El Covid en primera persona

El novedoso cuelgamascarilla, foto: archivo personal de Anežka Lipusová
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El notable incremento de casos que llegó con la segunda ola en Europa, y puntualmente en Chequia, hizo que el tan mentado coronavirus se volviera algo mucho más concreto y tangible. Con el objetivo de colaborar en la lucha contra la pandemia, cuatro personas que atravesaron la enfermedad nos cuentan cómo se contagiaron, qué síntomas tuvieron y cuánto tardaron en recuperarse.

“Cuando fue la primera ola en primavera no conocía a nadie que lo tuviera pero ahora hay mucha gente a mi alrededor, y yo también”.

Cuando en el mes de marzo empezaron a surgir los primeros casos de Covid en el país, muchas personas se mostraban algo escépticas respecto a la enfermedad, a tal punto que una de las preguntas más ;recurrentes en muchas conversaciones era si, en verdad, el interlocutor conocía a alguien que tuviera o hubiera tenido coronavirus.

Lamentablemente, luego de esa efímera primavera sin restricciones que fue el verano llegó la tan temida segunda ola y los casos comenzaron a incrementarse cada vez más, tal como expresa Valeriia Ianchenco, una economista ucraniana que reside hace varios años en Chequia.

Valeria Ianchenko,  foto: archivo personal de Valeria Ianchenko

“Cuando fue la primera ola en primavera no conocía a nadie que lo tuviera pero ahora hay mucha gente a mi alrededor, y yo también”.

Ianchenko asegura que, incluso, cuando se levantaron las restricciones en la ciudad tanto ella como su novio siguieron usando mascarillas y gel de manos. Disconforme con algunas de las medidas recientes como el hecho de reducir la frecuencia del transporte ya que eso hace que se acumule más gente, Ianchenko no tardó en contagiarse de su novio, quien a su vez contrajo la enfermedad durante un viaje en auto que hizo junto a un amigo desde Moravia a Praga.

“Él tuvo temperatura alta pero solo unos días, y también perdió el gusto pero yo bien, solo me dolió un poco la cabeza algunos días, ambos nos sentimos muy cansados todo el tiempo, ya estamos bien pero por diez días estuvimos muy cansados y tuvimos dolor de garganta y nada más, no fue nada grave”.

Ondřej Janeček,  foto: Juan Pablo Bertazza

Por su parte, el profesor checo de español Ondřej Janeček sospecha que se contagió el virus en un supermercado en el que, según notó, casi ningún cliente usaba el desinfectante al entrar y algunos hasta llevaban mal puesta la mascarilla. Incluso recuerda haberle pedido él mismo a un señor que se tapara correctamente la boca y la nariz. Usuario de la aplicación eRouška que tiene como objetivo avisar a las personas sobre distintas situaciones de riesgo de contagio, Janeček comparte su experiencia al enterarse de que su test había dado positivo.

“El protocolo es bastante fácil: recibí un mensaje de texto donde decía que di positivo, que me quede en casa y espere la información del médico, además hay enlaces de internet con toda la información sobre qué hacer, está bastante claro, toda la gente menor de sesenta años y quizás algunos mayores no deberían tener problema porque le das un clic y aparece la información bien estructurada, el segundo mensaje fue para la aplicación eRouška: me hicieron un código para informar a toda la gente con la que me pudiera haber encontrado, sé que mi hermana recibió ese mensaje porque es la única persona con la que me encontré”.

“Para la aplicación eRouška me hicieron un código para informar a toda la gente con la que me pudiera haber encontrado”.

En cuanto a los síntomas Janeček cuenta que coincidieron con los de una gripe fuerte: fiebre, cansancio, algo de tos y, sobre todo, un agudo dolor de espalda que se prolongó durante una semana y, según explica, fue el síntoma más molesto y persistente a tal punto que no aguantaba estar sentado en una silla más de diez minutos. Agrega que perdió totalmente el olfato pero mantuvo el gusto y su mayor preocupación durante la enfermedad era el riesgo de contagiar a su familia: en concreto a su hermana, que venía de tener una operación, y a su abuela. Sin embargo, gracias a los recaudos y el aislamiento logró cortar la cadena de contagio.

Entre las medidas del gobierno, Janeček critica sobre todo el cierre de los supermercados los domingos porque, en su opinión, eso hace que se junte más gente sábados y viernes y además propone limitar la cantidad de personas en ese tipo de lugares o bien poner pequeños puestos en la entrada con productos básicos para agilizar la compra.
Por último, pide tener en cuenta un tema muy importante en estas épocas de pandemia que es la donación de sangre y plasma, especialmente de los pacientes recuperados.

“Yo ya me puse en contacto con los centros de donación de sangre porque, y esto es muy importante, la gente que pasa por la enfermedad con síntomas puede donar sangre porque tiene un efecto curativo”.

