Fiesta Nacional - Día de la Muerte de Juan Hus en la Hoguera
Con motivo de la Fiesta Nacional, hemos preparado para ustedes un programa especial dedicado al reformador religioso checo, Juan Hus, de cuya muerte en la hoguera recordamos este sábado el 587 aniversario.
Seis de julio de 1415, Constanza, Alemania. El concilio celebrado allí desde el otoño del año anterior dicta la sentencia contra Juan Hus: ¡culpable! por herejía. A Juan Hus se le prohibe ejercer el sacerdocio y es entregado al poder secular que le condena a morir en la hoguera. La sentencia es ejecutada de manera inmediata. Sus cenizas son arrojadas al río Rin.
Juan Hus muere pero la última chispa en su hoguera es la primera del gran movimiento revolucionario que se apodera de las tierras checas en los siguientes decenios. Han transcurrido casi seis siglos desde el fallecimiento de este reformador religioso checo, pero su legado sigue dividiendo a la nación hasta la fecha.
Para algunos, fue un hereje que tenía la culpa de que el floreciente Reino de Bohemia, centro del Sacro Imperio Romano Germano, se convirtiera en los siglos venideros en la periferia del mundo católico, pobre, alejada de las principales corrientes intelectuales y culturales y sumergida en luchas fratricidas.
Otros ven en Juan Hus un héroe nacional que tuvo la valentía de oponerse a los excesos de la Iglesia Católica y de esforzarse por su reforma, y acusan a esa institución de haber cometido un crimen imperdonable al condenarle, como hereje, a la hoguera.
¿Quién fue, entonces, Juan Hus? ¿Cuáles fueron sus enseñanzas? ?Y dónde se hallan las raíces del movimiento husita?
Las tierras checas vivieron en la segunda mitad del siglo XIV uno de sus períodos de mayor auge, cuando reinaba Carlos IV. Según explica el historiador Václav Polc, Carlos IV fue también emperador romano germano que hizo de Praga la capital del Sacro Imperio.
"En Praga se encontraba la única universidad al norte de los Alpes que Carlos IV fundó en 1348, creando las condiciones para que la capital checa se convirtiera en un importante centro cultural y educacional. La corte de Carlos IV era el centro político y diplomático donde se decidía el destino de Estados enteros. Y en lo que a la sociedad se refiere, ésta gozaba de un bienestar impresionante".
El historiador Petr Cornej señala, no obstante, que el oeste y el sur de Europa pasaron por aquél entonces por una grave crisis demográfica como consecuencia de las repetidas epidemias de peste. Dicha crisis afectó al Reino de Bohemia más tarde, después de la muerte de Carlos IV, en 1378, es decir, bajo el reinado de su hijo, Venceslao IV.
"Precisamente en esa época aparecieron en el Estado checo los primeros síntomas de la crisis a la que, desgraciadamente, la sociedad, acostumbrada a la prosperidad, no supo reaccionar adecuadamente. Y una de las recetas que el Medioevo solía utilizar para solucionar los problemas fue la de recurrir a la reforma eclesiástica. La Iglesia Católica era la institución omnipresente con una influencia decisiva sobre la sociedad medieval que monopolizó el privilegio de velar por la salvación de las almas".
Por ello, cuando las cosas no marchaban bien en lo social, se creía que la responsable era la Iglesia Católica. Petr Cornej subraya que los abusos de la Iglesia eran visibles.
"Simonía, corrupción y nepotismo eran la lacra que acosaba a la Iglesia. Se vendían indulgencias, muchos sacerdotes vivían de sus parroquias y beneficios sin cumplir sus compromisos, muchos de ellos incluso cometían diariamente pecados capitales. Dignatarios eclesiásticos se dejaban sobornar por quienes querían ocupar un alto cargo en la jerarquía de la Iglesia. Las frecuentes intervenciones de la Iglesia en el poder secular también provocaban una dura crítica".
