Operación del Dukla y de los Cárpatos

Desafiladero de Dukla, fuente: Bajo la bandera acribillada

En el otoño de 1944 era evidente que el sueño de Hitler sobre un colosal imperio desde el Atlántico hasta los Urales había fracasado. En Europa Occidental las tropas nazis se batían en retirada. También en el Frente del Este su situación era desesperada ante el irresistible empuje del Ejército Soviético que se encontraba ya en el territorio de Polonia. En los alrededores de la ciudad polaca de Krosno el frente germano-soviético llegó a acercarse a las fronteras de Eslovaquia.

Desafiladero de Dukla,  fuente: Bajo la bandera acribillada
En los bosques cerca de Krosno se concentraron las unidades del 38 Ejército ruso y del Primer Cuerpo del Ejército Checoslovaco, que se había formado en la Unión Soviética. Su tarea era cruzar la sierra de los Cárpatos y por el camino más corto a través del desfiladero de Dukla acudir en auxilio al Levantamiento Nacional Eslovaco que había estallado contra los ocupantes nazis el 29 de agosto de 1944.

La Operación del Dukla y de los Cárpatos no había figurado en los planes de los mandos militares soviéticos. Ellos estaban concentrando todas las fuerzas militares en dos direcciones estratégicas:Varsovia- Berlín y Budapest- Viena. Se preveía que el ataque decisivo al corazón del Tercer Reich tendría lugar en enero y febrero de 1945.

Vilém Sacher,  fuente: Bajo la bandera acribillada
Apremiados por los políticos, tuvieron que preparar la Operación de los Cárpatos rápidamente y de manera improvisada, lo que marcaría negativamente todo su desarrollo.

Vilém Sacher se desempeñaba en la contienda de los Cárpatos como comandante de artillería del Primer Cuerpo del Ejército Checoslovaco. En su libro “Bajo la bandera acribillada” relata qué se le pasaba por la cabeza en la mañana del 8 de septiembre de 1944, poco tiempo antes de iniciarse la operación con el ataque a la ciudad polaca de Krosno, todavía en poder de los alemanes:

“!Dentro de tres días estaremos en Eslovaquia! Nuestra superioridad es absoluta. Los soviéticos barrerán a los alemanes como lo están haciendo desde Estalingrado, y en cinco días se celebrará en Moscú la toma de la primera ciudad checoslovaca de cierta importancia, la de Prešov”.

La orden emitida por los mandos del Primer Cuerpo del Ejército Checoslovaco preveía hasta Prešov un avance diario de 20 kilómetros. Sus soldados estaban exultantes ante la perspectiva de pisar en unos pocos días el suelo de la patria.

Ataque al desafiladero de Dukla
Las expectativas del rápido avance no se cumplieron. Quince días después del inicio de la operación las tropas soviéticas y checoslovacas combatían contra los alemanes todavía en la vertiente polaca de los Cárpatos. Los combates eran encarnizados.

Vilém Sacher escribe sobre la situación de las tropas checoslovacas:

“Nuestras bajas podían llamarse literalmente catastróficas. Desde el comienzo de los combates hasta el 22 de septiembre las unidades del Primer Cuerpo del Ejército Checoslovaco perdieron a 117 oficiales y a 3.289 hombres entre muertos, heridos y desaparecidos. Según los reportes, enviados al Ministerio de Defensa Nacional en Londres, las bajas entre los comandantes alcanzaron en ese período el 90 por ciento. Por eso los oficiales y suboficiales heridos de menor gravedad volvían inmediatamente a sus unidades después de ser atendidos en la enfermería. Los oficiales que regresaban de los cursillos en la Unión Soviética o aquellos llegados desde Londres, se incorporaban de inmediato a la lucha. Jamás olvidaré a un joven oficial que cayó en sus bonitos zapatos londinenses pocas horas después de haber abandonado mi puesto de observación donde le expliqué sus tareas. Ni siquiera tuvo tiempo de cambiar de calzado...”

