Emil Holub y su peligroso viaje al sur de África
Emil Holub, oriundo del pueblo de Holice, en la Región de Pardubice, es para los checos lo que David Livingstone para los británicos. Inspirado en su cuaderno de viaje, Holub decidió explorar territorios de África entonces aún desconocidos.
Durante sus estudios de medicina, Emil Holub conoció en Praga a las principales figuras del Renacimiento Nacional Checo. Entre ellos se encontraba Vojtěch Náprstek, un acaudalado patriota, etnógrafo y mecenas, que ayudó a Holub a reunir los recursos necesarios para convertir sus sueños en realidad. El joven entusiasta también contó con el apoyo de su Holice natal, ya que varios vecinos no vacilaron en brindarle fondos para que emprendiera sus viajes. Su primer gran expedición se llevó a cabo en mayo de 1872, a la actual República Sudafricana. Jitka Koudelková, del Museo Africano Dr. Emil Holub en Holice, señaló para Radio Praga Internacional que su debut viajero transcurrió con pocos recursos, sin dominio de idiomas, pero con mucho entusiasmo.
“Holub abrió su consultorio médico cerca de la actual ciudad de Kimberley. Durante los primeros siete años realizó tres expediciones. Era un gran investigador y coleccionista. Emprendió viajes por el desierto Kalahari y la cuenca del río Zambeze, entre otros, y envió a su amigo Vojtěch Náprstek muchos materiales etnográficos o geológicos, así como muestras de la fauna y la flora. Náprstek organizó varias exposiciones gracias a las que los checos empezaron a conocer el nombre de Emil Holub”.
No sirvió a los intereses coloniales
Emil Holub regresó de África como un viajero experimentado. Las más de 30.000 muestras que envió a su país, así como los artículos que publicó en los rotativos locales hicieron resonar su nombre cada vez más. Holub es también el autor del primer mapa detallado de la zona de las cataratas Victoria y el único que realizó un estudio etnográfico de las tribus de las regiones del sur de África. Gracias a todos estos logros llegó a encontrarse en una posición ideal para atraer patrocinadores y reunir fondos para sus expediciones, pero había principios que no pensaba violar por ninguna razón, afirma Jitka Koudelková.
“En la década de los ochenta del siglo XIX se registró un gran auge del colonialismo, muchos monarcas europeos querían aprovechar la experiencia de los viajeros para expandir sus dominios hasta nuevos territorios. El rey belga Leopoldo ofreció a Holub una gran cantidad de dinero para que trabajara para él, pero el lema de Holub era claro: ‘Quiero servir solo a la ciencia y a mi patria’, así que rechazó la propuesta y siguió en busca de recursos”.
En aquel entonces, el viajero entabló amistad con el príncipe Rodolfo, hijo del emperador austrohúngaro Francisco José I, y su padre concedió a Holub mucho dinero de sus recursos personales. Como el Imperio Austrohúngaro no tenía ambiciones territoriales, el viajero aceptó la ayuda ofrecida y emprendió su segundo viaje bajo los auspicios imperiales.
Los peligros de la curiosidad juvenil
Holub viajó de nuevo a África, esta vez en compañía de su esposa Rosa y de seis exploradores. El viaje fue una gran aventura, pero no precisamente afortunada, aclara Koudelková.
“Holub llegó a ser el primer hombre blanco en pisar el territorio de la tribu de los mashukulumbas. Esa visita fue su perdición porque la tribu era agresiva y malvada. Holub fue advertido sobre evitar el territorio, pero quizás por su curiosidad juvenil, insistió en viajar allí. Un miembro de su grupo fue asesinado, Holub perdió sus cosas y tuvo que acabar la expedición, para salir con vida”.
Rosa, la esposa de Holub, era 16 años más joven que él, y gracias a su entusiasmo al deporte, idiomas y su naturaleza aventurera era una compañera de viaje ideal.
“En poco tiempo, Rosa consiguió aprender varias lenguas africanas. Como era joven y guapa, negociaba con facilidad con oficiales, aduaneros, pero también con los jefes de las tribus. Esto no le salió muy bien en el territorio de los mashukulumbas, cuyo rey quería acabar con todo el grupo y quedarse con Rosa como una de sus esposas, lo que afortunadamente no sucedió”.
Rosa desempeñó un papel crucial en la expedición. En tiempos críticos, apoyó al grupo, cuidando a sus miembros, cocinaba, atendía a los heridos e incluso aprendió a disecar animales pequeños.
Una exhibición generosa, pero no rentable
Holub decidió organizar una gran exposición para presentar el continente africano en el Palacio de las Ferias, en Praga. Los más de 13.000 artefactos llegaron a la capital checa en 72 vagones de cuatro trenes. Holub deseaba que su exhibición pudiera ser visitada por el mayor número de personas posible. La exhibición fue visitada por más de 700.000 personas.
Emil Holub se llevó una gran decepción cuando sus colecciones africanas fueron rechazados por el Museo Nacional Checo por motivos de falta de espacio. El viajero no logró encontrar espacio para albergar de forma permanente sus colecciones y empezó a venderlas o a donarlas a museos.
El desilusionado Emil Holub viajó en 1894 a Estados Unidos donde permaneció dos años impartiendo conferencias sobre sus viajes. La malaria y otras enfermedades tropicales que había padecido en África repercutieron negativamente en su salud. Murió de cáncer en 1902 en Viena. El periodo posterior no fue fácil para su esposa Rosa, pero con la ayuda de los vecinos de Holice, el pueblo natal del viajero, llegó a subsistir.
Holice no sólo ayudó a Holub a iniciar sus expediciones en busca de los secretos del continente africano, sino que mantiene vivo su legado a través del Museo Africano Dr. Emil Holub. El viajero pasó un total de 11 años en África y resumió sus experiencias en dos fantásticos libros de viajes.
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