El controvertido tanque rosa cumple 75 años
Primero simbolizó la liberación de Praga, después se convirtió en un recordatorio del dominio de la Unión Soviética sobre Checoslovaquia. El famoso carro de combate se inauguró en Praga hace 75 años.
En la Checoslovaquia comunista, los niños dibujaban desde pequeños el tanque número 23. Aparecía también con frecuencia en los libros escolares y en las películas. El tanque se convirtió en el símbolo de la liberación de Checoslovaquia por el Ejército Rojo al final de la Segunda Guerra Mundial.
Tras la guerra, fue colocado en lo que es hoy la plaza Kinský en el barrio praguense de Smíchov. La inauguración se celebró el 29 de julio de 1945 en un gran evento, al que asistió, entre otros, el famoso mariscal Iván Kónev.
Tras el golpe comunista en 1948, el tanque número 23 fue declarado monumento nacional cultural. Los niños en la escuela aprendían que ese era el tanque que entró primero en Praga durante la liberación en mayo de 1945. En realidad, el tanque expuesto nunca participó en la operación, incluso se trató de otro tipo. En lugar del famoso modelo T-34, el Gobierno soviético encargó que expusieran un carro más grande y nuevo, el modelo IS-2, explica el historiador Kamil Činátl.
“Para que el tanque luciera más imponente sobre el pedestal, los soviéticos colocaron un modelo más grande. No se trata del tanque auténtico por más que la propaganda de los años 1950 intentara divulgar esta leyenda”.
Unos diez años más tarde, los comunistas encargaron que le quitaran al tanque el motor y la caja de cambios. Temían que alguien pudiera utilizar el carro de combate en su contra, ya que eso fue lo que había pasado durante el sublevamiento antisoviético en Hungría.
Con el paso de la historia, el simbolismo del tanque fue generando más y más polémica. Con la invasión del Ejército del Pacto de Varsovia en 1968, para una parte de la sociedad se convirtió en símbolo de la agresión soviética. Tras la Revolución de Terciopelo en 1989 comenzaron a alzarse voces que pedían que fuera eliminado.
Unos tres años más tarde, en 1991, el famoso artista David Černý, entonces un estudiante de 23 años, pintó el tanque de rosa. Nunca se imaginó que su acto generaría tanto alboroto, tanto entre el público como por parte del Gobierno soviético, según comentó en ese entonces.
“No me esperaba una reacción tan agitada. Si fuese un monumento a los soldados del Ejército Rojo, sería otra cosa. Pero un tanque es un tanque, por naturaleza una máquina hecha para matar que nunca será otra cosa”.
Černý fue arrestado por la policía y acusado de vandalismo. Visto que se acercaba el aniversario de la liberación de Checoslovaquia, las autoridades encargaron que volvieran a pintar el tanque de verde. No obstante, un grupo de 15 diputados y miembros del Foro Cívico aprovecharon su inmunidad y volvieron a pintar el tanque de rosa.
El acto fue condenado por el entonces presidente, Václav Havel. No obstante, el tanque se quedó así, rosa, y nunca volvió a su color original. El acto de David Černý fue defendido ante el ministro de Justicia de entonces por uno de los diputados del Foro Cívico, Vladimír Čech. Čech apuntó que las acciones penales contra Černý no eran justas y que solo lo serían una vez que los funcionarios del antiguo régimen fueran hechos responsables por haber destruido monumentos mucho más importantes. Finalmente, Černý fue puesto en libertad.
Poco después, el famoso tanque número 23 perdió su estatus de monumento cultural nacional. Fue retirado del centro de Praga durante una remodelación y nunca volvió a su sitio. Fue trasladado al Museo de Tecnología Militar de Lešany, donde los visitantes pueden apreciarlo hasta el día de hoy.