Navidad en una aldea de Valaquia, de San Andrés a los Reyes Magos

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¿No tienen a veces, amigos, ganas de trasladarse al pasado cuando, como dicen nuestros abuelos, la vida era más tranquila, la gente se quería, los niños obedecían a sus padres, en invierno había montones de nieve, por lo menos en estas latitudes ...? Pues, a mí, me gustaría viajar unos cien, ciento cincuenta años atrás y pasar estas fiestas navideñas en una aldea de Valaquia, región al pie de la sierra de Beskydy en Moravia Oriental.

No es nada imposible. Les invitamos al Museo de Valaquia al Aire Libre en Roznov pod Radhostem a respirar ese ambiente navideño antiguo desde el día de San Andrés hasta los Reyes Magos. En las casas tradicionales de madera del campo de Valaquia, reunidas en el museo al aire libre de diversos lugares de la región y dispersados nuevamente en una colina para formar una aldea típica, se encienden las luces, de las chimeneas sube el humo, las puertas se abren ...

Durante este programa les hacen compañía Andrea Fajkusová

... y Carlos González-Shánel

... y los empleados del Museo de Valaquia al Aire Libre de Roznov pod Radhostem, que se vistieron de habitantes de esta región de hace más de cien años. Ya nos están esperando.

(Para escuchar villancico checo "Jak jsi krásné nevinátko" / Qué hermoso eres, Niño interpretado por el coro de Radio Praga, haga qlick aquí.)

¿Has oído? Aquí alguien canta villancicos ... Qué hermoso eres, Niño Jesús.

El canto sale de aquella escuela valaquia tradicional. En verano los niños no solían frecuentar la escuela porque tenían que ayudar a sus padres en el campo y en las labores domésticas. Sin embargo, en invierno, muchas veces a oscuras y abriéndose paso entre montones de nieve, bajaban desde las colinas y los casaríos de los contornos hacia la escuela, que se encontraba en el valle al lado de la iglesia.

Las madres les metían una patata caliente en el bolso para que pudieran calentarse un poco en el camino y comerla luego en la escuela como merienda. A veces tenían que traer leña para que el maestro pudiera prender fuego en el fogón.

¡Uy, qué frío! Pues, entremos. Ya escucho al maestro...

"La esposa del director reunía durante todo el año regalos para los niños, que el señor director repartía posteriormente entre los alumnos más pobres. Era, por ejemplo, ropa - un gorro, guantes o un pañuelo de lana. El regalo más valioso eran los zapatos, que tenían que conservar por varios años y se heredaban de una generación a otra".

¡Ir a la escuela sólo en invierno! Eso es quizá algo que les puedan envidiar los niños checos de hoy, pero el resto ...

En esta región de Valaquia el Adviento era considerado un período mágico. Empezaba el 30 de noviembre, día de San Andrés. Las muchachas ansiosas de casarse vaciaban el plomo o la cera para adivinar si el año próximo aparecería su prometido.

Un personaje mágico para las jóvenes solteras es también Santa Bárbara, cuya fiesta cae el 4 de diciembre. Ese día las chicas cogen ramitos generalmente de cerezo o ciruelo, los ponen en un jarro y esperan a que florezcan hasta la Nochebuena. Si así sucede ello significará que se casarán. Esta costumbre de los ramitos llamados según Bárbara - "barborky", lo que sería "barbaritas" en español, se mantiene hasta hoy, nos cuenta Milena Habustová del departamento etnográfico del Museo de Valaquia de RoZnov pod Radhostem.

"Las Bárbaras andaban por el pueblo. Eran figuras cubiertas con capellinas blancas, y en algunas regiones repartían regalos a los niños".

¡Mira quién anda por allí! ¿Será una Bárbara?

¡Qué va! ¿No reconoces a San Nicolás, el patrono de los niños y de los necesitados, que reparte regalos el día 5 de diciembre por la noche o el 6 de diciembre por la mañana?

Sí que reconozco a San Nicolás, ese hombre noble que viste una manta blanca, una mitra violeta con una cruz de oro y en la mano lleva el báculo pastoral. ¡Pero suele ir acompañado de ángeles y diablos! Y estos diablos me parecen un poco raros.

