Vyšehrad: historia, leyenda y resurgimiento de un símbolo checo
Un recorrido por Vyšehrad, la colina mítica donde confluyen la historia de Bohemia, las leyendas ancestrales y el resurgimiento cultural de la nación checa.
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Ubicada en una colina junto al río Moldava, apenas a unos kilómetros del corazón de Praga, Vyšehrad ofrece un oasis de serenidad que la mayoría de los turistas desconocen. Con sus imponentes vistas panorámicas y una atmósfera tranquila que contrasta con la bulliciosa vida de la Ciudad Vieja, este espacio ha sido testigo de más de mil años de historia.
Originalmente llamado "Castillo Alto", de su fortaleza medieval apenas quedan vestigios, reemplazados por los bastiones de una fortificación barroca. Dentro de las murallas que sobreviven, la vegetación se entrelaza con edificaciones religiosas y restos arqueológicos. En este rincón de Bohemia, se mezclan leyendas sobre heroínas y príncipes valientes, como la mítica princesa Libuše y el noble Horymír, con la rica historia de los gobernantes checos y el renacimiento de su identidad nacional.
Las leyendas que definen a Vyšehrad
Las historias que rodean a Vyšehrad son profundas y están arraigadas en la tradición popular. Uno de los relatos más antiguos narra que la princesa Libuše, conocida por tener el don de la profecía, vivió en esta colina junto con su esposo, Přemysl, el fundador de la dinastía premislita. Desde su atalaya en lo alto de Vyšehrad, Libuše lanzaba a sus amantes infieles al río Moldava. Además, según las crónicas del escritor checo Alois Jirásek, bajo la roca de Vyšehrad se esconde un ejército de caballeros caídos, listos para defender la nación checa en momentos de crisis, liderados por un león, símbolo del país.
Otra leyenda célebre es la de Horymír y su caballo Šemík, recogida también por Jirásek. Según la directora del Monumento Nacional de Vyšehrad, Miloslava Havelková, Horymír fue un noble condenado a muerte que logró escapar de sus enemigos saltando sobre el río Moldava con su corcel.
“Horymír fue un noble perseguido, luego de ser condenado a muerte. Tenía un caballo muy fiel, Šemík. Para escapar de sus perseguidores, cruzó con este caballo el río Moldava, de un salto, desde el castillo de Vyšehrad. Después, llegó hasta Umětely, donde se encuentra la presunta tumba de este fiel corcel que salvó a su amo de la muerte”.
De centro político a santuario religioso
En términos históricos, Vyšehrad no cobró importancia hasta el siglo XI, cuando el príncipe Vratislao II lo proclamó sede real. La construcción de la basílica de San Pedro y San Pablo durante su reinado marcó el inicio del su estatus religioso. Además, Vratislao, para asegurarse de no enfrentarse a su hermano arzobispo, estableció un cabildo directamente dependiente del Papa, con lo que fortaleció así su poder sin interferencias de la Iglesia local, según cuenta Havelková.
“El castillo de Praga, como asentamiento, ya era entonces más importante. Vratislao estaba muy conectado con los círculos eclesiásticos. Su hermano era arzobispo y no se llevaban bien, cada uno quería tener más poder que el otro. Así que él, como era el rey, se trasladó del Castillo de Praga a Vyšehrad. Y para asegurarse de que no tendría problemas con la Iglesia, fundó aquí un cabildo, que dependía directamente del Papa. De esta manera, su hermano el arzobispo no podía intervenir”.
La basílica de San Pedro y San Pablo, originalmente concebida como catedral, sufrió varias destrucciones a lo largo de los siglos. El rey más influyente de Bohemia, Carlos IV, amplió el templo y lo dotó de un simbolismo nacionalista al vincularlo con el origen mítico de los premislitas. Además, estableció un ritual vinculado al sitio, como cuenta Havelková.
“Carlos IV instituyó Vyšehrad como sede previa a la coronación. Antes de ir al Castillo de Praga, el futuro gobernante tenía que pasar la noche aquí y reverenciar el calzado y bolsa de labrador que presuntamente pertenecían a su antepasado Přemysl Oráč y que se encontraban en la iglesia de aquel entonces”.
Decadencia y renacimiento: el resurgimiento de Vyšehrad
El destino de Vyšehrad cambió radicalmente durante las guerras husitas del siglo XV. La fortaleza, que ya había sufrido varios asedios, fue destruida y perdió su relevancia como centro político. Como explica Havelková, las guerras tuvieron un impacto importante en la construcción.
“Cuando se desató la batalla de Vyšehrad, los palacios fueron destruidos, lo que puso final a los tiempos de gloria de Vyšehrad. Después de las guerras husitas no quedó mucho, y luego, con María Teresa, en el siglo XVIII, se empezó a construir la fortaleza barroca”.
No fue hasta el siglo XIX, con el auge del movimiento nacionalista checo, que este sitio volvió a captar la atención, esta vez como símbolo de la identidad checa.
Fue en este contexto cuando se transformó el pequeño cementerio parroquial junto a la basílica en el Cementerio Nacional, lugar de descanso de célebres figuras checas como los compositores Antonín Dvořák y Bedřich Smetana, o el pintor Alfons Mucha.
“El pequeño cementerio parroquial de al lado de la iglesia fue transformado. La unión de literatos Svatobor promovió la creación de un camposanto nacional para checos célebres, que fueran significativos de alguna manera, en los campos del arte, las ciencias... En definitiva, una sepultura nacional”.
Además, las murallas y fortificaciones fueron renovadas, aunque ya no servían un propósito militar. En cambio, se adaptaron a los nuevos tiempos, transformándose en espacios abiertos y accesibles para el público. El mausoleo de Slavín, inaugurado en 1863, coronó la renovación del sitio, erigiéndose como un monumento a los grandes nombres de la cultura, la ciencia y las artes checas.
Vyšehrad en la actualidad: un símbolo cultural vivo
Hoy en día, este lugar esconde más que un santuario de leyendas y un cementerio ilustre. En las últimas décadas, se ha convertido en un punto clave para la vida cultural de Praga, con espacios destinados a la celebración de conciertos, teatro y exposiciones de arte. La Galería Vyšehrad, ubicada en las casamatas subterráneas, y la Sala Gorlice, que alberga algunas de las estatuas originales del Puente de Carlos, son solo algunos de los proyectos que han dado nueva vida al antiguo recinto fortificado.
“Las estatuas que hay en el parque no fueron puestas allí hasta 1945. Antes eran parte del puente de Palacký, pero durante los bombardeos el puente fue alcanzado. Aunque las esculturas sobrevivieron, se hizo necesario ensanchar el puente, así que hubo que retirarlas. Se decidió traerlas aquí porque esa parte estaba vacía desde que se quemó la armería, y los motivos mitológicos encajaban con la concepción de Vyšehrad”.
Cada rincón de esta colina cuenta una historia. Sus túneles y jardines evocan la rica herencia cultural de la nación checa, mientras que sus estructuras religiosas y militares, algunas renovadas y otras en ruinas, sirven como recordatorio de su antigua grandeza y su importancia actual como emblema nacional.
El festival anual Vyšehraní, dedicado a la música y el teatro, atrae a miles de visitantes y celebra la identidad viva de este espacio. Así, Vyšehrad sigue siendo un lugar profundamente checo, enraizado en la historia, pero en constante renovación.
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