Blanka Matragi - diseñadora y modista que viste a princesas árabes

Hermosos vestidos que parecen estar hechos para las princesas de los cuentos de hadas, decorados con bordado, perlas o piedras preciosas y semipreciosas. Estos modelos que atraen por su originalidad, provienen del salón de la diseñadora y modista, Blanka Matragi, que viste a artistas, diplomáticas, así como a princesas de los países árabes.

El salón de Blanka Matragi no lo encontrarían en Praga u otra ciudad de la República Checa, sino en Beirut. La razón es simple: el amor no conoce fronteras. Hace más de veinte años, la joven checa, Blanka Kyselová, se enamoró en Praga de un estudiante de El Líbano, se casó con él y lo siguió a ese país.

Como mujer emancipada y de grandes ambiciones, Blanka no se quedó en casa de brazos cruzados, sino que intentó poner en práctica los conocimientos adquiridos en la Escuela de Artes Aplicadas en Praga. Los comienzos fueron difíciles, pero la señora Blanka Matragi no se daba por vencida. Su talento y laboriosidad fueron coronados con el éxito: un día se le pidió que hiciera un vestido de lujo para una princesa árabe.

"La primera vez que entré en un palacio real árabe fue en Abu Zabi, en los Emiratos Arabes Unidos, hace unos veinte años. Entonces mis creaciones no eran muy conocidas todavía y mis diseños no eran tan detallados en comparación con lo que suelo presentar actualmente. Pero a la princesa le gustaron y también le llamó la atención mi estilo de vestir, por lo que me encargó tres vestidos", recuerda Blanka Matragi los comienzos de su carrera profesional.

Desde entonces, Blanka Matragi se ha convertido en una diseñadora de moda de renombre mundial y sus exclusivos trajes largos son altamente apreciados por princesas, artistas o diplomáticas. Como afirma la señora Matragi, su mejor publicidad es cuando entrega a la cliente un trabajo perfecto.

"Cuando realizo el diseño del traje me pongo a pensar si su estilo convendrá a la mujer que lo encargó, si le irá bien a su figura y responderá a su carácter, a su modo de ser. El vestido llega a ser perfecto sólo cuando la mujer se siente segura de sí misma en él, cuando se acentúa su feminidad. Y esa es mi tarea y el mayor credo de mi trabajo", señala Blanka Matragi.

Independientemente del intensivo ritmo laboral que testimonia su admirable energía, Blanka Matragi reserva todos los años cierto tiempo para regresar a sus raíces, a su tierra natal. En la República Checa, según dice, cobra nueva fuerza y, paseando por Praga o por los frondosos bosques que abundan en este país, encuentra nueva inspiración para su trabajo.

Blanka Matragi nació en febrero de 1953 en la ciudad de Svetlá nad Sázavou, uno de los centros checos de la industria cristalera, situado a unos 120 kilómetros al este de Praga.

"También quise estudiar cristalería, porque mi padre era cristalero artístico y creo que heredé su talento, pero, después de terminar la escuela media de cristalería, me atrajo el diseño artístico, concretamente, el diseño de modas. Y llegué a graduarme en la Escuela de Artes Aplicadas de Praga. Aunque el cristal me gustaba mucho, nunca me he arrepentido de mi decisión, pues nunca llegaría a hacer cosas tan maravillosas", afirma Blanka Matragi.

No obstante, el contacto con el cristal la señora Blanka nunca lo ha perdido. Coopera con fábricas cristaleras de la República Checa, realizando diseños de juegos de cristal y bisutería. Al estar en su tierra de origen, visita frecuentemente los centros de cristalería y asume la fabricación de colecciones especiales, según sus diseños.

A pesar de ello, el lugar más importante en la carrera profesional de Blanka Matragi le sigue correspondiendo a la moda.

"Me alegra poder continuar con este trabajo y que mis modelos sigan gustando y sigan siendo solicitados por mis clientes. Es un impulso para mí".

La realización de algunos vestidos en el salón de Blanka Matragi lleva hasta tres semanas. Son bordados a mano y las telas teñidas personalmente por la señora Blanka con una técnica especial. Este minucioso trabajo le encanta a la modista. Es por ello, quizás, que a la pregunta de ¿por qué no hacía moda masculina?, respondió:

"¡Es tan aburrido eso! Claro, me refiero a la moda masculina, no a los hombres. Es siempre igual: solapas, chaquetas, pantalones, camisas, camisetas, corbatas".

La modista rechaza también las ofertas para hacer diseños de vestimentas prácticas para mujeres de clase media. Blanka Matragi admite que ese trabajo podría ser interesante, pero inmediatamente agrega que en la moda contemporánea hay mucho de eso y que a ella no le sobra tiempo. Insiste en que lo más importante en su trabajo es la calidad y no la cantidad.