El fútbol a sol y sombra
Como tantos otros españoles, Jaime Fernández Navarro llegó a Praga por trabajo y, luego de conocer a su mujer y tener un hijo con ella, decidió quedarse. Pero tanto extrañaba el fútbol que no tardó en convertirse en el entrenador del equipo amateur SK Čechie Smíchov. En esta entrevista, el apasionado director técnico nos habla de sus valores, de sus principales referentes y hasta revela por qué el fútbol marcó tanto su vida.
Hace unas semanas, el español Jaime Fernández Navarro pidió auxilio en un grupo de Facebook: solicitaba que alguien hábil con los números pudiera llevar adelante las finanzas del equipo que entrena, el SK Čechie Smíchov, un club de la séptima categoría del fútbol checo que está por cumplir ciento veinte años de vida. A pesar de tanta historia, lamenta Jaime que, a diferencia de lo que sucede en España, en Chequia nadie se ocupe de los clubes amateurs y, por eso mismo, decidió pedir una mano a la comunidad hispanohablante. Sin embargo, en cuanto a lo deportivo, él mismo se encarga de aclarar que los resultados están muy lejos de arrojar números en rojo.
“El año pasado nos fue bien: no ganamos la liga por un gol de diferencia con el primero, pero aun así pudimos subir de categoría y como goleador quedó un jugador nuestro que es un chico de Colombia al que quisieron fichar, al igual que a otro jugador nuestro croata, porque es normal que quieran fichar a jugadores atractivos, yo me lo tomo como un halago”.
Proveniente de Murcia, Jaime llegó a Praga por trabajo. En la capital checa conoció a su mujer y tuvo un hijo, por lo que no tardó nada en instalarse definitivamente. Además de ocuparse de su trabajo, dedica todo el tiempo que puede al rol de entrenador del primer equipo de Smíchov. Cuenta que su plantel lo conforman jugadores de una edad muy variada, que va de los diecinueve a los cuarenta años, provenientes de la escuelita del club, de la que salió nada menos que Antonín Puč, uno de los protagonistas de la final del mundial de Chile 1962, aunque también hay checos que se han formado en otros equipos y extranjeros que él mismo se ha encargado de traer.
Un fervoroso mal jugador
La relación de Jaime con el fútbol comenzó mucho antes de defender los colores del SK Čechie Smíchov. Sin ir más lejos, también se desempeñó como entrenador infantil y captador de Sparta. Además, su abuelo jugó al fútbol en la segunda división de España durante la década del treinta. Y aunque ni él ni sus hermanos llegaron a convertirse en futbolistas profesionales, él asegura que, desde siempre, vivieron a merced de su potente influencia.
“Nos hemos educado en la idea de verlo todo a través del prisma del fútbol. Entonces, cuando había un problema, eso se traducía en términos de un ‘partido complicado’, cuando había una ruptura sentimental hablábamos de ‘fichaje’, siempre lo leíamos todo en el lenguaje del fútbol y luego creo que la mía es la última generación de personas que nos hemos criado en la calle jugando al fútbol y eso hizo mucho porque, de hecho, de mi clase en el colegio salimos tres entrenadores”.
“Escuela de idiomas, deporte al aire libre y guardería, yo era todo y, además, muy barato”.
Jaime Fernández Navarro
Como todo buen entrenador, Jaime cree en el poder de las ilusiones pero al mismo tiempo tiene los pies en la tierra. Y, en ese sentido, tiene en claro que hay un error muy típico que suelen cometer los hispanos al llegar a Praga: creer que van a poder destacarse en cualquier partido de fútbol por el solo hecho de formar parte de una sociedad muy futbolera cuando, en su opinión, Chequia cuenta con grandes jugadores y entrenadores. Fanático del Real Murcia que es, según cuenta, el club que más títulos ganó en la segunda división de España, no debería llamar la atención que alguien como él siga tan conectado al fútbol, incluso en su país de adopción.
“Yo era muy mal jugador, pero tenía mucho interés en el fútbol y empecé a entrenar en España. Cuando llegué aquí quise continuar, pero me empezaron a aparecer todas las barreras del idioma y la cultura, pero me encontré con que en Kunratice buscaban entrenador para la categoría de diez años y aunque me advirtieron que el idioma podía ser un problema, necesitaban una mano y me dejaron entrenar. La cosa fue bien, a tal punto que yo empecé allí con unos doce jugadores y, en cuestión de tres meses, tenía veinticinco porque no solo entretenía a los nenes y les enseñaba a jugar al fútbol: les tenía que hablar en inglés y para los padres era una doble motivación llevar a los nenes ahí porque era escuela de idiomas, deporte al aire libre y guardería, yo era todo eso y, además, muy barato”.
