Alberto Vojtěch Frič, el señor de los cactus
En septiembre se estrenará una obra de teatro basada en uno de los libros del etnólogo Alberto Vojtěch Frič, una de las primeras personalidades en tender un verdadero puente entre Chequia y Sudamérica. Con el propósito de recuperar su colección de cactus, realizó su primer viaje en 1901 y volvió varias veces para investigar distintas culturas indígenas. Sin embargo, se fue involucrando a tal punto con los nativos que se enamoró, tuvo una hija y, al día de hoy, los indígenas chamacocos lo recuerdan como uno más de ellos.
En tiempos en que no existía internet, redes sociales ni todas las facilidades para enterarnos de lo que sucede al otro lado del mundo, cada una de las personas que se animaban a arriesgarlo todo en su afán de conocer, lograron tender un verdadero puente cultural que, aun hoy, sigue teniendo enorme vigencia. Uno de los casos más paradigmáticos es, en ese sentido, el de Alberto Vojtěch Frič, tal como nos cuenta el historiador Jan Jungmann.
“Alberto Vojtěch Frič fue, además de escritor, un extraordinario viajero, que pertenece a la misma tradición de Emil Holub, Enrique Stanko Vráz, Hanzelka y Zikmund, entre otros. Venía de una familia muy conocida de abogados y, ya como estudiante, empezó a mostrar interés en los viajes y en los cactus”.
En 1901, Frič hizo su primer viaje a Sudamérica con solo diecinueve años. Es decir que, para la perspectiva de la época, ni siquiera era un adulto. Sin embargo, consiguió, sobre todo, el apoyo de su padre. Entre 1901 y 1929 realizó siete viajes a América del Sur y uno a América del Norte, donde alternó su tiempo entre la recolección de cactus y la investigación etnográfica sobre algunos pueblos indígenas.
“Luego de volver de uno de sus viajes, en 1912 hizo construir un lugar que tenía importantes invernaderos donde cultivó miles de cactus y había también una especie de asociación de criadores de cactus que visitaban asiduamente ese lugar y podemos decir que la popularidad que tuvieron los cactus en los tiempos de la Primera República es, en parte, obra de Alberto Frič”.
Incluso mucho antes, a los 15 años, Frič ya era considerado uno de los mayores expertos en cactus de Europa Central, a tal punto que fue invitado a varias conferencias científicas. Pero lo interesante es que esa enorme influencia que produjo su interés en los cactus llegó incluso a las páginas de uno de los escritores checos más importantes de todos los tiempos quien, en uno de sus relatos, menciona a este gran aventurero.
“También me gustaría decir que el famoso escritor Karel Čapek bajo la influencia de Frič escribió Ukradený kaktus (El cactus robado), un relato sobre cactus incluido en sus Cuentos de uno y otro bolsillo”.
Por su parte, Yvonna Fričová afirma que la primera colección de cactus de Frič fue lo que despertó su interés en Sudamérica: desde los once años se dedicaba a recolectarlos y, hacia finales del siglo XIX, había logrado reunir una de las colecciones más grandes de Europa que perdió una noche de 1899, a causa de las heladas. Lo que más la fascina de él es, precisamente, su capacidad de dar vuelta la página y empezar de nuevo. De hecho, a causa de esa pequeña tragedia que ocurrió durante su último año de colegio, Frič decidió no continuar sus estudios en la universidad y salir a conocer América para recuperar los cactus. Viajó desde Hamburgo a San Pablo y aprovechó seis semanas en barco para aprender portugués por simple comparación, gracias a una Biblia que había en el camarote y su conocimiento del Nuevo Testamento en checo.
