Con el vino se vive al máximo

Tomás Sadílek
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El once de noviembre a las once horas once minutos se abrirán las bodegas en Moravia del Sur y los amantes de la "bebida de la verdad" podrán degustar el primer vino de esta temporada: el vino de San Martín. Saber tomar una copa de vino y disfrutarla es toda una ciencia, nos explicó Tomás Sadílek de la pequeña ciudad morava de Velké Pavlovice que tiene el vino como su afición. Pudimos comprobarlo por nosotros mismos cuando nos invitó a su bodega. Y como los expertos afirman que el vino es como una mujer - le gusta cuando se habla de él - compartiremos nuestra experiencia con Uds., amigos, en esta edición de A toda marcha.

Tomás Sadílek
Como suele ser en la vida, Tomás Sadílek empezó a dedicarse a la viticultura por casualidad. A los 16 años de edad acompañó a su tío a una degustación de muestras de vinos destinados a una exposición local.

"Con mis 16 años no pertenecía allí. Degusté el vino con señores mayores de 60 años, como mínimo. Fue mi primera experiencia con el vino y me entusiasmó. A partir de ese momento empecé a comprarme revistas especializadas para enterarme más".

En el pasado, toda la familia trabajó junta en el viñedo. Tomás comenzó a ayudar a su padre a cultivar la vid. Una de las cosas que le atrae del vino es que permite descubrir constantemente algo nuevo, igual que la profesión de cocinero y camarero que aprendió.

"También me gustó el hecho de que uno tiene que cuidar de algo. Teniendo una cepa que le crece bajo las manos, uno puede formarla, crea su fruto. Me fascina todo ese trabajo que el viticultor invierte. Lo bonito en el vino es que está vivo, vive desde el principio en el viñedo cuando los ramos son verdes, luego aparecen las uvas que se llevan a la bodega y nace el vino. Cuando uno abandona la bodega también está vivo ... a veces".

Durante la elaboración del vino nada se desperdicia, resaltó Tomás.

"Las uvas se pisan, del jugo se hace el vino, pero quedan residuos. Los residuos se pueden quemar, surge alcohol que tiene el sabor a coñac, se le agregan yemas de huevo que quedaron durante la defecación del vino, y así se aprovecha todo. Las cáscaras se echan a las gallinas. En Francia el coñac se deja madurar en barriles, aquí se bebe por Navidad el coñac de huevos".

Sin embargo, Tomás sostiene que tener un viñedo representa un gran riesgo, porque todo está en su contra: el tiempo, la naturaleza, la gente y el gobierno también.

"A la gente no le gusta el vino, o no quiere ir a trabajar, el tiempo no es favorable, los insecticidas salen cada vez más caros, el gobierno le pone más trabas al cambiar el IVA".

A pesar de todas las adversidades, la viticultura sigue floreciendo en Moravia del Sur. Mientras que en el pasado valía la norma de producir el mayor volumen de vino posible y todas las botellas tenían que venderse antes de las Navidades, ahora la situación es diferente. Los pequeños viticultores aprendieron que la calidad abre el mercado.

Tomás Sadílek
Después de mudarse de Velké Pavlovice, Tomás no tiene tiempo para dedicarse al cultivo de la vid. Actualmente, trabaja en una oficina, pero se siente más cansado que antes cuando pasaba las tardes en el viñedo. Le falta la pureza del aire libre.

"Permanecer metido en casa es mucho peor que ir al viñedo. Antes iba al trabajo en bicicleta recorriendo diariamente 50 kilómetros. El viñedo me daba vida. A las once de la noche me acostaba, a las cuatro de la madrugada me levantaba, pero estaba alegre como una gaita".

Para no perder el contacto directo con el vino, Tomás hizo exámenes para los degustadores. La participación en degustaciones y exposiciones de vino le permite relacionarse con personas desconocidas.

"Me apetece estar entre la gente. Ir al trabajo, estar con la familia está bien, pero cada uno tiene un círculo limitado de conocimientos y cuanta más gente se reúne, tanto más se aprende. Se puede hablar de muchas cosas, cada persona tiene su propio modo de ser, y ello me enriquece".