Los retos de ayer y hoy de las mujeres en el mundo de la diplomacia

Dana Baschová

La diplomacia era hasta hace muy poco un ámbito reservado casi únicamente para hombres, al menos en los cargos más altos. Fue tras 1989 cuando emergieron figuras tan importantes como la de la intelectual de izquierdas Rita Klímová, primera embajadora checa en Estados Unidos. La actual directora del Departamento de las Américas del Ministerio de Relaciones Exteriores, Dana Baschová, contó a RPI los mayores retos a los que se enfrenta hoy día una mujer en la carrera diplomática en Chequia.

Dana Baschová, trabaja desde 2002 en el Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Checa. Proveniente del ámbito de las ONG y los derechos humanos, su primera función fue preparar aquella primera cumbre histórica de la OTAN en Praga de ese verano. Más de 20 años después, dirige el Departamento de las Américas, en el que se desarrollan las políticas y estrategias de Chequia para todo el continente, para lo que se coordina con, por ejemplo, el Ministerio de Industria y Comercio, la oficina del primer ministro, el Ministerio de Defensa, y otros, cuenta.

Dana Baschová en el pasillo del Palacio Černínský | Foto: Daniel Ordóñez,  Radio Prague International

Asegura Baschová que en su carrera no se ha sentido en inferioridad de condiciones por ser mujer, pero reconoce que ha visto muchas cosas cambiar en estas últimas décadas en ese aspecto. Como ejemplo, cuenta una anécdota.

“Aquí, en el Palacio Černín, donde está el ministerio, en la parte moderna que se terminó de construir en 1940, hace poco que hemos renovado los servicios, y nos dimos cuenta de que había muchos menos servicios para las mujeres que para los hombres. Claro, eso viene de aquel tiempo entre las guerras mundiales en que este trabajo era casi solo para hombres. Había secretarias, digamos, pero esto era una profesión de hombres. Así que, no había ni servicios para mujeres porque no había mujeres. Así que los tiempos han cambiado, aunque todavía tenemos un camino largo hasta lograr la igualdad”.

No solo los servicios, muchas cosas han cambiado en poco tiempo para que las mujeres pudieran no solo trabajar en el Ministerio sino alcanzar las posiciones más altas, algo que ahora ya es normal.

Pero eso sí, aunque tenga la sensación de que prácticamente hay la misma cantidad de hombres y mujeres en puestos de responsabilidad, sigue siendo más difícil lograrlo como mujer. ¿La razón? Los hijos, claro está.

“Si una mujer tiene niños, niños pequeños, es siempre más difícil todo. Cuidar de los niños, trabajar y ascender en tu carrera es una cosa bastante difícil, seguro que es más difícil para las mujeres que para los hombres, pero eso también es una cuestión de la sociedad”.

Sede del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Checa,  el Palacio Černínský | Foto: Martin Vaniš,  Radio Prague International

En el Ministerio, al menos, hay guardería desde hace unos diez años y es algo muy importante, entre otros muchos aspectos que han mejorado para las madres diplomáticas en los últimos tiempos. Hasta hace poco, cuenta Baschová, una diplomática checa en el extranjero ni siquiera podía dar a luz. Esto es, sí que podía, pero se lo tenía que costear todo de su bolsillo y no tenía derecho a baja de maternidad. Esto solo era posible en el caso de dar a luz en Chequia, lo que, en la práctica, le imposibilitaba aceptar cargos en misiones en el exterior.

En cualquier caso, el trabajo de diplomático está inevitablemente unido a los viajes, pero también a las mudanzas, a cambios de país, de continente. Tanto movimiento es siempre difícil de afrontar con hijos, cuenta.

“Sirviendo en Praga tenemos que ir muy a menudo a viajes al extranjero, pero es siempre difícil si tienes niños. ¿Cómo lo hago si me toca viajar para una semana o tres días? Pero lo más difícil es, aunque así es nuestro trabajo, que nosotros siempre trabajamos unos años en Praga, en Chequia, y luego nos vamos al extranjero para 4 años, y eso una y otra vez. Eso es una cosa difícil, no solamente para la mujer y los niños, sino también para la pareja”.

Para la pareja es una situación muy compleja, sea hombre o mujer, pero mucho más para el hombre, al que le cuesta mucho más interrumpir su carrera por lo general, dice Dana Baschová. Lo cual, por tanto, al final se convierte de nuevo en una dificultad más añadida para que una mujer pueda desarrollarse en la diplomacia.

Bagdad | Foto: alwanoday3,  Pixabay,  Pixabay License

“Nuestras embajadas son pequeñas, digamos, en comparación con países grandes. Así que es difícil o casi imposible encontrar un trabajo para la pareja. Las mujeres a veces trabajan de secretarias o en la sección consular, en trabajos que están por debajo de su formación, aunque se adaptan. Pero eso es seguramente más difícil para los hombres que van con sus parejas al extranjero”.

¿Y cómo es para una diplomática trabajar en países más conservadores con respecto al papel de la mujer, como sucede en los musulmanes?

“Yo que he servido seis meses en Bagdad, puedo decir que efectivamente es una cultura diferente, pero tampoco puedo decir que no pudiera hacer mi trabajo. Aunque claro, hay ciertas sensibilidades y siempre tenemos que pensar si en ciertos países es conveniente tener a una mujer de embajadora. Que no quiere decir que no pueda serlo, porque también puede haber razones para ponerla precisamente por eso. Además, tuvimos mujeres embajadoras en países árabes con mucho éxito”.

