Si no conservamos la identidad de un pueblo, perdemos el alma humana

Escritor andorrano, Antoni Morell (Foto: autora)

Entre compras y ventas corre nuestra vida sin que nos demos cuenta de que en esta carrera por los productos quizá perdamos uno de los valores que dan sentido a la existencia humana - la identidad de un pueblo. De ello intenta advertir el escritor andorrano, Antoni Morell, en su novela La nieve adversa, una historia novelizada de la Andorra del siglo XX, según describió esta obra un crítico literario. La lucha por conservar su identidad, en el buen sentido de la palabra, es una de las cosas que unen a los pueblos pequeños como son el checo y el andorrano, opina Antoni Morell. El checo fue el primer idioma extranjero al que fueron traducidas sus obras, que escribe en su catalán natal. La editorial checa Argo publicó en 2000 su novela Boris I, rey de Andorra, y este año La nieve adversa. En otoño la editorial Destino Planeta lanzará al mercado la versión en castellano de ambas obras. Radio Praga conversó con Antoni Morell durante su reciente visita a la República Checa.

¿Ud. cree que es muy difícil conservar la identidad de un pueblo en el mundo actual?

Escritor andorrano,  Antoni Morell  (Foto: autora)
"Yo diría que es difícil, pero es imprescindible, es inalienable, es absolutamente necesario. Si no con esta identidad perdemos el alma humana, la personalidad, perdemos la capacidad de ser personas, la capacidad de diálogo, de conversación, la capacidad de escuchar. Fíjese que cada día nos cuesta más escuchar - normalmente todos vamos con monólogos, yo el primero - y nos cuesta porque estamos en principio bombardeados por una publicidad absolutamente mercantilista donde lo importante es vender. Y lo que menos importa es quién compra y qué es lo que compra. Tienen que haber balances a final de mes, de año. Y las personas somos absolutamente números. Me imagino que en Chequia debe pasar lo mismo, pero en mi país, y ya me atrevería a decir en toda la zona mediterránea, ya estamos absolutamente insesibilizados ante la barbarie de las guerras. Hoy han matado veinte iraquíes, bueno, mueren un millón de niños cada dos meses, ah, bueno... Nos acercamos a la muerte cuando la muerte llama a nuestras puertas, cuando la vemos cercana, cuando se aparece por la ventana, o muere un compañero, un amigo, o ha habido una masacre en Madrid, ¡terrible! Pero esta masacre ocurre en Indonesia y nada ... Ahora en Madrid sí y en Nueva York también, terribles masacres, absolutamente brutales, pero si pasa lejos es como el viento o como esta nieve que va desapareciendo y va borrando los paisajes naturales".

La muerte es uno de los temas centrales de su obra. ¿Cree Ud. que la muerte es justa, según se dice?

"Yo no digo que sea justa. Yo digo que nacemos para morir, y no se nos enseña a vivir para morir. Actualmente se nos enseña a ... no sé qué. Yo no digo que la muerte sea justa. Yo soy creyente y creo que es lo más injusto que Dios ha creado. Pero como soy creyente no sé qué hay al otro lado, al otro límite. Nacer para morir no significa que tengamos que hacer una vida amarga. La angustia, l´angoisse en francés, es otra cosa, tienen unas diferenciaciones que son muy importantes. Si quiere, ya que estamos en castellano, el sentimiento trágico de la vida del gran Miguel de Unamuno. Vaya por la calle y vea a la gente. La gente se ve amargada, cansada porque estamos luchando contra nosotros mismos, que para eso nos educan, y para eso estamos en este mercado y por eso este mercado globalizador donde no contamos. Contamos solamente como sujetos activos y pasivos, sujetos pacientes para comprar y vender, comprar y vender, comprar y vender. Tampoco se nos educa a gozar de la vida - la joie de vivre - del existencialismo, digamos, ateo. La joie de vivre tampoco existe porque se nos educa a cumplir, satisfacer pequeños gustos. Una vez obtengo este micrófono que tengo al lado, ya lo poseo, y ya quiero otro mayor. Entonces esta existencia de plenitudes que debe ser la vida, de gozar de la vida en todos los sentidos, y el respeto a los demás y la libertad son las únicas fronteras, todo eso ha desaparecido. Está presente la muerte en el sentido de que se nos escapa el tiempo. El tiempo que es lo inaccesible, lo intocable va desapareciendo. ¿Cuánto tiempo me queda ya? ¿Me queda para qué? ¡Aprovecha este tiempo relativo con el espacio, etc. No invento nada, sólo que esta filosofía, incluso matemática, se vea superada no por el neopositivismo en el cual vivimos, ni tampoco por la amargura absoluta del existencialismo, yo me creo hijo del existencialismo, sino por esta alegría de vivir, por este tiempo, tocarlo, aprovecharlo, quererlo incluso".