Ataque al desafiladero de Dukla
Los alemanes que se habían hecho fuertes en las cimas de la sierra de los Cárpatos, oponían una feroz resistencia. Parecía como si la tenacidad de la defensa alemana hubiera sorprendido a los mandos soviéticos.

No se puede descartar que el mando soviético subestimara un poco a los alemanes. Además, en sus directrices operativas no tomó en consideración el terreno montañoso en el que se libraría la contienda.

Hasta la Operación de los Cárpatos todas las ofensivas soviéticas se habían desarrollado en terrenos llanos o poco accidentados.

Al trazar el cronograma del ataque al desafiladero de Dukla, los comandantes soviéticos se habían olvidado de otro importante factor:el cansancio de sus tropas. Planear un avance diario de 20 kilómetros en un terreno montañoso con tropas cansadas de la larga campaña desde Rusia hasta Europa Central, era una locura.

En toda la zona entre la ciudad polaca de Krosno y el paso de Dukla, situado en territorio eslovaco a 502 metros sobre el nivel del mar, los alemanes habían edificado varias líneas defensivas y puestos fortificados.

Desafiladero de Dukla
Los alemanes, parapetados en las cimas, causaban enormes pérdidas entre los asaltantes soviéticos y checoslovacos que tenían que subir las cuestas de las montañas bajo su fuego.

A los intensos chubascos se sumaron a finales de septiembre de 1944 tupidas nieblas que cubrían el terreno el día entero y no permitían observar al enemigo.

La inclemencia del tiempo deterioraba aún más un problema que afectaba a las unidades checoslovacas desde el inicio de la Operación de los Cárpatos. Es que no recibían del mando soviético suficiente información sobre el enemigo.

Los soviéticos no solían hacer un reconocimiento cabal del terreno antes de lanzar un ataque. Confiaban en las informaciones obtenidas de los prisioneros alemanes. Éstos decían, obviamente, lo que más les convenía.

Después de sangrientas luchas en las montañas de los Cárpatos y al precio de grandes bajas, el Primer Cuerpo del Ejército Checoslovaco pisó el 6 de octubre de 1944 el suelo de su patria al entrar en el pueblo eslovaco de Vyšný Komárnik. Sorpresivamente, los alemanes lo habían abandonado sin ofrecer resistencia.

Antes de retirarse, prepararon a las unidades checoslovacas trampas mortales. Minaron casas, caminos, praderas, sendas del bosque y cerros. Colocaron minas debajo de sus propios caídos. Ésas explotaban al ser recogidos los cadáveres.

Los alemanes sembraron de minas una amplia zona hasta el río Ondava, en Eslovaquia Oriental, donde los artefactos explosivos seguirían mantando decenas de años después del fin de la II Guerra Mundial.

La contienda del desfiladero de Dukla y de los Cárpatos fue la mayor operación bélica en la historia de checos y eslovacos. No logró, sin embargo, su objetivo de ayudar al Levantamiento Nacional Eslovaco.

La insurrección fue derrotada en octubre de 1944 y los combatientes se retiraron a las montañas de los Bajos Tatras para continuar la lucha guerrillera contra los nazis.

Durante el régimen comunista, los combates del paso de Dukla se glorificaban, ocultándose los aspectos polémicos de la operación, preparada de manera caótica e improvisada.

El general Vilém Sacher aprovechó el deshielo de la Primavera de Praga de 1968 para decir por primera vez la verdad sobre los combates del desfiladero de Dukla. En su libro “Bajo la bandera acribillada”, comenta:

”Sí, la libertad no caerá del cielo, la libertad hay que conquistarla luchando. Pero, siendo posible, no al precio de bajas injustificadas. Y nosotros las tuvimos. El total de bajas del 38 Ejército soviético se situó entre 80.000 y 84.000 entre muertos, heridos y desaparecidos. En el Primer Cuerpo del Ejército Checoslovaco fueron unos 8.500 hombres. El hecho de que muchos habían caído cumpliendo órdenes erróneas y a veces absurdas, no disminuye, sin embargo, la magnitud de su sacrificio”.

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