El historiador Václav Polc enfatiza que hay que buscar la raíz de esta decadencia eclesiástica en el cisma que dividió a la Europa cristiana:
"Un papa residía en Roma, el otro en Avignon. Diferentes países reconocían a diferentes papas, lo que desembocaba en violentos enfrentamientos políticos. El cisma se manifestó también en el declive cultural porque con él termina el intercambio de valores entre los países enfrentados. Pero lo peor fue que desvaneció una de las certezas inquebrantables del hombre medieval, la de creer en la autoridad del Santo Pontífice como sucesor de San Pedro, lo que originaba en la sociedad ánimos de vanidad y desorientación".
El caos provocado por el cisma dio origen a muchas sectas heréticas y despertó del letargo a las existentes, pero en primer lugar movilizó a las llamadas "fuerzas sanas" dentro de la misma Iglesia.
El historiador Petr Cornej apunta que los mayores críticos de los excesos procedieron del seno de la Iglesia. Algunos críticos permanecieron fieles a las doctrinas dogmáticas, otros, en su afán por la mejora, se radicalizaron hasta desviarse de la enseñanza católica. Uno de los reformadores religiosos fue el checo Juan Hus.
Juan Hus estudió en la Universidad Carolina donde más tarde fue nombrado profesor, según explica el historiador Václav Polc:
"Juan Hus intervino por primera vez en las arduas discusiones que se mantenían en la Universidad sobre las posibles vías de la reforma eclesiástica, en 1380, todavía como estudiante. Nunca estudió en otras universidades ni viajó al exterior y el único contacto que tenía con las corrientes religiosas, culturales y políticas que aparecían por aquél entonces en Europa, fue a través de los profesores extranjeros que se desempeñaban en la Universidad de Praga".
Pero incluso éstos se marcharon de la Universidad Carolina en 1408, en protesta contra la modificación del sistema electoral, impulsada por Juan Hus. Václav Polc advierte que debido a dicha modificación predominó en esta escuela superior el elemento checo en detrimento de los estudiantes y lectores del extranjero.
La única universidad al norte de los Alpes se convirtió así en provincial, perdiendo en gran medida el prestigio del que gozaba en Europa. Polc subraya también que Juan Hus fue un patriota fervoroso y que el movimiento husita que surgió después de su muerte, acentuó el nacionalismo.Por su parte, el historiador Petr Cornej califica a Hus como un personaje de la historia checa digno de atención, con un fuerte carisma y mensaje moral:
"Hus ganó la simpatía de los habitantes de Praga en 1402, cuando llegó a ser predicador en la Capilla de Belén, el único lugar de la capital donde se podían hacer sermones en checo y no en latín o alemán. Sus predicaciones sobre la necesidad de reformar la sociedad y la Iglesia repercutieron inmediata y vivamente sobre la población checa".
Václav Polc agrega que Juan Hus fue un orador extraordinario con ciertos rasgos del liderazgo que sabía magnetizar a las masas. Hablaba un checo rico y agudo, tenía el don de utilizar las palabras justas para definir los problemas que el ciudadano de a pie vivía diariamente en carne propia.
Petr Cornej precisa que fueron muchos los que se esforzaron por la reforma eclesiástica, pero Juan Hus se convirtió en símbolo de todo el movimiento reformista que nació de la ebullición intelectual del ambiente universitario, inspirado fuertemente por la obra del reformador británico, John Wiclef, fallecido en 1384.
"Los estudiantes checos trajeron los escritos de John Wiclef a Praga donde los transcribían y traducían al checo. La postura de Wiclef acerca de la sociedad y la Iglesia fue la base del programa husita. Los partidarios de Hus se sintieron atraídos especialmente por la exigencia de Wiclef de que la Iglesia Católica volviera a cumplir su tarea original, la de predicar el evangelio. Wiclef sostuvo que para conseguir esto, era necesario privar a la Iglesia de la propiedad y el poder político, pero como esta institución nunca renunciaría voluntariamente a sus bienes y su influencia política, debería hacerlo el Rey".