El muy gradual ascenso de la mujer en el ámbito diplomático

Tras aquella etapa inicial de entreguerras en la que las únicas mujeres en el ministerio eran secretarias y poco más, como contaba Dana Baschová, durante el comunismo empezaron a llegar muchas más, pero seguían en posiciones inferiores, prosigue.

“Durante el régimen comunista sí que había muchas mujeres que trabajaban, pero era más por las insuficiencias del propio régimen, por la situación económica, por lo que las mujeres tenían que trabajar para sobrevivir, así que no lo veo como un movimiento por la igualdad. Pero después del año 89 ya empezó a cambiar bastante todo, lo vimos no solo en el ministerio, sino en todas las profesiones”.

Václav Havel y Rita Klímová | Foto: Stanislav Peška,  ČTK

La estela de Rita Klímová

Fue precisamente en 1990, recién recuperada la democracia en Checoslovaquia, cuando por primera vez varias mujeres fueron nombradas embajadoras. Una de ellas fue una prominente figura de la disidencia checa contra el comunismo: Rita Klímová.

Provenía, curiosamente de una familia de intelectuales comunistas, pero reformistas, al igual que su primer marido, el político Zdeněk Mlynář. Tras la Primavera de Praga, todos ellos cayeron en desgracia y Rita y su entorno terminarían siendo importantes figuras de la disidencia contra el régimen. Klímová firmó el manifiesto Carta 77 y fue una de refundadores del diario Lidové noviny en la clandestinidad en 1988. Al año siguiente, fue una de las organizadoras del Foro Cívico que aupó a Václav Havel como presidente y portavoz de la organización desde el mismo 17 de noviembre que inició la Revolución de Terciopelo.

Tras la llegada de la democracia, esta traductora y economista de profundas convicciones feministas, fue nombrada en febrero de 1990, hace ahora 35 años, la primera embajadora checoslovaca en Estados Unidos.

En 1991 fue incluso nombrada “diplomática del año”. Tristemente, su mandato pronto se vio afectado por el diagnóstico de una grave enfermedad que la mantuvo hospitalizada en diferentes periodos hasta que, finalmente, el 30 de diciembre de 1993 murió en Praga.

Esa etapa que se abrió con la democracia lo cambió todo, y si cabe, más aún para las mujeres, dice Dana Baschová.

“Es importante decir que, en el periodo comunista, me parece que las mujeres tenían a su primer hijo como a los 21 años de media y eso cambió después del 89 rápidamente, porque de repente había más posibilidades de realizarse, de tener trabajo, de estudiar en el extranjero, viajar, etc. Así que ya no era solamente en la familia donde podíamos desarrollarnos, sino que de repente había más posibilidades y eso también cambió la posición de las mujeres, que llegaron a posiciones altas en los negocios, en los ministerios, etc. Y también aquí en este ministerio de repente tuvimos bastante mujeres”.

Pero no se derriban todas las barreras de un día para otro. Pueden cambiar los regímenes, las leyes o las políticas, pero la mentalidad, la sociedad, va a su propio ritmo, considera la diplomática. Además, hay una particularidad ligada a la maternidad en Chequia que lo hace todo más complejo para las mujeres, dice.

“Para mí no es que hubiera barreras para las mujeres, la barrera es la de la sociedad, o sea, de la familia y de la sociedad. Y todavía me parece que somos una sociedad bastante conservadora en ese sentido, también por el hecho de que las mujeres se quedan con cada hijo tres o cuatro años en casa, así que si tienes más de un hijo, te quedas seis o nueve años en casa. Y yo no quiero decir que eso no sea bueno, cada uno que lo haga como le convenga. Pero claro, después de estar en casa nueve años es difícil volver y tener una carrera importante. Eso siempre depende de qué prioridades tenga cada uno”.

E incluso en la actualidad, en Chequia, no es fácil para una madre escoger un camino distinto al tradicional, cuenta la diplomática. Dana Baschová recuerda como encontró mucha más comprensión entre la población local israelí que entre los checos cuando volvió al trabajo meses después de dar a luz. A menudo todos opinamos sobre otras culturas, incluso criticamos cosas que nos parecen chocantes, pero deberíamos centrarnos más bien en cómo mejorar nuestro propio entorno.

“Lo primero que tenemos que cambiar es como nuestra sociedad trata las cuestiones de igualdad, la familia, etc., porque lo que yo viví cuando empecé a trabajar con un bebé, cuando mi hija tenía 5 meses, fue la reacción de, ante todo, hombres, compañeros, que no podían aceptar que ya estuviera trabajando. Pero también a mí alrededor, mi familia, o más bien amigas, mujeres ante todo, no podían aceptar que ya estuviera trabajando. Tenía mucha presión a mí alrededor, lo que no estaba bien. Y lo sé también de otras amigas, de compañeras aquí en el trabajo. Así que ese el paso grande que tenemos que hacer, que la sociedad acepte que hay otras maneras de vivir, de llevar el trabajo y la familia. Yo no quiero decir que no sea aceptable estar con los niños unos años en casa y disfrutar, pero no estamos todavía acostumbrados a otras posibilidades”.

Una sola cosa no ha tenido aún la diplomacia checa: una ministra de Relaciones Exteriores.

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