La eterna belleza de los diamantes en el único museo de su tipo en Chequia
El rey de las piedras preciosas, el diamante, protagoniza su propio museo en la ciudad de Praga. El Diamond Museum ofrece desde una explicación del surgimiento y aprovechamiento de estas gemas hasta una muestra de joyas y réplicas de diamantes famosos.
“Cada museo tiene algo específico. Unos tienen los diamantes más grandes, otros los más raros, otros se centran en las joyas. En nuestra exposición hacemos énfasis en explicar lo que pasa con el diamante en todo su proceso: cómo surgen, cómo se extraen, cómo se trabajan, cómo se clasifican. En la última parte mostramos cómo se diferencian y tasan. En esto nuestro museo es excepcional, aunque no tengamos la Pantera Rosa y otras piezas increíbles. Pero al final de la muestra podemos ver réplicas de los mayores diamantes del mundo”.
Las mencionadas reproducciones permiten apreciar el famoso Koh-i-noor o Montaña de Luz. Fue descubierto en la India y antes de ser pulido pesaba 793 quilates. Ahora es parte de la corona de la reina Isabel de Inglaterra. También encontramos el diamante Pigot, que desapareció en los años 20 del siglo XIX y que, según una de las leyendas sobre su posterior destino, llegó a las manos de Alí Pashá de Tepelen, quien pidió que tras su muerte fueran destruidas las dos cosas que más amaba: su diamante y su mujer.La tercera réplica de importancia es la del diamante Sah, hallado en la India en torno al año 1450 y actualmente guardado en el Kremlin. El Sah destaca por su coloración amarillenta debido a la presencia de óxido de hierro y por tener grabados los nombres de tres de sus poseedores, tres sahs de Persia.
Aunque tales piezas están a años luz de los bolsillos de los mortales, muchos visitantes del museo pueden adquirir diamantes a precios módicos, asegura Stehlíková.
“Tenemos diamantes que pueden tener un precio sorprendentemente bajo, que comienza en los 12 euros. Por ese precio uno se puede llevar un suvenir, que no deja de ser más que un recuerdo, pero que es un diamante con certificado. Esto rompe un poco el mito de que los diamantes son objetos muy caros y lujosos que una persona normal no se puede permitir. Nosotros tratamos de explicar que sí que puede. Al mismo tiempo no vamos a decir que es una inversión, que el dinero volverá multiplicado por un millón. Eso por supuesto no va a pasar, pero puede hacer que inserten el diamante en una joya o disfrutar de la agradable sensación de ser poseedor de un diamante”.Un regalo de las profundidades de la Tierra
Los espacios del museo evocan una cueva, haciendo alusión al hallazgo minero de los diamantes en bruto. En estas primeras salas se muestran en un mapa los principales yacimientos del mundo, situados en Rusia, Sudáfrica, Canadá y Australia, así como los lugares históricamente ricos e diamantes, como Brasil y la India.
Asimismo se explica cómo se forman estas piedras preciosas. Se trata de un proceso asombrosamente largo que tiene lugar bajo la corteza terrestre, a unos 200 kilómetros de profundidad, donde el carbono se halla a temperaturas de entre 900 y 1.300 grados y a altas presiones. Para que el carbono cristalice en estas condiciones han de pasar entre mil y tres mil quinientos millones de años.
En ocasiones se forman corrientes ascendentes de magma, que acaban emergiendo al exterior en forma de volcán. Es así como llegaron al exterior, hace unos 100 o 1.000 millones de años, los diamantes que se extraen actualmente de las minas.
El museo explica también cómo surgió el uso de los quilates para medir el peso de las piedras preciosas. Su origen se remonta a la antigüedad, cuando las gemas se pesaban usando como contrapeso en la balanza semillas de algarroba, que poseen una gran uniformidad de peso. En griego este fruto se llama keration, que pasó al árabe como quirat.
Con la llegada del sistema métrico decimal, un quilate equivale a 0,2 gramos. Por cierto, el mayor diamante del mundo es el llamado Cullinan o Estrella de África, hallado en Sudáfrica y con más de 3.100 quilates de peso.
Un museo de capital israelí
El Diamond Museum de Praga fue iniciativa de la familia Katz, que posee plantas de producción de joyas y diamantes artificiales en Israel desde hace varias décadas. El museo ofrece así desde 2015 artefactos elaborados directamente por la empresa familiar y que conforman una parte importante de la exposición. La cuestión es por qué decidieron abrir un centro de estas características precisamente en Praga. Eva Stehlíková nos saca de dudas.
“El señor Eli Katz se enamoró de Praga. Tiene aquí muchos amigos y conocidos, sobre todo en el entorno del Museo Judío. La Praga judía es en sí misma una ruta turística, y los Katz se sienten bien aquí. Está además en el centro de Europa, con lo que Praga les pareció una elección clara. Su primer museo fue fundado en Letonia, pero se trasladó a Praga. Les gusta mucho esta ciudad”.Para hacer realidad la exposición, el museo contó con el asesoramiento del geólogo y gemólogo checo Radek Hanus