Te lo explica la señora Habustová:

"En Valaquia tenemos también diablos blancos. Llevan por encima una piel de oveja, a veces también de erizos con la que punzaban a los transeúntes en los desfiles de San Nicolás armando camorra".

Según nos explicó Milena Habustová, dos días después de San Nicolás, obsequiaba a los niños la mamá de Nicolás.

"Era una persona misteriosa que no hablaba. Llevaba en una mano un cesto y en la otra una escobilla. Nadie sabía de antemano qué iba a hacer, si iba a castigar con la escobilla o a repartir pequeños regalos".

¿No tienes ganas de entrar en esta casita? Aquí huele muy bien.

"Las madres o las abuelas preparaban a los niños empanadillas para San Nicolás. Con la masa trazaban diversas formas, como diablitos, angelitos y nicolases. Y si la masa quedaba malograda se modelaban de ella flores, cruces y soles, porque se acercaba el solsticio de invierno, para que el sol llegara lo antes posible. La masa se preparaba con levadura. La gente creía que si la masa se levaba bien en la fuente habría una mayor cosecha, nacerían más corderos y más niños".

Se me hace la boca agua. Y en la casa de al lado preparan y decoran figuritas de pan de especias, corazones, arbolitos y todo tipo de animales. ¡Mira estos moldes de madera de peral!

La masa para el pan de especias se hacía de harina, miel, huevos y azúcar, y tenía que elaborarse con las manos calientes. Y lo que huele tan bien son las nueve especias que había que agregar. El nueve era un número mágico. Se creía que si había de algo nueve ejemplares, sería bueno y logrado.

La masa tenía que madurar a veces a lo largo de todo el año. O incluso se dice que al nacer la hija del panadero, éste preparó la masa para el pan de especias y la puso en el horno cuando la hija se casó.

Como veo por la ventanilla, en esta casita sacan del horno algo que no parece ser pan de especias. A ver qué nos cuenta el dueño de la casa.

"Al maestro que enseñaba en la escuela le pagaban el sueldo los representantes del pueblo, y no era mucho. Por eso, antes de Navidades, para mejorar un poco su situación financiera, preparaba obleas especiales parecidas a las hostias de la iglesia. Se hacían simplemente de masa de harina y agua, que se vertía en moldes especiales con relieves de santos. Luego el maestro recorría las casas de sus alumnos, repartía las obleas y los padres le agasajaban con lo que ofrecía la casa: un trozo de mantequilla, huevos, judías, harina de alforfón, chorizo o tocino. Las obleas se comían en la Nochebuena. Antes de cenar, el labrador untaba la oblea con miel, para que todos en la familia fueran buenos, y en algunas partes con ajo, para que estuvieran todos sanos".

Los preparativos para las Navidades están en su apogeo. El 13 de diciembre, el día de Santa Lucía, los labradores empezaban a planear los trabajos en el campo para el año próximo. Sobre el portal o en un calendario viejo dibujaban círculos que dividían en cuatro partes. A partir de Santa Lucía hasta la Nochebuena, cada seis horas apuntaban en el círculo el tiempo que hacía, si el cielo estaba despejado o nublado, por ejemplo. Cada cuarta parte del círculo representaba un mes del año siguiente.

Desde Santa Lucía el labrador elaboraba una banqueta con un agujero en el centro que la acabará el Día de Navidad. Durante la misa en la iglesia mirará a ocultas a través del agujero para ver si no se encontraba cerca una persona con poderes mágicos.

El 13 de diciembre andaban por las aldeas las Lucías. Su aspecto difería de un pueblo a otro. Así nos explicó Milena Habustová.

"Eran figuras con la cara cubierta de harina y envuelta en un manto blanco. Se movían en silencio y sólo siseaban tiernamente. En la mano sujetaban una pluma de ganso, con la que barrían las telarañas y sacaban fuera de la casa todo lo que estaba malo. O castigaban a las muchachas y a las mujeres que se olvidaban que ese día estaba prohibido hilar. En otras partes las Lucías tenían un pico largo".

De Santa Lucía a Nochebuena faltaban pocos días. Era un período tranquilo, la genta iba a la iglesia, se aprendían villancicos y se ordenaban las casas.