Paul Reyes,  foto: archivo personal de Paul Reyes

Dentro de la comunidad latina, el químico y profesor de pintura mexicano Paul Reyes que vive en Praga hace más de diez años también contrajo la enfermedad. Y, como les pasó a muchas otras personas, al principio pensó que era una gripe pero empezó a sospechar que se trataba de algo distinto cuando al comer unos chocolates no les sintió el sabor. Más allá de la pérdida del olfato y el gusto que le duró unos cinco días, Reyes no tuvo otros síntomas y pide que la sociedad no estigmatice a quien se contagia porque además de la preocupación natural por tener el virus, dar positivo puede implicar un estrés importante debido a las distintas responsabilidades que conlleva: comunicar la noticia en el trabajo, al centro de higiene y avisar también a todas las personas que pudieran haber estado en contacto. Por otro lado, recalca la importancia de contar con un médico de cabecera.

“No quieres comer nada porque es como si comieras algo de plástico, no tiene sabor a nada”.

“Tener un médico es muy importante y no tener que conseguirlo a la última hora que uno lo necesite, cuando tuve los síntomas inmediatamente contacté a mi médico, él me suscribió al sistema del test, me mandó un link con la lista de lugares donde podía hacerse el test, fui a Václavské náměstí y me hice el test que no me costó nada, solo presenté mi seguro y eso fue lo único que hice”.

A propósito, una pregunta muy común es si las personas que empiezan a salir de la enfermedad deben hacerse un segundo test para cerciorarse de que ya no tienen el virus. Actualmente el criterio para pacientes sintomáticos es que deben permanecer aislados diez días después de la aparición de síntomas más otros tres sin ningún tipo de síntoma; mientras que los asintomáticos deben pasar diez días en cuarentena tomando como referencia el momento en que obtuvieron el resultado positivo. Desde su lugar como científico, Paul Reyes explica una de las razones por las que no se realiza ese segundo test.

Foto: Tumisu,  Pixabay / CC0

“Siempre cuando tienes una carga viral y tu cuerpo lucha y logra vencer al virus después de la cuarentena y una vez que el virus está destruido todavía quedan cargas virales muy pequeñas que ya no son infecciosas pero todavía guardan fragmentos de la información genética del virus y los análisis pueden ser muy sensibles por lo que cualquier fracción del virus la va a detectar”.

Anežka Lipusová,  foto: archivo personal de Anežka Lipusová

La traductora checa Anežka Lipusová cuenta que durante varias semanas estuvo sorprendida del buen funcionamiento de su sistema de inmunidad porque primero enfermó su padre, luego sus dos hermanos y, pese a estar con ellos para acompañarlos y cuidarlos, pasó bastante tiempo hasta que, finalmente, también ella contrajo el coronavirus.
Pero asegura que, por lejos, el que más padeció la enfermedad fue su padre: durante más de un mes tuvo un cuadro de agotamiento, problemas de respiración y fiebre, a tal punto que solo le quedaba energía para dormir durante casi todo el día. Y si bien tanto ella como sus hermanos tuvieron síntomas mucho más leves, dice que recién al vivirlos en carne propia uno entiende lo molestos que pueden llegar a ser.

“Y también todos perdimos el olfato y el gusto, típico síntoma de coronavirus, que es bastante desagradable; yo pensaba antes que no era nada grave pero es que cuando estás enfermo normalmente no tienes ganas de comer y eso te lo empeora: no quieres comer nada porque es como si comieras algo de plástico, no tiene sabor a nada”.

Otro efecto bastante molesto de la enfermedad que menciona Lipusová es la caída de cabello como consecuencia del estado de debilidad general del cuerpo. Explica que la enfermedad te consume tanta energía que lo único que se siente es cansancio y, por eso, tuvieron que tomar vitaminas B y D. De la misma forma, haber pasado por esa experiencia también la obliga a relativizar algunas frases que se repiten quizás con demasiada liviandad.

“Otra cosa es que dicen, bueno, el coronavirus les afecta a los mayores pero tengo que decir que mi papá tiene 55 años, vive una vida bastante sana, activa, no tiene diabetes ni nada y no sé por qué lo pasó tan mal, pero entonces no podemos decir que el coronavirus afecta solo a los enfermos o a los mayores, no es verdad”.

Anežka Lipusová vivió junto a su familia una especie de odisea a raíz de los contagios en cadena y la cantidad de tiempo que tuvieron que permanecer aislados. Sin embargo, de esa experiencia complicada sacó fuerzas para crear, junto a su amiga Kateřina Popiolková, un producto al que bautizaron Roušperk (combinación de las palabras rouška “mascarilla” y šperk “joya”): una serie de collares que, como las cadenitas de las gafas de sol, tienen como objetivo mantener a salvo las mascarillas cuando no se las usa. Lipusová cuenta que la idea les dio una doble satisfacción: además de encontrar mucha gente interesada en ese producto que mezcla funcionalidad y elegancia, su proyecto también les permite concientizar a las personas de que el uso de las mascarillas requiere algunas condiciones higiénicas que no siempre se tienen en cuenta.

El novedoso cuelgamascarilla,  foto: archivo personal de Anežka Lipusová