Václav Havel, el Rock de la Paz
Escritor, periodista y miembro de la mítica banda The Plastic People of the Universe, Petr Placák fue una figura clave de la disidencia y, por supuesto, conoció muy bien a Václav Havel. En esta entrevista, además de recordarlo con mucho afecto, comparte una reflexión sobre sus obras de teatro y explica por qué se trató de un caso único en la historia de la política mundial.
Petr Placák, también conocido por el seudónimo de Petr Zmrzlík, es una figura clave de la resistencia política y cultural durante los años del comunismo. Escritor, historiador, responsable del periódico cultural Babylon y periodista en medios como Respekt y Lidové noviny, Placák se vio obligado a publicar, en su momento, en samizdat, pero luego su obra obtuvo reconocimientos muy importantes como el Premio Magnesia Litera y el Jiří Orten. Sin embargo, fue su faceta como clarinetista de la mítica banda The Plastic People of The Universe lo que lo llevó a conocer a una personalidad que resultaría tan importante en su propia vida como trascendental en la historia política de su país, y de cuya muerte se están por cumplir diez años.
“En realidad, toqué con ellos durante el último período, en la primera mitad de los 80, cuando se grabaron los dos discos de larga duración, Hovězí porážka (1982) y Půlnoční myš (1986). Fue una experiencia increíble, porque era un grupo impecable, nos divertíamos mucho y, gracias a los Plastic, conocí a Václav Havel: ensayamos en su cabaña de fin de semana en Hrádeček, donde grabamos el primer disco que fue, de hecho, uno de los grandes milagros de ese medio independiente, esa disidencia que luchaba contra el régimen”.
Petr Placák explica que ese enorme movimiento, que luego terminaría convergiendo en Carta 77, estaba formado por profesores, ex políticos de la Primavera de Praga, liberales y todo tipo de personas completamente distintas en el plano cultural, social e ideológico pero que, sin embargo, se vieron unidas por el único propósito de luchar contra un enemigo en común. Pero lo más interesante, según Placák, fue hasta qué punto en esa resistencia participaron también artistas y pensadores que estaban en la más absoluta clandestinidad.
“Los comunistas los presentaban, de hecho, como un grupo de personas antisociales que estaban siempre drogadas y que nada tenían que hacer en una sociedad decente, de modo que lograron unir a estos dos grandes grupos en una resistencia común, fue increíble y absolutamente único, al menos no sé en qué otro país podría haber funcionado así. Y Václav Havel contribuyó con eso de una forma decisiva”.
Lo que remarca Placák es que Havel no solo tuvo gestos de liderazgo al convertirse en un canal importante de conexión, sino que, además, conocía y admiraba profundamente esas expresiones culturales y artísticas entre las cuales la música y el rock gozaban de un lugar de privilegio. De hecho, Placák marca, en ese sentido, un contraste con la figura del filósofo y profesor Jan Patočka, a quien, si bien le reconoce haber sido uno de los principales oradores de Carta 77 y solidarizarse siempre con la gente del under, no dejaba de ver su música como una mezcolanza caótica de tonos.
“No solo le gustaba el arte moderno, sino que era un gran fanático de los Beatles y de la música rock, por lo que fue increíble que cuando estuvo en Estados Unidos… no solo tocaron los Plastic en la Casa Blanca, gracias a Havel vinieron a Praga Frank Zappa, Lou Reed, Mick Jagger con los Rolling Stones. De hecho, el otro día leí una entrevista en la que Keith Richards decía que Havel fue una de las personas que más lo impresionó en la vida, es decir que se trató de algo recíproco”.
En definitiva, haber logrado impresionar a alguien como Keith Richards es la prueba de que Havel, tal como explica Placák, fue un caso realmente atípico en un mundo donde no abundan los políticos de semejante rango que mantengan tanta familiaridad con músicos y escritores. Y si bien, en su opinión, a veces se lo recuerda como alguien no tan pragmático, él asegura que se trata de un error porque, según su punto de vista, Havel no solo sabía muy bien lo que quería, sino que además nunca se dejó manipular por figuras políticas ya, desde entonces, muy poderosas como Václav Klaus. Justamente, considera que, al compararlo con los políticos actuales, su figura resalta de modo notable, algo que quedó en evidencia en el último aniversario de la Revolución de Terciopelo que, pese a todas las dificultades de la pandemia, rescata Placák, contó con una enorme participación de la sociedad y, sobre todo, de la gente más joven.
“Lo recuerdo y tengo en cuenta todos los años, no es que sea demasiado sentimental, pero creo que uno debería seguir algunos rituales, al igual que las personas celebran la Navidad, así, por supuesto, recuerdo el 17 de noviembre”.
De todas formas, Placák sostiene que, incluso, poco después del 17 de noviembre, él empezó a desarrollar un espíritu crítico que mantiene hasta el día de hoy porque considera que muchos de los valores de la Revolución de Terciopelo no llegaron a plasmarse del todo en la realidad. Respecto al rol de Havel como presidente, revela que él tiene la sensación de que, al principio, no era algo que deseara realmente, pero luego le fue gustando, aunque un poco como si estuviera dentro de una de sus obras de teatro. Lo interesante es que esa misma característica advierte Placák en su obra teatral, que, según su punto de vista, adquiere mayor dimensión en el marco de la época y, sobre todo, al ponerla en relación con la importancia política que adquiriría, posteriormente, la figura de Havel.
“Sus obras son, a su modo, perfectas, por supuesto, pero tienen sus límites, no podemos tomarlas como… no son Shakespeare, está claro, pero en su propio contexto, en su propio rango, son impecables, pero no se trata de una obra que pueda trascender siglos”.
Con mucha sutileza y una sonrisa, responde Placák que la película Havel, dirigida por Slávek Horák y basada en un período muy importante de su vida, no lo cautivó demasiado. Y si bien atesora muchos momentos y anécdotas con él afirma que hay algo que recuerda especialmente: una actitud muy poco común que notó en Havel durante una detención frente a un grupo de policías que lo insultaban y agredían de manera totalmente gratuita, esperando una reacción que, según explica Placák, nunca iba a llegar.
“Él no hizo nada, simplemente se quedó sentado sin reaccionar ante ellos, no discutió como solían hacer casi todos, él siempre se comportaba de una forma correcta y tranquila, y eso los volvía locos. Es que, justamente, es el mayor poder que existe es cuando alguien trata con respeto incluso a las personas más groseras, y tal vez ese sea su mensaje”.
Aunque celebra que el legado de Havel esté cada vez más vigente en la sociedad, Placák lamenta que, en la actualidad, no se advierta tanto en las intervenciones de la clase política checa. Incluso, asegura que, por momentos, tiene la sensación de que dejó una huella más grande a nivel mundial que en Chequia, y da como ejemplo el caso de Bill Clinton, que cuando estuvo en el país con motivo del funeral de Havel se mostró totalmente conmovido. Sin embargo, aclara que en estas épocas que él considera turbulentas el legado de Havel es cada vez más necesario.