Tan exitosa fue esa primera incursión de Jaime en el fútbol checo que, en ese mismo club, le terminaron contratando entrenadores asistentes. Sin embargo, él nunca ha cobrado un sueldo por ese trabajo y, de hecho, su actual club solo le paga la gasolina que consume para llegar a los partidos y los entrenamientos. Por supuesto, tampoco cobra ninguno de sus jugadores y hasta cuenta que ellos mismos se pagan la ropa. Es decir que todos juntos realizan un gran esfuerzo por amor al deporte, lo cual también le impone a él, como entrenador, ciertos límites.
“A los jugadores amateurs se les mete mucha presión en países como España o Argentina, pero yo aquí no puedo hacer eso porque ellos me están regalando su tiempo libre que le están quitando a su trabajo, a su familia, a su pareja. Yo puedo exigir aquí que la gente sea puntual, pero si viene una persona y me dice que ha tenido que salir diez minutos más tarde del trabajo, yo no le puedo poner una multa”.
Fútbol en voz baja
“Yo aquí tengo a mi familia más cercana que es mi mujer y mi hijo, y luego a mi familia del fútbol que son los jugadores y esta es mi casa del fútbol, que es mi club”.
Jaime Fernández Navarro
Considera Jaime que, a excepción de los principales clubes de la primera división, el fútbol checo carece de ambiente y afición. Y eso es, justamente, lo que más extraña de España. De hecho, cuenta que él es muy amigo de Néstor Albiach, un futbolista español que ahora se desempeña en un equipo de India, pero jugó nada menos que en Sparta. Jaime recuerda, con tono resignado, que cuando iban a comer juntos a un restaurante nadie se acercaba ni siquiera a saludarlo, algo que en un país más futbolero resultaría inconcebible. Sin embargo, trata de convertir en una fortaleza esa aparente desventaja: como en su equipo hay un croata, un francés, un español y un argentino él fomenta mucho la unión y el sentido de pertenencia porque está convencido de que eso puede darles a sus dirigidos la sensación de volver a sentirse como en casa.
“Este ejemplo se lo pongo mucho a mis jugadores: yo no tengo aquí a mi familia, yo aquí tengo a mi mujer y a mi hijo y luego tengo a mis jugadores. Y no tengo nada más: lo más cercano que tengo es a mis padres que están en España o mis hermanos y mis amigos. Yo aquí tengo a mi familia más cercana que es mi mujer y mi hijo y luego a mi familia del fútbol que son los jugadores y esta es mi casa del fútbol, que es mi club”.
Jaime llegó al SK Čechie Smíchov en el año 2017, una época difícil porque el equipo se encontraba en el último lugar de la tabla de posiciones. Luego de varios años de gran desempeño, se alejó durante la época del covid porque le pareció que el ciclo estaba cumplido. En esa época el club descendió dos veces de categoría y cuando el año pasado surgió la posibilidad de volver, afirma que ni siquiera lo dudó. Se habían ido muchos jugadores y tuvo que empezar casi desde cero. Hoy, con mucha más experiencia, tiene en claro que él viene a aportar soluciones, no a imponerlas. Y, mientras tanto, por nada del mundo pierde de vista su gran objetivo.
“Bilardo, el Coco Basile y, sobre todo, Simeone son mis referentes por lo que el objetivo en mi carrera como entrenador es ganar el domingo que viene el partido. Y si me lo preguntas la semana que viene te volveré a decir lo mismo: que mi objetivo es ganar el siguiente partido. No aspiro a ser profesional ni a dirigir al Bayer de Múnich, yo aspiro a ganar el domingo y el domingo a la noche aspiraré a ganar el domingo siguiente, eso es lo único que quiero: que mis jugadores ganen y ganen y ganen y, sobre todo, disfruten porque el único pago que tienen aquí es disfrutar”.
Reconoce Jaime que también es posible disfrutar cuando uno pierde, siempre y cuando se haya dejado hasta la piel en la cancha. Y eso es, precisamente, lo que él mismo hace cada día de su vida, en su rol de entrenador en un pequeño pero muy competitivo equipo amateur de fútbol checo.