¿Y dónde cree Ud. que termina la libertad de una persona?

"Tremenda pregunta. Esto es para un Premio Nobel o doctor honoris causa. Sé dónde empieza, no sé dónde termina".

¿Y dónde empieza?

"En uno mismo. Si uno cree en uno mismo, no con egoísmo, no con egolatría, no como superhombre, sino como hombre afincado en una realidad - les racines en francés, las raíces en castellano, les arrels en catalán, estas raíces, esta identidad es el inicio de nuestra propia libertad que tengo que compartir con otras personas. Por lo tanto no estoy hablando de un idealismo. No sé donde termina, pero sé donde empieza. Lo que ocurre es que intentan abortar este nacimiento nuestro. Y nunca mejor utilizada la palabra abortar - el nacimiento de uno mismo".

Ud. ha dicho también que no cree en la justicia, sino en personas justas, y también ha dicho que cree en Dios. ¿Entonces cree en la justicia divina?

"No creo en la justicia y soy abogado. Creo en los jueces porque la justicia desde Santo Tomás, toda la escolástica misma, incluso el neopositivismo jurídico alemán, están intentando poner en práctica estas ideas que nacen con Platón, allá arriba. Las ocupamos, el hombre las incardina, las humaniza y las pone en práctica. La justicia es discrecional, es la interpretación, un mismo juez con sabiduría, con equilibrio, con sagacidad, puede dictaminar que una cosa está mal hecha y el otro el mismo hecho con otros criterios jurídicos, absolutamente tan válidos unos como otros, determina otra cosa. Por eso a veces el pueblo, el vulgo, perdone la expresión, en el sentido del pueblo llano que no conoce estas cosas, el léxico del abogado en este caso, pregunta ¿cómo que a éste lo han condenado a tantos años, y éste por lo mismo sólo a seis meses? Porque hay una serie de circunstancias, etc. Por lo tanto es la persona. Hay jueces buenos y jueces malos, hay escritores buenos y escritores malos, no en calidad de la obra sino en la interpretación, hay periodistas buenos y periodistas malos. No creo en la justicia, no creo en las ideas abstractas. Creo en las ideas concretizadas, humanizadas, existencializadas, armonizadas, criticadas, productos de un sincretismo, de un laboratorio propio y las personas humanas las vamos aplicando. Dios, ay Dios... Dios es persona para mí, por lo tanto ya no es una idea. Yo creo en el Dios bueno. ¿Qué Dios? ¿Un ser superior? Ud. me dirá ¿cómo justifica? No lo sé porque la fe es indemostrable. Ud. me puede demostrar cómo funciona este micro y este magnetófono, yo no le puedo demostrar eso. Pero ¿qué es el tiempo? Aún nadie ha dicho qué es el tiempo. ¿Por qué soy creyente? ¿Por miedo a que todo se termine? Pues no, porque pienso que al hombre, a la persona humana no se le han dado todas las oportunidades en este mundo. A mí se me han dado muchas. Pero a estos pobres inocentes niños de África que mueren con el SIDA no. ¿Qué será de ellos? No lo sé ni me pregunte dónde estarán ni si los veré. Pero estas personas no han tenido las mismas oportunidades que yo he tenido. Entonces, puede decir ¿Ud. cree en un dios injusto? No sé. Creo en la libertad. Y para mí el ser creyente significa que cree en la Libertad en mayúscula y en la libertad en minúscula, que no se termina en este espacio y tiempo como decía Einstein."

¿Cómo es con el perdón? ¿Debe uno perdonarlo todo, dónde están los límites?

"Perdón es una palabra que no me gusta. Yo digo: sólo perdona Dios. Podemos disculpar. Hay cosas que nunca aceptaré. Dicen todo se debe aceptar. No. Yo estoy contra la guerra, contra la violencia, contra la muerte, por lo tanto yo no puedo ser tolerante con una persona que defienda la muerte, una persona que esté a favor de la pena de muerte también, de la violencia, de la guerra, de matar, de las formas más solapadas que pueda haber, nazis o no nazis, porque hoy también se mata, con sistemas muy parecidos, o muy sofisticados o más. No utilizaré los mismo medios, absolutamente no, siempre medios pacíficos, pero yo estoy contra la muerte, por lo tanto ya tengo una frontera para dialogar. Hay cien millones de niños no escolarizados en el mundo. Estoy contra todas estas gentes que proclaman en lugar de educación, guerras. La democracia no se puede imponer a base de armas".