¿Discriminan los checos a personas de otras nacionalidades?
"Los checos son xenófobos", "me siento discriminado en este país", "me golpeó un grupo de cabezas rapadas, sólo por tener la piel oscura", esta y otras frases han podido oírse entre extranjeros que residen en la República Checa, cuyas experiencias les llevan a concluir que los checos son intolerantes con quienes poseen un aspecto diferente al de ellos. Pero, ¿son xenófobos los checos?, ¿Qué lleva a algunos ciudadanos de éste país a comportarse diferente con los extranjeros?
Para saberlo, conversaremos con personas de varias nacionalidades que residen en este país, y cuyos testimonios quizá nos ayuden a responder algunas de estas interrogantes. El primero de ellos es Cesar, un joven peruano, que piensa que con el tiempo el país debería abrirse más a los extranjeros, lo que ayudaría a que personas de diversas procedencias, razas y religiones aprendieran a comprenderse y convivir en armonía.
Cesar cree que no sólo los extranjeros pueden llegar a ser discriminados en este país, refiriéndose al trato que recibe a veces la comunidad gitana checa.
Por su parte Iveta, una joven gitana, asegura que tanto ella como sus amigos y familiares de origen gitano, son víctimas de permanentes manifestaciones de racismo por parte de sus propios compatriotas. "Me siento discriminada en mi propio país. Pongo un ejemplo: cuando entro en un almacén, de inmediato el jefe del negocio se acerca para controlar si estoy robando. En el metro la gente me mira como si fuera un parásito, sólo por mi color de piel. La xenofobia puede llegar a niveles extremadamente peligrosos: es cosa de recordar lo ocurrido recientemente en la ciudad de Svitavy, donde un joven gitano fue brutalmente asesinado por un cabeza rapada", indica la joven checa.
Entretanto agrega que, en muchos casos, el color de la piel puede resultar un factor determinante, por ejemplo, a la hora de buscar empleo en la República Checa. "A los gitanos no les damos empleo, me dijeron, indirectamente, por supuesto. Cuando llamé fueron bien amables y me aseguraron que habían vacantes, pero al llegar a la entrevista el jefe de esa empresa me dijo... ah, lo siento pero ya tenemos las plazas ocupadas. Yo en un tono arrogante le pregunté si era verdad o se debía al hecho de que no soy blanca y el me respondió: así es, no queremos gitanos en esta compañía", sostiene Iveta.
¿Cabe preguntarse entonces, influye en el trato que recibe un extranjero su color de piel, religión o procedencia? Nicolás, de Escocia y de tez "blanca", confiesa no haber tenido nunca problemas por el hecho de venir de otro país, sin embargo, sabe de casos de compatriotas suyos que han vivido situaciones realmente desagradables en la República Checa, debido al color de su piel. "Esto ha sucedido con personas de origen asiático, africano o árabe", explica Nicolás. "Ahora, cabe preguntarse si los checos son xenófobos o no... Yo pienso que sí, y lo atribuyo al hecho de que después de la Segunda Guerra Mundial la sociedad checa comenzó a tomar un carácter más bien homogéneo; antes existían grandes comunidades de judíos, alemanes, en fin, pero luego los casos de extranjeros eran contados con los dedos. Creo que en aquellas sociedades donde conviven personas de diversas nacionalidades la gente es más tolerante y viceversa. Los checos quizá son así, porque es una sociedad que casi no tiene negros, asiáticos o grandes comunidades de extranjeros", concluye el ciudadano escocés.
Tras la caída del comunismo en Europa del Este, se abrieron las fronteras y muchos extranjeros comenzaron a viajar y establecerse finalmente en este país. Ese es el caso de Olaf, un joven alemán, que dice que, a pesar de haber encontrado en este país muchas dificultades para adaptarse, los checos se han encargado de hacerlo sentir en su propia casa.
"En lo personal no me siento apartado, ni mucho menos discriminado en este país", confiesa Olaf. "Sin embargo, como extranjero resulta a veces complicado resolver problemas de carácter administrativo, debido a la burocracia de este país y a la dificultad del idioma checo que crea una barrera entre el extranjero y los ciudadanos de la República Checa. Eso es quizá de lo único que me podría quejar... sin embargo, creo que la clave para incorporarse a la sociedad de este país, es relacionarse con checos", dice Olaf.
Muchas personas aseguran que no hay como la República Checa para vivir y que han hecho de este país su propio hogar. Ese es el caso de Elena, una ciudadana búlgara residente hace varios años en Praga.
"Vivo desde 1952 en la República Checa y durante todos estos años, jamás me he topado con manifestaciones de racismo o discriminación. Mis amigos búlgaros que viven en este país y que son muchos, tampoco han tenido problemas de este tipo. Tal vez se deba al hecho de que al legar a este país decidí con todas mis fuerzas incorporarme plenamente a la sociedad, siendo consciente de que nos habíamos trasladado con mi esposo para siempre", dice Elena explicando que la clave para integrarse tan rápido a este país fue aceptar desde un principio la mentalidad y las costumbres checas.
"Por ejemplo, las fiestas nacionales las celebro en casa igual que las fiestas búlgaras. Me acostumbré a la cocina checa, aunque me resultó difícil ya que la gastronomía búlgara es muy diferente... con el tiempo, sin embargo, comencé a encontrar deliciosa la comida checa, es más, la considero una de las mejores; creo que todo es una cuestión de voluntad", dice Elena y agrega que ni siquiera durante los años de la ocupación del país por las tropas del Pacto de Varsovia, del que también formaba parte Bulgaria, fue víctima de malos tratos o insultos de parte de los checos.