La música joropo brilló en una nueva edición del Festival Colours of Ostrava
Formada en el año 2000 para recuperar las raíces y, a la vez, difundir a nivel mundial el no tan conocido género del joropo, la banda colombiana Cimarrón se presentó el sábado pasado en el festival Colours of Ostrava. Apenas finalizado el concierto, todavía emocionada por la respuesta del público, Ana Veydó, su líder y cantante, nos contó la historia de la banda y cómo llegaron a tocar más veces en Europa que en su propio país.
Se trata de una de esas verdades que, aunque no terminan de formularse de un modo explícito, parecen estar latentes hace ya varios años: el gran festival de música Colours of Ostrava tiene una especial sintonía con las bandas latinoamericanas. En este caso lo confirmó, el sábado pasado, Cimarrón, una sorprendente banda colombiana liderada por la cantante Ana Veydó.
“Pues, no sé, era un festival que, desde Colombia, nos llamaba la atención porque es un festival muy grande, es impresionantemente grande y cuando vimos la tarima y las bandas que se presentaban allí, pensábamos bueno, nosotros con qué vamos a salir, con nuestro joropo. Y, bueno, nosotros nos subimos con lo nuestro y la verdad creo que el público fue impresionantemente receptivo, les encantó la propuesta, nos fue muy bien, la verdad que muy bien, yo estoy muy satisfecha y los muchachos también, fue una experiencia maravillosa, la verdad. Y creo que es uno de los festivales más importantes de los que ha tocado Cimarrón”.
“Si en el mundo se habla de Colombia, se menciona, por ejemplo, la cumbia, el vallenato, otros géneros, pero no el joropo”.
Agrega Ana que la directora del festival los había convocado hace unos tres años para que participaran del evento, pero debido a temas de agenda y los obstáculos que ocasionó el covid, recién el año pasado lograron cerrar su presencia para esta edición. Tanto a ella como a los demás integrantes de la banda les dio mucha alegría incluir a una tierra con tanta riqueza y tradición musical como Chequia en la larga lista de países a los que están haciendo llegar, poco a poco, las virtudes del joropo.
“Bueno, joropo es el nombre que se ha dado a un género de música que se comparte con Venezuela, sobre todo en los llanos, tanto de Colombia como de Venezuela; es una música que se hace con arpa, cuadro, maracas y bajo, ese es como el formato básico que funciona allí en la región. Nosotros con Cimarrón ya en el año 2000 empezamos con esta propuesta, este sueño de ir más allá de lo local, de la región, y empezamos a incluir otros instrumentos. Lo primero que hicimos fue incluir el zapateo, un elemento muy importante en esta música que queríamos recuperar para la sonoridad de la banda”.
La banda fue un sueño que Ana logró hacer realidad junto a su pareja Carlos Rojas, un arpista y compositor del pueblo San Martín que formó parte de la delegación de músicos folclóricos colombianos que acompañó a Gabriel García Márquez en el evento de recepción del Premio Nobel de Literatura en Estocolmo. Con él dirigieron y trabajaron sin descanso en la banda, desde esos lejanos inicios hasta que él falleció, en el año 2020 de una afección cardíaca, dejando como legado artístico una agrupación por la que pasó una verdadera selección de músicos de la región. Según cuenta Ana, desde los comienzos, el objetivo de la banda fue darle a la percusión un color que fuera más allá de las maracas. Por eso, junto al zapateo, incluyeron también el cajón peruano, el surdo brasilero y la tambora de la costa colombiana. Todo eso ayudó a potenciar, como ella misma dice, la masa acústica de la banda, sin perder el sentido de la unidad y, sobre todo, la esencia del género.
“O sea, nosotros, en verdad, estamos muy afincados en la raíz profunda de esta música que a veces no se siente tan fácil porque, en el camino, en su consolidación, se fueron abandonando muchos elementos que, me parece, eran su esencia. Entonces, nosotros fuimos recuperando, pero más que recuperar es auscultar e irnos a lo profundo de esas raíces y ponerlas. A veces nos dicen que parecemos rockeros o un grupo de jazz, pero yo creo que más bien es eso: desde la misma música afloran esas posibilidades”.
Si bien Cimarrón es una banda que empezó a hacerse conocida gracias a su participación en importantes festivales musicales de Malasia, Países Bajos, Escocia, Estados Unidos y Marruecos, y a sus actuaciones en prestigiosas salas culturales como Musashino Concert Hall de Japón y el Gran Teatro Nacional de Pekín, también es cierto que para lograr ese reconocimiento fue fundamental el trabajo de difusión realizado por Ana Veydó, una mujer líder en un contexto bastante machista.
