La villa Kramář, una observadora privilegiada sobre Praga
Majestuosa, lujosa y con la mirada puesta en Rusia, la villa Kramář es en cierta forma como el hombre que la hizo construir, Karel Kramář. Las vistas sobre Praga, son además, unas de las más bellas de la ciudad.
Una posición privilegiada
Karel Kramář nació en 1860 en el seno de una familia que, aunque de origen humilde, había prosperado considerablemente. Su padre poseía una fábrica de ladrillos. Este trasfondo favorable, así como su tesón y capacidades personales, le llevaron a graduarse en derecho y añadir después a su currículum tres carreras más, obtenidas en Viena, Berlín, París y Estrasburgo. También residió en Londres y más tarde se doctoró en Praga.
La fortuna familiar no solo no se redujo, sino que se fue incrementando. Karel Kramář poseía una fábrica de tejidos y acciones en distintas compañías. Esta prosperidad no puede entenderse sin la fuerte vinculación de Kramář con la política. Era lo que podríamos llamar un notable, y en él se entrecruzaba el poder económico y el político, señala la historiadora Irena Saidlová.“Ya a los 30 años se presentó a las elecciones del Imperio Austrohúngaro, para el parlamento de Viena por el partido de los Jóvenes Checos. Desde ese momento, el año 1891, hasta su muerte, fue diputado. Primero en Viena, y después del surgimiento de Checoslovaquia, en Praga.
Kramář militaba en el nacionalismo checo, llegando a liderar el partido de los Jóvenes Checos, una rama renovada de esta tendencia ideológica. Desde su escaño propugnaba una mayor autonomía de las Tierras Checas respecto a Viena, siguiendo los intereses de la alta burguesía checa.
Solo partiendo de esta posición social se puede entender que el matrimonio Kramář pudiera comprar del Ayuntamiento de Praga los terrenos necesarios para edificar su mansión familiar. Se trataba de una zona sin edificar, situada en los antiguos bastiones de defensa de la ciudad, y desde los cuales se apreciaba, al igual que ahora, una vista fantástica de la ciudad de Praga.La compra fue entendida en su momento como un privilegio, un favor político, y fue duramente criticada, explica Saidlová.
“Las vistas son realmente únicas. Uno puede contar los puentes que cruzan el Moldava desde aquí. Desde el despacho de Karel Kramář es desde donde se tienen las mejores vistas. Ni siquiera desde los jardines de Letná es posible ver Praga de forma tan hermosa. Supo elegir el terreno correcto. Cuando lo consiguió y construyó la villa, se alzó contra Kramář una ola de descontento”.
Tanto desde los jardines como desde las ventanas orientadas al sur es posible observar un amplio panorama de Praga desde las alturas, dominado en su centro por el río Moldava y su cascada de puentes. A la izquierda se aprecia la Ciudad Vieja y más al fondo, el barrio de Žižkov, a la derecha la colina de Petřín, Malá Strana y el Castillo de Praga.
La zona es además tranquila y arbolada, comunicada con el parque de Letná, y muy cercana al Castillo, el centro de poder, donde se sitúa buena parte de los ministerios y la sede del presidente. Resulta fácil imaginarse a Karel y Nadezhda Kramář disfrutando de las vistas cogidos de la mano y diciéndose que sería allí precisamente donde construirían su casa.
Una casa a la altura de su dueño
En la construcción de la villa no se escatimó en gastos. El matrimonio Kramář volcó en su construcción el equivalente a 12 millones de euros actuales. Curiosamente, y a pesar de ser un nacionalista checo, Kramář decidió que la mansión debería tomar como modelo el estilo barroco, que en Chequia se relaciona con la monarquía de los Habsburgo y la recatolización de las Tierras Checas. El arquitecto escogido fue, además, un austriaco, señala Irena Saidlová.“El arquitecto de la villa fue Friedrich Ohmann, que era de origen austriaco y había trabajado durante 10 años como profesor de arquitectura en la Escuela de Arte y Oficios de Praga. Era un gran conocedor del barroco. Sin embargo en el resultado final tuvo mucha influencia la señora Nadezhda, que casi cada día controlaba las obras, y era muy insistente en que la villa se correspondiera exactamente con lo que ella quería, su sentido estético”.
Lo primero que llama la atención de la villa, más que el edificio mismo, son los jardines, de tales dimensiones que empequeñecen el edificio central, y que originalmente incluían incluso canchas de tenis. Una vez subidas las escalinatas de la entrada y traspasada la puerta principal, el visitante se adentra en un recibidor de tamaño monumental y más escaleras.El revestimiento de mármol, detalles como las manivelas de las puertas, que son cada una por sí misma una escultura metálica, y la amplitud de los espacios denotan inmediatamente lujo y majestuosidad, pero de forma contenida, con cierta sobria elegancia. El matrimonio era entendido del arte, y de alguna manera se respira en el ambiente. Saidlová prosigue en su descripción del edificio.
“La villa estaba ocupada de forma muy lujosa. Tenía calefacción central, un aspirador central de polvo, un montacargas para la comida, porque la cocina estaba abajo, y además varias bodegas para vino, un depósito de combustible, etc. Como parte del complejo había residencias para el chófer y el jardinero, que tenían sus propias casas en los límites del terreno”.
Un creyente del sueño paneslavo
La villa, que posee 56 habitaciones, no refleja únicamente la importancia económica y política de los Kramář, sino también un rasgo importante de la idelogía de su fundador. Karel Kramař era un paneslavista, y se mostraba convencido de que las naciones eslavas, como los checos, los polacos o los eslovenos, debían colaborar y constituir un bloque cultural único.De esta forma diversos elementos decorativos de la mansión remiten al arte ruso o al bizantino, como el comedor, incide Saidlová.