Pero no como estamos acostumbrados en este país hoy en día. Lavar las ventanas y los suelos, esto se dejaba para el último día y tenían que ayudar incluso los niños más pequeños. Los menores tenían la tarea de limpiar con paja el suelo en toda la casa, los mayores ayudaban a preparar leña o a cocer pasteles.

Y por fin se acercó la Nochebuena.

El 24 de diciembre la labradora era la primera en levantarse, antes de las cuatro de la madrugada, porque tenía que hacer el pan para que estuviera fresco ese día. En los hogares más ricos hacían pasteles de harina blanca, pero no se solían preparar galletas de Navidad como hoy. El pan de especias se compraba generalmente en la ciudad del panadero. Como ejemplo les sirvieron a los panaderos checos los talleres de Nuremberg.

Durante el día todos ayunaban. Los niños veían después un cerdito dorado detrás de la chimenea. El ama de casa preparaba la cena, pensando no sólo en su familia, sino también en los animales domésticos para los cuales dejaba aparte un bocado de cada plato.

Espera, espera. Si dices que se ayunaba, ¿significa que tampoco se bebía?

Exacto, el día de Nochebuena quedaba vedado el alcohol. Pero no serían nuestros antepasados si no hubieran encontrado excepciones. Para calentarse se preparaba la denominada "zhrívanice", es decir té con caramelo y aguardiente blanco. ¿Vamos a leer a nuestros oyentes la receta?

¡Claro! ¡Tomen nota! Tostar caramelo de azúcar sobre la mantequilla, agregar 2 decilitros de agua cocida con canela y clavo, cocer y verter medio litro de aguardiente de centeno. Calentar y antes de beber meter en la taza un trozo de mantequilla.

¡Mira! Mientras tanto se ha oscurecido y ha salido la primera estrella.

Hora de sentarse a la mesa con la cena de Nochebuena.

Al aparecer la primera estrella, se encendía una vela tras la ventana como señal que la familia empezaba a cenar y que nadie podía disturbarla. Sin embargo, la puerta de la casa se dejaba entreabierta por si acaso algún caminante quisiera entrar, explica Milena Habustová, del museo de Roznov pod Radhostem.

"En la mesa se ponía siempre por lo menos un plato de más. Era para un posible invitado, en otro lugar se decía que si ese año alguien había muerto en el hogar, había que tener un plato preparado para esta persona para que pudiera volver a casa. Así explican algunos también la vela en la ventana. Era para el muerto para que reconociera su casa al regresar".

Alrededor de las patas de la mesa se sujetaba una cadena para que los miembros de la familia se mantuvieran unidos. En la mesa no faltaba una corona de la fiesta de la cosecha. Para asegurar una cosecha rica el año siguiente, y por consiguiente dinero, en Valaquia ponían trigo en la mesa de Navidad.

Aún en las casas más pobres la cena de Nochebuena tenía que consistir en nueve platos. ¿Se acuerdan del mágico nueve?

Se contaban manzanas, nueces, té que se preparaba de nueve hierbas que se habían recogido en verano en la noche de San Juan y que tenían poder curativo y mágico. Los que bebían de aquel té, se querían.

Después de comer la oblea de la que ya hemos hablado, se servía una sopa de guisante o la sopa llamada "stedracka" a la que se agregaba todo lo que se había producido en la casa durante el año: alforfón, guisantes, legumbres, ciruelas secas... Seguía "la sémola del Niño Jesús", es decir la sémola endulzada con miel y rociada con pan de especias. Y se terminaba, por ejemplo, con una galleta de Valaquia.

¿Y los regalos navideños? ¿Se reparten desde siempre, señora Habustová?

"Desde siempre seguro que no. Porque aún cuando se empezaron a decorar los arbolitos de Navidad, se obsequiaba sólo en forma de una colación. Es decir cuando apareció el primer árbol de Navidad en Valaquia, se repartían dulces o frutas que también pudieron servir de decoración para el arbolito. Como regalos se compraban posteriormente cosas que se necesitaban: a los niños los zapatos para la escuela o ropa. A los pequeños quizá algún juguete de madera. Se regalaban también naranjas, por ejemplo".

¿Y cuándo empezaron a decorarse los arbolitos de Navidad, aquí en Valaquia?

