En la frontera de hormigón

Monumento de Hrabyne (Foto: Stepan Cernousek)
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En la segunda mitad de los años treinta del siglo pasado surgió "la frontera de hormigón" de Checoslovaquia, un sistema de fortificaciones a lo largo de la frontera nacional como defensa contra la Alemania hitleriana. En este Radioviajes vamos a visitar varios recintos conservados de la fortificación de la región de Ostrava, en la parte nororiental del país, una de las más importantes y que restaba casi completa en el año 1938, cuando los soldados checoslovacos se vieron obligados a abandonar sus fortines sin luchar porque la zona de los Sudetes fue ocupada en base al Tratado de Munich por las tropas nazis.

Monumento de Hrabyne  (Foto: Stepan Cernousek)
Iniciamos nuestro Radioviaje en Hrabyne, un antiguo pueblo silesiano situado a unos veinte kilómetros al noroeste de Ostrava, que a finales de la Segunda Guerra Mundial, en abril de 1945, fue testigo de las más encarnizadas luchas entre las tropas hitlerianas y el Ejército Rojo que se abría paso para liberar la metrópoli industrial de Ostrava. Siete días se luchó por Hrabyne, y al final casi todo el pueblo quedó en ruinas.

Para conmemorar esta batalla, en abril de 1980 fue inaugurado en Hrabyne un gigantesco monumento y museo, que hoy día alberga varias exposiciones dedicadas a la Segunda Guerra Mundial. Junto al monumento se encuentran un cementerio simbólico de las víctimas de la guerra y un museo al aire libre de carros de combate y armamentos.

En Hrabyne nació en el año 1880 Karel Englis, quien fuera ministro de Finanzas de la joven República Checoslovaca independiente y último rector de la Universidad Carolina de Praga antes del golpe de Estado comunista de 1948.

Alcaldesa de Hrabyne,  Zdenka Jordánová  (Foto: Stepan Cernousek)
Karel Englis no es la única personalidad significativa que ha pasado por Hrabyne, apuntó la alcaldesa del pueblo, Zdenka Jordánová.

"En el año 1924 visitó Hrabyne el primer presidente checoslovaco Tomás Garrigue Masaryk. En 1946 vino el presidente Edvard Benes con un programa para la Silesia devastada por la guerra. En 1968 el presidente Ludvík Svoboda colocó la primera piedra del Monumento de Hrabyne. Y con motivo del aniversario de la liberación visitó nuestro pueblo en el año 2000 el presidente Václav Havel".

Hace 33 años surgió en el pueblo un centro de rehabilitación que en la actualidad ofrece tratamiento a 420 personas con graves deficiencias físicas de toda la antigua Checoslovaquia.

Antes de abandonar este pueblo silesiano, que recibió su nombre según el hojaranzo, que vegetaba en los bosques cercanos, en checo se dice "habr" - por ello Hrabyne, mencionemos una curiosidad local que puede interesar sobre todo a nuestros oyentes argentinos. Cedemos la palabra a uno de los habitantes de Hrabyne, Stanislav Exner.

Stanislav Exner  (Foto: Stepan Cernousek)
"Argentina, así llamaban ya nuestros abuelos una parte de Hrabyne que se encuentra al extremo del pueblo. No sé porqué. Una vecina guarda en casa una carta que le enviaron sus familiares de Alemania. En el sobre pusieron como dirección ´Argentina´. La carta viajó por todo el mundo, incluso a la misma Argentina, antes de llegar a su destino correcto, a Hrabyne".

De Hrabyne nos dirigimos por carretera rumbo norte. Tras unos dos kilómetros divisamos a la derecha la colina Padarov cubierta por un bosque de fronda que invita a pasear. Hace 60 años no crecía aquí ni un árbol para impedir que se obstaculizara la vista desde las fortificaciones de defensa.

Hay varias en este lugar. La fortificación denominada Smolkov resulta "invisible" para el público. El acceso está cerrado por una valla, ya que los espacios subterráneos de la fortificación son utilizados por el Ejército de la República Checa como almacenes militares.

Sin embargo, al subir la colina se levantará ante nosotros la fortificación de Padarov. Sus paredes llevan huellas de proyectiles, que testimonian que los alemanes probaron durante la Segunda Guerra Mundial la resistencia de la fortificación. Aquí los soldados de la Alemania hitleriana realizaron un curioso experimento.