“En este espacio representativo se refleja la orientación de Kramář hacia oriente. Era defensor de la colaboración de las naciones eslavas, sea dentro del Imperio Austrohúngaro o fuera de él. Habría sido feliz si hubiera surgido una federación de naciones eslavas bajo el patrocinio del zar ruso. Este gran comedor sirve en la actualidad también para actos representativos, para cenas de gala o almuerzos para unas 20 personas”.
Como principal potencia política eslava, Rusia era vista a principios de siglo XX por los paneslavistas como el motor que debía liderar el movimiento. No es de extrañar que Karel Kramář encontrara el amor de su vida en ese país, añade la historiadora Irena Saidlová.
“Karel Kramář estaba muy orientado a las relaciones entre eslavos. Su esposa era rusa. En 1890 emprendió un viaje de varios meses por Rusia, y en uno de los salones de Moscú conoció a Nadezhda Nikolayeva Abrikosova. Tras 10 años Nadezhda se divorció de su primer marido. Kramář y Naděžda estuvieron casdos 40 años, y todavía a los 70 años se intercambiaban cartas de amor”.Un retrato de Nadezhda Kramářová en sus mejores años sigue presidiendo el que fuera el despacho de Karel Kramář. Como ya se ha mencionado, la esposa del magnate checo se involucró activamente en la construcción de la casa, y su impronta orientalista es visible en todo el edificio.
Otra sala con fuertes rasgos rusos es la sala de juegos, continúa Saidlová.
“Este era el salón para caballeros, con un billar. La sala estaba decorada como una construcción antigua rusa, en el revestimiento es posible apreciar las cúpulas típicas de las iglesias ortodoxas. Hay aquí varios motivos de plantas y animales que evocan el campo ruso, y trofeos de caza, ya que a Kramář le encantaba la caza. Por desgracia los de aquí no son los originales. La chimenea verde está también decorada con motivos de las cúpulas rusas. En esta habitación fue detenido Kramář en 1915”.
Con la verdad, aunque sea contra todos
El episodio que menciona Saidlová fue decisivo para la vida de Karel Kramář, y estuvo a punto de resultar fatal. Finalmente acabó siendo un impulso para su carrera política, detalla Saidlová.
“Después de que estallara la Primera Guerra Mundial, Kramář se unió a la resistencia interna, a la llamada Mafia, y en 1915 fue arrestado y condenado por alta traición a la pena de muerte. Por suerte para Karel Kramář, el nuevo emperador Carlos I suavizó el castigo a 15 años de prisión. Luego, a mediados de 1917 proclamó una amnistía para todos los presos políticos, así que Kramář fue liberado junto con otras personas y volvió a Bohemia como un héroe nacional, lo que después. con el surgimiento de Checoslovaquia, le garantizó el puesto de primer ministro checoslovaco”.El estado checoslovaco se formó en 1918 a partir de los territorios de checos, eslovacos y rutenos, tres naciones eslavas englobadas hasta entonces al Imperio Austrohúngaro. El sueño de Kramář, tanto el nacionalista como, parcialmente, el paneslavo, se habían hecho realidad, agraciándole además, con la recompensa política de ser primer ministro.
En este puesto duró poco, del 14 de noviembre de 1918 al 8 de julio de 1919, debido a la inestabilidad política que caracterizaba los primeros años a la joven república. En la fachada de la casa está escrito el lema vital de Kramář, que durante su vida de dirigente le causó no pocas complicaciones, subraya Irena Saidlová.
“Con la verdad, aunque sea contra todos. Es un lema por el que de verdad se rigió. Es un lema hermoso, por desgracia para su trabajo diplomático no es lo ideal, lo que se reflejó en sus negociaciones en las conversaciones de paz de París, cuando a causa de esto entró en conflicto con Edvard Beneš, el ministro de Relaciones Exteriores. Y esta relación tensa llevó después a una tensión en las relaciones entre Kramář y el presidente Tomáš Garrigue Masaryk”.Kramář siguió siendo diputado y presidente del Partido de los Demócratas Nacionales, aunque el poder real del partido estaba ya en manos de otros políticos. Mantuvo relaciones conflictivas con el presidente Masaryk y con Edvard Beneš, y fue defensor de ideas nacionalistas y conservadoras.
Aunque de menor peso político, los Kramář siguieron siendo una familia con gran peso social, como demuestra que su lujosa villa era solo una de sus tres residencias. Disponían de otra gran villa de verano en Vysoké nad Jizerou, cuya construcción casi arruina a la familia, y otra mansión, la villa Barbo, en Crimea.
Una residencia oficial vacía
El matrimonio Kramář fue feliz, pero sin hijos. Tras la muerte de Nadezhna en 1936 y de Karel Kramář un año después la casa pasó a manos de la fundación Karel Kramář. Con la llegada de los comunistas al poder en 1948 la mansión fue expropiada y más tarde utilizada ocasionalmente como residencia para visitas de estado de importancia o negociaciones internacionales.A partir de 1998, ya en la República Checa democrática, se decidió convertirla en la residencia oficial del primer ministro. No en vano Karel Kramář había sido el primer presidente del Gobierno de la Checoslovaquia independiente.
Sin embargo solo dos primeros ministros, Miloš Zeman y Vladimír Špidla residieron efectivamente en esta villa. La falta de privacidad o la escasa adaptación de la mansión a las necesidades de una familia con hijos son los motivos que se aducen más normalmente.