"Varios años después de la Primera Guerra Mundial. Hay gente que recuerda que decoraron el arbolito alrededor del año 1910, pero no era algo habitual. Como decoración se utilizaban manzanas, nueces, dulces, y más tarde bolas de cristal".

Foto: CTK
Después de la cena de Nochebuena, los niños y los criados deseaban al amo de casa feliz Navidad. La familia se quedaba en casa, meditaba, se cantaban villancicos, y se hacía magia. Se creía que la Nochebuena era mágica. Vamos a entrar en esta casa. Creo que aquí nos muestran algunas brujerías.

"Vaciar el plomo era la costumbre de las muchachas solteras, que son, como se sabe, las más curiosas. La muchacha vertía el plomo derretido por la oreja de una llave al agua fría. Con el enfriamiento brusco del plomo derretido surgió una forma según la cual la chica trataba de adivinar lo que le esperaba el año siguiente. Y como se trataba de una brujería, pues hacía falta una fórmula mágica. Esta fórmula dice: Nochebuena, vacio el plomo, muéstrame que me espera el año nuevo".

En la Nochebuena las chicas solteras salían también a ocultas de casa y en la oscuridad sacudían un saúco diciendo: ¡Estoy sacudiendo el saúco, dónde esté mi novio, que ladre el perro! De la dirección desde donde se escuchará al perro, vendrá el prometido. Y algunas muchachas valientes se quitaban la ropa y se iban a barrer el granero. Los ancianos juraban que siempre la chica se casó con el hombre que la vio primero en el granero.

Veo que las chicas de Valaquia son capaces de todo para casarse. La gente decía también que en la Nochebuena el agua de los arroyos y las fuentes en el bosque se convertía en vino. El ganado hablaba el idioma humano y se narraba si los labradores los cuidaban bien o no. La labradora untaba con miel y serpol las cabezas del ganso macho y de la hembra para que uno gustara al otro y en primavera tuvieran muchos gansos pequeños, y así la familia tuviera plumas para las almohadas y los edredones.

La misa de gallo
Después de la cena había que sacar la basura al cruce de caminos más cercano: si uno pone la oreja en el suelo, escuchará repicar las campanas o tocar el órgano.

A media noche o a la madrugada toda la familia se iba a la iglesia para asistir a la misa de gallo. Sólo los niños más pequeños se quedaban en casa con la abuela. Después de la misa los adultos se apresuraban para regresar a casa, porque se creía que el que primero acudiera a casa sería el más afortunado de toda la aldea en el nuevo año.

El 25 de diciembre, día de la Natividad de Jesucristo era la mayor fiesta de la Navidad, destaca Milena Habustová.

"La familia no trabajaba en casa, se comía lo que había quedado de la cena de Nochebuena. Sólo se iba a la iglesia y se cantaban villancicos religiosos. No se hacían ni se recibían visitas. Ese día tampoco se hacían las camas, porque no se trabajaba. El día siguiente, que es la fiesta de San Estéban, era ya diferente y se festejaba con mucha alegría. Niños, adultos, la gente necesitada pasaban por las casas del pueblo pidiendo aguinaldo. El labrador entregaba presentes a sus criados porque terminaba su servicio".

De San Estéban faltaba poco para la Nochevieja que no se festejaba con tanto alboroto como hoy. El ama de casa coció el último día del año pasteles y para saber para quién era cada uno ponía en la masa llaves de diferentes tamaños. Los vecinos se reunían en una casa para una tertulia, esperaban la medianoche y luego se iban a dormir.

El período navideño terminaba con la fiesta de los Reyes Magos, el seis de enero. Grupos de tres chicos disfrazados de los Reyes Magos, que a veces llevaban un belén portátil, visitaban las casas deseando feliz año nuevo y en los portales escribían las letras iniciales de sus nombres: K+M+B - Kaspar, Melichar, Baltazar, es decir Gaspar, Melchor y Baltasar.

Las luces se apagan y las casas de madera en el Museo de Valaquia al Aire Libre de Roznov pod Radhostem se sumergen en el sueño invernal para despertar otra vez en primavera.

Nuestro paseo, así como este programa especial de Radio Praga terminan. Les deseamos, estimados oyentes, que disfruten de felices fiestas de Navidad en paz y amor junto con sus familias y amigos.

¡Feliz Navidad y hasta otro encuentro en Radio Praga!