“Praga, capital de Austria”

Tomás Turbón
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Tomás Turbón estudió cine en España y en su último año obtuvo una beca para proseguir su formación en la prestigiosa escuela de cine FAMU, de la capital checa. Lleva cerca de cinco años en Praga, trabaja en una productora audiovisual, le encanta esta ciudad, pero está pensando seriamente en un cambio.

Tomás Turbón
A los 30 años, Tomás Turbón, leonés y ahora praguense por adopción, está sumido en una crisis vocacional. Estudió cine en la Universidad de Ponferrada, pero no ha hecho todavía ninguna película y ni siquiera sabe si tiene ganas de intentarlo.

Así que quizás se recicle en guía turístico, para aprovechar los conocimientos que ha ido acumulando sobre Praga y el amor que siente por esta ciudad, en una historia que comenzó hace más de cinco años, de manera casi accidental.

“No lo sé, fue un poco la suerte. Yo iba a entrar en un programa Erasmus para estudiar fuera de España y había dos opciones: París o Praga. Recuerdo que dijimos, un amigo y yo, bueno, hay que elegir una. París nos pareció demasiado grande, demasiado cara, demasiado cerca y quizás demasiado tópica. Entonces decidimos ir a Praga. Entramos ese mismo día, la pedimos y nos dieron la beca. Recuerdo que cuando salimos, mi amigo me preguntó: ‘Praga, eso es Austria, ¿no?’ Y yo dije: Sí, sí, por supuesto”.

Y aunque estudió cine tanto en España como en Praga, prefiere no catalogarse como cineasta.

“Hombre, cineasta, cineasta no sé, más bien tengo estudios de cine, porque para ser cineasta debería ejercerlo y por desgracia todavía no lo he ejercido como debería ser. Me he dedicado y me dedico este tiempo a la promoción, a traer producciones aquí, pero yo no participo directamente en las producciones”.

Para ser honestos, Tomás reconoce que no sabía nada de la FAMU antes de venir. Ahora ya tiene una idea más clara de todo.

“Yo no la conocía, luego ya me di cuenta del prestigio que tenía. Lo que pasa es que hay dos FAMU, al parecer, sin ser tampoco un experto en el organigrama, sé que está la FAMU normal y luego la FAMU internacional, que es una especie de subsección pequeña dentro de FAMU donde va la gente que no habla checo. Y no alcanza quizás, pienso yo, la calidad que puede tener la FAMU a la que accede la gente en checo. Entonces yo recomiendo a la gente que quiere entrar que aprenda checo, y si puede, porque para entrar no es tan fácil, que entre en la FAMU checa”.

Reconoce también que no quedó muy conforme con sus estudios en la capital checa.

“En la FAMU internacional dimos un curso muy general, muy teórico y muy abstracto, la verdad, para mí fue un poco decepcionante, porque la escuela en la que yo estaba era muy práctica, era de tomar la cámara, tomar el dolly, montar los cables, iluminar un estudio, y aquí fue básicamente hablar y hablar y sobre analizar demasiados asuntos demasiado abstractos de demasiadas películas raras. Fue muy intelectualoide, la verdad. Me dio la impresión de que aquí te educan mejor para ser crítico que para ser cineasta”.

Y él no quería ser crítico, sino que cineasta, aunque ahora tiene dudas al respecto. “Entiendo que es un objetivo ya frustrado, he perdido la vocación y el entusiasmo”, afirma.

En Praga, cómo no, se enamoró, pero no de una checa, sino que de una londinense. Después de terminar la beca se fue a probar suerte allá.

Praga,  foto: CzechTourism
“Conocí a una chica de Londres y entonces me dije: ‘Bueno, ya que hemos salido de mi pueblecito de España y estamos viendo mundo, pues vamos a la gran ciudad’. Resultó ser demasiado grande, entonces después de un año nos volvimos porque simplemente no podíamos olvidar Praga, estábamos ya enganchados”.

Y aunque reniega un poco del cine, sigue vinculado al mundo audiovisual, como investigador de una agencia de publicidad: Partnership Pictures.

“Lo que hacemos son spots de televisión, normalmente para la República Checa y también para el mercado europeo y alguna vez también para el mercado estadounidense. Vienen aquí mucho a reducir costes, a rodar. Lo que hacemos es producir, nosotros no creamos la publicidad, ellos nos dan el guión y nosotros nos dedicamos a la ejecución. Trabajo sobre todo en inglés y ocasionalmente en castellano y en checo”.

No es un trabajo que le resulte fascinante, pero lo hace igual, porque las cuentas hay que pagarlas.

“Hombre, preferiría no trabajar (ríe). No, no, pero tanto como que me llena no, aunque estoy aprendiendo muchas cosas, pero bueno, estoy bastante tiempo delante del ordenador y eso me cuesta. Es poco creativo. Es creativo en tanto en cuanto pues tengo que intentar buscar a los directores que creo pueden ser buenos para un guión, pero el resto del trabajo es base de datos, es bastante ehhh, aburrido. Me has dicho que no puedo decir palabrotas, pero las diría (ríe)”.

Por eso ahora está pensando en dar un vuelco a su vida y dedicarse a otra cosa completamente distinta.

Tomás con Becherovka
“Bueno, me han dicho que necesitan gente en el tráfico de órganos, no lo sé, no lo sé (ríe). Estoy mirando una cosa de guía turístico para la ciudad de Praga. Me gustaría probar. Me gusta el contacto con la gente y tal y después de estar estos años metido en una oficina delante de un ordenador creo que me puede apetecer, la verdad. Además como me gusta tanto Praga el placer de explicársela a otras personas creo que es un placer muy grande. Yo no sé si tú los has vivido cuando vienen tus amigos y los llevas a Malá Strana y les ves esa cara y esos ojos como platos cuando les vas contando las cosas”.

Y mientras se decide, bebe cerveza checa, que le encanta y es uno de los motivos por los que sigue aquí, y también ese brebaje dulce y digestivo conocido como Becherovka, que le da consejos a la hora de tomar decisiones.