Premysl Pitter
En el barrio de Zizkov en Praga, al pie de una de las colinas locales transformadas en parque, se encuentra un edificio, rodeado de un jardín, del que siempre se escuchan voces infantiles. Se trata de un jardín infantil, cuya historia está estrechamente vinculada con Premysl Pitter, gran humanista, pacifista, escritor y educador checo. En los años 60 y 70 del pasado siglo, su abnegada labor en ayuda a los niños necesitados fue distinguida por altas condecoraciones estatales de Israel y de la República Federal de Alemania. En la República Checa los méritos de Premysl Pitter hallaron reconocimiento en los años 90, siéndole otorgada in memoriam la máxima distinción del país, la Orden estatal Tomás Garrigue Masaryk.
En aquel entonces conoció también la obra del escritor ruso León Tolstoi y, a través de ella, algunas citas de la Biblia. Posteriormente estudió profundamente la Biblia y el evangelio lo marcó para el resto de su vida. Finalizada la guerra, Premysl Pitter regresa a Praga, siendo ya una persona totalmente distinta. Decide consagrar su vida plenamente al Señor y a los más necesitados e inermes, a los niños.
Durante la década del 20, Premysl Pitter desarrolla amplias actividades como predicador y educador, realizándose también como escritor de orientación firmemente pacifista. Edita diversos folletos y, posteriormente, crea su propia revista que titula "Fraternización". Simultáneamente trabaja en organizaciones pacifistas y de defensa de los derechos humanos. En los años treinta Premysl Pitter logra cumplir uno de sus grandes sueños, al crear en Praga la primera casa de refugio para niños y adolescentes. Pronto existirían muchas más.
Con la ocupación de Checoslovaquia por los nazis, a finales de los años 30, comenzó la etapa más difícil de la vida de Premysl Pitter. A diferencia de muchos de sus amigos, se decidió por el camino de una resistencia no violenta contra los ocupantes, lo que más tarde le fue reprochado y le trajo serios problemas. Durante los difíciles años de la ocupación, Pitter ocultó de los nazis, en sus casas de refugio, a muchos niños de origen judío e incluso a familias judías enteras. Fue perseguido por la Gestapo e interrogado varias veces, pero su ánimo no fue quebrantado.
Al aproximarse el fin de la Segunda Guerra Mundial, Pitter organizó con sus amigos una amplia campaña de ayuda a los niños judíos que regresaban de los campos de concentración nazis tras su liberación y cuidaba de ellos en sus establecimientos. Al mismo tiempo trataba de enterarse del paradero de sus padres u otros parientes.
Pitter brindaba la misma ayuda en esos difíciles tiempos también a los nilos niños alemanes, huérfanos de guerra, o que habían pasado por los campos de confinamiento, a los que finalizada la guerra eran llevadas familias de origen alemán, sin comprobarse previamente su eventual culpabilidad en los crímenes cometidos durante la conflagración. Así, paradójicamente, en los sanatorios creados por Pitter, llegaban a convivir niños judíos y alemanes.
Esa ayuda se convirtió más tarde en uno de los argumentos para que Pitter fuera acusado de haber ayudado durante la Segunda Guerra Mundial a los alemanes en general, de haber ayudado al enemigo. La abnegada labor humanista de Pitter quedó incomprendida, acusándosele incluso de traición a la Patria y de espionaje. En medio de dramáticas circunstancias, logró huir de Checoslovaquia y durante algún tiempo trabajó en Alemania como voluntario en los campos de refugiados.
Los últimos 25 años de su vida, Premysl Pitter vivió en Suiza, donde prosiguió sus labores publicitarias y teológicas y donde en 1968 publicó el libro "Revolución espiritual en el corazón de Europa", en el que describió las particularidades de la historia espiritual checa. Simultáneamente, Pitter trabajaba con organizaciones de exiliados checos en Suiza.
También hasta sus últimos días, como humanista convencido, se empeñó por la reconciliación y la convivencia entre checos y alemanes. Premysl Pitter falleció el 15 de febrero de 1976 en una pequeña ciudad cercana a Zurich. El nombre de ese gran humanista lo recuerda una calle del barrio Zizkov de Praga, cercana a la antigua casa de refugio para niños y adolescentes creada por él y transformada actualmente en jardín infantil.