El arte en los tiempos del coronavirus
Adam Vačkář es uno de los representantes más originales del arte checo contemporáneo. Estudió en Francia y expuso en las mejores galerías del mundo. Sus intervenciones transmiten ideas distópicas y suelen abordar, desde distintos enfoques, los vínculos entre el ser humano y la naturaleza. En esta entrevista repasa su evolución artística y reflexiona acerca de lo que él considera un nuevo cambio de paradigma mundial a partir de la actual pandemia.
Estudió casi diez años en la Academia de Artes de París y también vivió en Tokyo, gracias a una residencia artística. Expuso en algunas de las mecas del arte moderno como el Centro Pompidou, la Galería Nacional de Praga, el Museo Morsbroich de Leverkusen en Alemania y el MALBA de Buenos Aires.
Los viajes y el movimiento son un factor fundamental en la obra de Adam Vačkář, uno de los artistas checos más destacados de la actualidad que, ya alrededor de los quince años, empezó a tener en claro hacia dónde quería dirigir su vida.
Y aunque muy pronto se interesó por la propuesta de algunos surrealistas, la primera y gran influencia en este artista multidisciplinario que combina las bellas artes con el trabajo audiovisual y la danza hay que buscarla en su círculo más íntimo.
“En mi familia tenemos muchos artistas: mi padre es guionista y un experto sobre la cultura japonesa, su padre a su vez era autor de obras teatrales y compositor, mientras que mi tío también se dedicaba a la pintura, entonces el arte era algo que ya estaba en mi familia y para mí era algo muy natural pero además yo sentí la necesidad de moverme en el campo de la estética del arte”.
Con solo 18 años Vačkář viajó a Japón gracias a una residencia artística que le permitió estudiar caligrafía y también el idioma que hoy habla a la perfección, a tal punto que su maestra lo felicitó por aprender en menos de 12 meses lo que los locales lograban recién en cinco años. Desde entonces realiza en forma esporádica documentales para la televisión nipona que lo ayudaron a descubrir distintos sitios a lo largo del mundo pero también a entender mejor su propio país.
De su madre heredó el interés por la naturaleza, uno de sus grandes temas. Sobre todo a partir de una experiencia que tuvo en la cordillera del Atlas, en Marruecos. Un paisaje natural extraordinario pero con mucha basura donde, por ese entonces, no existía ningún plan de reciclaje. A Vačkář se le ocurrió juntar algunos envoltorios y envases que luego llevaba a los colegios de la zona para sembrar conciencia ecológica entre los estudiantes.
Desde entonces, el abordaje de la naturaleza en su arte fue tomando múltiples direcciones vinculadas con el activismo ecológico, la reflexión crítica sobre la sociedad de consumo y una cierta atmósfera de distopía que suele estar muy latente en sus trabajos.
“Para mí el arte es una herramienta que me permite explorar diversos temas y moverme en distintas direcciones y nunca aburrirme con lo que hago, es una herramienta que me permite reinventarme a mí mismo”.
En 2003, por ejemplo, realizó una intervención que consistía en mezclar el contenido de cuatro productos de marcas líderes (gaseosa, café, kétchup y crema de avellanas) para luego rellenar cada uno de los envases con una especie de masa gris que había surgido como resultado de la mezcla.
Vačkář tomó una foto del experimento con la que intervino una marquesina publicitaria del metro de Praga. Por supuesto, el tema del consumo sigue estando presente en la actualidad aunque bajo la nueva perspectiva que trajo la pandemia del coronavirus.
“La experiencia de tener que arreglarnos con poco y concentrarnos en lo que hacemos y en lo que tenemos que cambiar fue un shock. El mundo nunca experimentó una clausura semejante y aquel milagro económico del eterno crecimiento que nos iba a salvar cambió completamente y en ese sentido la codicia y el miedo son, a mi entender, lo que más profundamente nos puede lastimar, siempre queremos más en esta cultura del consumo”.
Vačkář piensa que el cierre inicial de las fronteras, en algún punto, hizo recordar a muchos checos los tiempos de comunismo. Afirma que la realidad de la pandemia exige cierta cooperación y creatividad, y considera que, en su caso, puede ser una ocasión favorable para acompañar con el arte lo que él entiende como un cambio de paradigma. Aunque aclara enseguida que él prefiere no hacerlo de una forma demasiado directa o lineal.
De hecho, hace casi un mes organizó una performance muy especial en el festival de danza Tanec Praha: tres mujeres seguían una coreografía al aire libre con la particularidad de que tanto sus manos como sus pies estaban adheridos a unas largas e incómodas ramas que prácticamente les impedía el traslado. La muestra tuvo muy buena repercusión por parte de los espectadores que, cada uno con sus propias interpretaciones, se mostraron sorprendidos por esa propuesta que va a repetirse en algunas presentaciones durante el mes de septiembre.
“Encontramos muchos conceptos para trabajar respecto al vínculo entre el cuerpo y la madera o la naturaleza, la restricción del movimiento. Eso es muy importante porque las bailarinas tienen que lidiar con esos troncos que son muy pesados y con la imposibilidad de moverse en forma normal durante la coreografía, y eso es otra cosa interesante sobre el coronavirus: hacerle frente a ciertas dificultades que te vuelven más creativo”.
En ese sentido es que Vačkář nota cierta similitud con la época del comunismo, cuando también era necesario sobreponerse a las adversidades con creatividad, por ejemplo convirtiendo algunos domicilios en teatros o distribuyendo de manera clandestina algunos libros prohibidos. En efecto, cuenta emocionado que hace no mucho tiempo encontró una edición en samizdat que había copiado su abuelo sobre la filosofía del yoga.
Por supuesto que hoy el contexto es completamente distinto y se cuenta con un aliado muy eficaz que es la tecnología y, sobre todo, internet, tal como el propio Vačkář pudo comprobar durante una muestra virtual que realizó en plena cuarentena, desde Praga, para una galería francesa ubicada en Eslovaquia.
“Hice una exposición virtual desde mi estudio porque no se podía viajar y luego saqué fotos, esa es la ventaja del mundo digital: nos permite publicar y hacer muchas cosas a pesar del aislamiento, hay una nueva realidad que existe en este espacio virtual compartido, puedo presentar mi trabajo en plataformas digitales y gente de Japón, América o Italia pueden verlo en forma simultánea”.
Vačkář agrega que, en esa ocasión, una curadora italiana publicó la muestra en sus redes y entonces su arte pudo llegar a una audiencia mucho más amplia, lo cual es notable porque el reducido grupo de personas que hubieran podido asistir en el mundo real se transformaron en miles gracias a internet.
Lo cierto es que lejos de paralizarse con la situación actual del arte que también debe atravesar la crisis de la pandemia, Vačkář demuestra sus ganas de seguir trabajando de manera muy activa y, por cierto, tiene varios planes por delante.
“Quiero hacer una exposición con algunos elementos que recolecto de bosques: los traigo a mi estudio, les cambio la superficie y los recubro con bronce, aluminio o plástico para luego volver a llevarlos a la naturaleza. Y estoy planeando una película sobre un abordaje analítico de la naturaleza a partir del trabajo con biólogos que investigan, por ejemplo, el cerebro de las aves. Un abordaje integral ya que ese análisis es lo opuesto a la intuición sobre la naturaleza y me interesa trabajar en esos polos opuestos”.
En definitiva, su idea es realizar una operación artística que pueda integrarse con otros discursos y perspectivas propios de la ciencia. Una propuesta tan original como acertada si tenemos en cuenta que es justamente en los momentos más críticos cuando el arte adquiere, tal vez, mayor relevancia y proximidad con su público.