Jan Polásek  (Foto: Stepan Cernousek)
En la fortificación de Padarov probaron redes de tejido metálico flexible que debían servir para captar bombas. Se pensaba utilizar estas redes como protección ante los ataques aéreos contra grandes ciudades alemanas.

De Padarov nos trasladamos a Hlucín-Darkovicky, donde se ha conservado un complejo de fortificaciones que se convirtieron en museo al aire libre. Los visitantes pueden entrar en dos fortines de hormigón de infantería reconstruidos según los planos del año 1938.

El aspecto exterior de los fortines, así como sus interiores, el sistema de barreras, las armas y los uniformes militares de la época expuestos corresponden a las condiciones en el momento en que los soldados checoslovacos tuvieron que abandonar las fortificaciones.

Padarov  (Foto: Stepan Cernousek)
Además de ver una fortificación auténtica, el visitante tiene la oportunidad de encontrarse personalmente con los que realizaron la reconstrucción de los búnkeres. Uno de estos aficionados es el señor Jan Polásek, de 81 años de edad. Gracias a él podemos admirar en Darkovicky un cañón de plaza modelo 36, el único ejemplar conservado completo en la República Checa.

"Encontramos los restos de este cañón en un búnker en las cercanías de Opava. En 1945 los alemanes estaban preparados allí para defenderse. Luego tuvieron que retirarse ante un ataque soviético, pero antes volaron el fortín por los aires. Fue por el año 1967 cuando descubrimos el cañón y yo me dije entonces que no podíamos dejarlo allí. Si no se lo llevaron los alemanes, ni los soviéticos, había que salvarlo. Con mis compañeros cargué el cañón en una camioneta y nos fuimos. En Opava nos detuvo la policía y nos preguntó: ¿Qué llevan? Y yo contesté: Un cañón. ¿Qué, un cañón? ¡Nunca hemos escuchado tal estupidez! Pero nos dejaron continuar. Yo guardaba el cañón en mi casa, luego en el trabajo, y después otra vez en casa hasta instalarlo al final aquí".

Padarov  (Foto: Stepan Cernousek)
Los fortines de hormigón de Darkovicky impresionan por una serie de detalles interesantes. Pasamos por una central telefónica, podemos mirar un sistema de filtros de ventilación o un pozo de casi 50 metros de profundidad.

Los fortines poseían su propia "central eléctrica". La electricidad se generaba con un grupo electrógeno diesel, según nos explicó la guía Karin Blokesová.

"En caso de avería o de no poder utilizarse el grupo electrógeno, había que producir la energía manualmente. Dos soldados hacían girar un manubrio, alternándose cada diez minutos. El grupo electrógeno diesel era refrigerado con agua. El calor que se generaba se distribuía junto con el aire por el edificio, sirviendo a la vez como calefacción".

Este ha sido el sonido del grupo electrógeno diesel. Ven, o mejor dicho pueden escuchar que el equipamiento de Darkovicky funciona hasta la fecha. Durante un estado de paz el fortín más grande de Darkovicky estaba ocupado por 19 soldados, que eran relevados después de una semana por sus compañeros ubicados en la cercana ciudad de Hlucín. De allí les transportaban asimismo diariamente comida caliente. Durante un estado de sitio el fortín podía ser habitado hasta por 36 hombres, y las reservas de alimentos y municiones eran para quince días.

Los soldados ordinarios compartían cama de a dos, alternándose después de un servicio de doce horas, explicó Karin Blokesová, agregando otra curiosidad de las fortificaciones de Darkovicky.

"Ya en el año 1936 había aquí inodoros, lo cual era una peculiaridad de las fortificaciones checoslovacas. Otro adelanto técnico eran los depósitos especiales instalados bajo los retretes en los que las heces se pudrían, y así salía al exterior por los conductos casi agua pura".

Concluimos nuestro Radioviaje a las fortificaciones de Moravia del Norte con unas palabras que pronunció un especialista militar estadounidense después de visitar los fortines de hormigón de Darkovicky:

"He tenido la oportunidad de ver las fortificaciones de la Atlantikwall (la Muralla del Atlántico) edificada por los nazis, así como las fortificaciones de la Línea Maginot francesa. Tengo que constatar que la calidad y la eficiencia de la fortificación checoslovaca tiene un nivel técnico más alto, que no se puede comparar con las mencionadas anteriormente".