“La participación de la mujer en la región es aún muy pasiva y, a veces, es imposible que sea de otra manera por las condiciones mismas de la región. Las mismas instituciones parecen estar hechas para que solo triunfe el hombre y es muy fuerte para la mujer tener la posibilidad de sobresalir y tener un papel protagónico, de verdad estar a la altura de los artistas hombres de allí. Pues para mí ha sido un reto y creo que con Cimarrón tuve esa posibilidad también porque, de alguna manera, en lugar de confrontar, lo que he hecho es abrir espacios por otro lado y buscar eco por fuera, y creo que ese ha sido el resultado, eso me ha dado mejores resultados que entrar en esa pelea de la región”.
A su vez, asegura Ana, que esa especie de distancia que tomó su banda respecto a los canales oficiales les brindó, como suele ocurrir, cierta libertad para no quedar a merced del uso político que, según cuenta, algunas instituciones suelen darle muchas veces a esa música. Y otra consecuencia positiva que nota es que el público local desde siempre ha recibido con mucho entusiasmo el mensaje de la banda.
“Y, de hecho, nuestra propuesta ha influenciado mucho a los jóvenes porque, por ejemplo, nosotros fuimos la primera banda en poner un bailador solo a zapatear, eso no existía porque tenía que ser con pareja, con mujer, si no, era un sacrilegio y al principio fuimos supercriticados pero ahorita es lo que se ve en la región; o sea, hay concursos ya de zapateadores, es común ya. Entonces va uno de alguna manera cambiando esos paradigmas, ese ha sido nuestro trabajo y va quedando en los jóvenes y seguimos siendo la banda que marca como un camino porque no hay otro grupo que con esta música gire en verdad”.
Si bien el zapateo puede hacer pensar al público europeo en el flamenco, ella dice que esa asociación implica, en cierto modo, menospreciar el aporte afro e indígena del joropo, justamente lo que ellos quieren reivindicar. En todo caso, sí están de acuerdo con la posibilidad de que ambos géneros compartan las mismas raíces, lo cual, por supuesto, no significa que el joropo sea una rama del flamenco. Además de colaborar con artistas de la talla de Aterciopelados, Carlos Vives y Juanes, la banda ha sido nominada a los premios Grammy en 2004 con ‘Sí, soy llanero’ como mejor álbum tradicional de músicas del mundo y al Grammy Latino en 2020 por su álbum ‘Orinoco’.
“La verdad que es una experiencia muy maravillosa, en este momento estamos de gira por Europa, pero concentrados, sobre todo, en el Reino Unido. Estamos girando con Katherine Fitch, una arpista galesa muy famosa porque con ella retorna esa tradición del arpista que toca para el príncipe de Gales y con ella estamos haciendo la gira. De hecho, ahora regresaremos al Reino Unido a seguir la gira con ella y entonces para mí es muy emocionante: en cada escenario en el que nos paramos hay muy pocos latinos, a nosotros casi no nos ven los latinos porque es más bien el público de la ciudad donde estemos, y esa fue la manera de ir abriendo caminos para géneros que, a veces, son invisibilizados incluso en los mismos países donde uno vive porque, por caso, en Colombia, el joropo no es la música más conocida y del mundo menos porque si se habla de Colombia se habla, por ejemplo, de la cumbia, del vallenato, otros géneros, pero el joropo no está”.
“Como latinos, nos debe llenar de orgullo tener tantas cosas positivas, aunque, a veces, con muy pocas posibilidades de presentarlas”.
De hecho, revela Ana que a ella siempre le da vértigo pensar que, esta altura del camino, han tocado más veces en el Reino Unido que en Colombia. Es cierto, sin embargo, que eso les brindó una fuerte presencia en medios ingleses tan prestigiosos como el Financial Times y, por eso mismo, resalta que cada vez que en los escenarios extranjeros se encuentran con público latino, la emoción se multiplica; tal como ocurrió, justamente, en el concierto del sábado pasado en Colours of Ostrava.
“Yo creo que había unas cinco mil personas y vi por ahí una bandera de Colombia y por ahí alguien gritaba ‘viva Latinoamérica’ y eso me llenaba de orgullo porque uno a veces no es consciente. A veces voy llevando la bandera del joropo, pero resulta que este trabajo va mucho más allá: es también la bandera de toda una región que necesita ser visible con todos los problemas que tenemos en Latinoamérica, a veces con una imagen negativa. Entonces para mí es también una misión: miren, somos más de lo que han sembrado de nosotros como imagen. Me emocionó ver a la gente gritando ‘otra, otra’ porque yo sentía que ese es un trabajo que me gusta hacer y nos debe llenar de orgullo como latinos que tenemos tantas cosas positivas, pero a veces con muy pocas posibilidades de presentarlas”.
Cimarrón ya había actuado anteriormente en Chequia, en el festival de música del Castillo de Náměšť nad Oslavou en el año 2011. Por ese entonces, tenían la sensación de que los checos eran algo rígidos, y por eso les sorprendió que hubiera un público tan joven que bailara y saltara con sus canciones. Esa misma sensación se incrementó aún más luego de una inolvidable participación en Colours of Ostrava que terminó por confirmarles que el público checo es muy receptivo a otras sonoridades.