del presidente Havel? .No entendimos, por casualidad, que siempre es bueno estar en el bando de los vencedores; que la astucia y la falta de principios es el mejor modo de existencia; que al crimen no debe seguirle legalmente un castigo; que siempre es posible encontrar a un idealista que haga borrón y cuenta nueva frente a todas las bestialidades cometidas e, incluso, que cuanto más colaboremos en el mal y cuantos más seamos, menor será el riesgo de castigo?

Y así, recorre mi mente que no hay nada más verdadero, nada más comprometido, nada más purificador, que la postura de exigir responsabilidades hasta el final. Quizá deberíamos hacer algo diferente en aras de la libertad, la dignidad y el fortalecimiento de nuestro carácter y de nuestros descendientes.

Jiri Ruzek estudió Historia en la Facultad de Filosofía de la Universidad Carolina de Praga. Sin embargo, durante la mayor parte de los años 80 trabajó como peón forestal. En noviembre de 1989 fundó el Foro Cívico en Dobøichovice, donde más tarde llegaría a ser alcalde. Entre 1990 y 1994 desempeñó diferentes funciones en los servicios secretos. A partir de 1994, y hasta 1999, fue director de contraespionaje militar y, desde 2003, director de contraespionaje civil.