Las citadas ideas se hicieron muy populares primero en Praga y luego también en el campo donde las divulgaban los egresados de la Universidad Carolina.
Los historiadores Petr Cornej y Václav Polc coinciden en que Juan Hus no fue un pensador original y que se limitó solamente a repetir las enseñanzas de John Wiclef. Václav Polc matiza que las opiniones de Hus no contradecían en su mayoría los dogmas católicos. Sin embargo, había una cierta herética que le condujo finalmente a la hoguera:
"Hus decía que el derecho de estar en la Iglesia lo tenían solamente los predestinados a la salvación, que la verdadera Iglesia era la invisible integrada por los predestinados. Es la idea que constituye una amenaza directa para la Iglesia institucional de la que Hus decía que no siempre se regía por el evangelio. Sostenía que quien no seguía el ejemplo de Jesucristo, no era predestinado y por ello los predestinados no tenían la obligación de obedecerle".Pero, ¿quiénes fueron los predestinados? ¿En qué se distinguían de los demás? ¿Quién debía decidir quién era o no era predestinado? Hus decía también que el papa que pecaba no era papa y el emperador que pecaba no era emperador. Pero ¿hay en este mundo un sólo hombre que nunca peque? ¿Somos hombres, descendientes de Adán y Eva, nacidos del pecado original, o ángeles sin pecado?
Václav Polc subraya que por esta posición Juan Hus fue declarado hereje en el concilio de Constanza. Y es precisamente este punto en su enseñanza al que se ha referido el actual papa Juan Pablo II al comentar que Hus no fue del todo católico. Polc advierte también que se trata además de la opinión que, en caso de materializarse, habría tenido consecuencias trascendentales y peligrosas para la sociedad, lo que confirma el historiador Petr Cornej:
"Habría podido originar anarquía porque suponía que cada uno percibía la palabra de Dios de manera diferente. El hecho de que el principio de la predestinación autorizaba a cada uno a juzgar la conducta de su prójimo, de su párroco o de su superior, según su propia percepción del evangelio, habría llevado a la desobediencia y a la insubordinación. En tal caso, no habrían sido necesarias las leyes ni las instituciones".
Un ejemplo de lo que significaría esta postura en la práctica, lo dio el mismo Hus en el concilio de Constanza. Rechazó someterse al dictamen del tribunal, es decir, someterse a la ley eclesiástica que, como sacerdote, debía obedecer. Proclamó que el único que podría juzgarle era Jesucristo como Juez y Rey Supremo de la cristiandad.
Václav Polc reprocha también a Hus la presunción de haber pensado que era el único portador de la Verdad, sin admitir la discusión ni respetar las opiniones de los demás. Petr Cornej puntualiza que la insistencia de Hus en que sus verdades eran verdades divinas, constituyó uno de los puntos de la querella formulada contra él en Constanza.
La ley eclesiástica vigente por aquel entonces establecía que uno de los rasgos típicos del hereje era su impenitencia, obstinación e indocilidad, lo que Juan Hus confirmó durante los interrogatorios.
¿Cuál es, entonces, el legado de Juan Hus? El historiador Petr Cornej destaca que la fuerza y el mensaje moral de este reformador religioso no residían en sus enseñanzas que no eran originales, sino que en su actuación y su capacidad de dirigirse a las masas:
"Residían también en que en su vida privada se regía según los principios que predicaba, dando ejemplo a sus partidarios, así como en su esfuerzo sincero de reformar la comunidad cristiana. Es algo lo que hoy en día admite incluso la Iglesia Católica. En la conferencia internacional dedicada a este gran personaje de la historia checa, que se efectuó hace tres años en Roma, el papa Juan Pablo II expresó su dolor por la quema de Juan Hus y lo calificó de un hombre empujado por buenas intenciones".