Junto a su marido Pavel Frič, nieto del célebre viajero, Yvonna Fričová dirige la Asociación Cívica Checomacoco con la que intentan colaborar con el pueblo de los chamacocos sin interferir en su cultura. Además, se encargan de difundir el legado de Frič. Sin ir más lejos, durante el mes de septiembre, en el teatro Husa na provázku de Brno, tendrá lugar el estreno de una obra basada en Čerwuiš, uno de los libros de Frič. Yvonna Fričová explica que, hace muy poco, la responsable de la dramaturgia de esa obra le preguntó si era mejor definir a Frič como etnólogo o etnógrafo.
“Toda una pregunta, yo estuve pensando y creo que son dos palabras bastante artificiales, pero siento que actualmente la mejor es etnólogo porque él no solamente juntaba objetos e idiomas de varias tribus en América y sus mitos, sino que también describió las culturas americanas y europeas y, sobre todo, comparaba mitos antiguos y etnias de todo el mundo”.
Pero Fričová afirma que tampoco hay que olvidarse de que Frič fue un excelente fotógrafo, a pesar de lo difícil que era viajar a caballo, durante los primeros años del siglo XX, con los enormes equipos fotográficos y los negativos de vidrio.
Explica que esa faceta fue consecuencia de su gran admiración por el etnólogo, etnógrafo y pintor italiano Guido Boggiani, quien fue asesinado por algunos miembros de la tribu chamacoco. Según nos cuenta, Frič encontró sus negativos fotográficos de vidrio en un almacén de Buenos Aires y, desde entonces, quedó impactado con su obra: Boggiani era, en verdad, un artista de la fotografía que le abrió todo un mundo y la idea de que su objetivo no debía ser tanto mostrar a los nativos desnudos y sus paisajes, como sí pensar en términos de composición y lograr entenderlos, aun cuando eso significara dejar de lado su mentalidad europea. Fričová cuenta que, al volver de su primer viaje, Frič ya sabía que iba a regresar muy pronto, pero ya no por los cactus, sino para poder conocer a los nativos.
“Él escribió en su diario que, por unos años, quería ser etnógrafo porque las plantas de América del Sur van a durar y crecer hasta el último día del planeta, pero los indígenas nativos no van a durar, el siglo XX los va a destruir, lo sabía y solo era un chico de diecinueve años”.
En efecto, explica que Frič se distinguía por su gran intuición científica. Y a pesar de que, por ese entonces, la etnología no estaba muy desarrollada en Europa, investigó y leyó una infinidad de libros antes de escribir muchos artículos propios en checo y en español, en revistas como Caras y Caretas. Según Fričová, la razón por la que él no es hoy tan conocido es que casi no se lo tradujo al español. Durante su segundo viaje, que tuvo lugar entre 1903 y 1905, logró cruzar el río Pilcomayo y encontrar a los primeros indígenas. Ahí descubrió que, a veces, los indios mataban a algunos blancos por la sencilla razón de que violaban todas sus normas como, por ejemplo, la de no levantar la voz. En el Chaco Boreal, encontró a los chamacocos y con ellos anduvo desnudo como uno más en medio de la selva, especialmente una vez que tuvieron que huir de una fuerte inundación en el río Paraguay.
“Durante esa pequeña excursión, que duró unos dos meses, encontró a esa chica con la que se enamoraron y, probablemente, como dicen nuestros parientes indígenas, ahora él puso su semilla en una chica chamacoca”.
Sin embargo, Yvonna Fričová cree que él nunca se enteró de que Lora-y, la india chamacoca, estaba embarazada. De hecho, la familia checa de Frič supo de la noticia recién en el año 2000, gracias a dos jóvenes cineastas checos que planeaban hacer un documental en Paraguay.
Como sea, Fričová agradece haber tenido el privilegio de encontrarse en cuatro oportunidades con Herminia, la hija de Lora-y y Alberto Frič, que falleció en 2009 a los 104 años de edad. Sobre la muerte de Alberto Frič, afirma que fue muy paradójica porque él viajó por todo el mundo, pero terminó contagiándose de tétanos al cortarse con un clavo mientras limpiaba la casa de sus conejos.