Ministro de Salud abre debate sobre la edad mínima para salvar bebés prematuros

Foto: ČT24

El ministro de Salud checo, Leoš Heger, ha decidido abrir uno de los temas más sensibles de la medicina moderna. Quiere suscitar debate entre los profesionales y la ciudadanía sobre la edad mínima para salvar bebés prematuros.

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La edad mínima para salvar bebés nacidos prematuramente es de 24 semanas en la República Checa. Estos niños suelen pesar alrededor de 600 gramos y la probabilidad de que sobrevivan es del 65%. Los médicos checos, sin embargo, luchan por la vida de bebés aún más pequeños, de apenas 22 semanas y 500 gramos. Los costes de tratamiento, en estos casos, superan los 40.000 euros por un niño.

El ministro de Salud, Leoš Heger, opina que es una inversión demasiado alta para un resultado tan inseguro y apela a los doctores para respetar la edad mínima establecida oficialmente.

Leoš Heger
“El problema es que la medicina va cada vez más allá, intentando salvar bebés demasiado prematuros. A veces lo logra, pero son casos poco frecuentes. Es poco económico y, además, estos niños suelen sufrir varios defectos”, sostiene Heger.

Los expertos en neonatología argumentan que el número de bebés prematuros con defectos oscila entre el 10% y el 15%. Sostienen, que una vez que sobrevivan, los niños de entre 22 y 25 semanas de edad tienen la misma posibilidad de desarrollarse debidamente.

Además, los costes de tratamiento en estos casos parecen ser altos, pero en realidad no lo son, afirma la experta en neonatología, Blanka Zlatohlávková.

Blanka Zlatohlávková
“Desde el punto de vista económico, el tratamiento de bebés prematuros es el más efectivo de todos los tratamientos intensivos, ya que se supone que el paciente tiene toda la vida por delante. En caso de que el niño sobreviva y no tenga defecto alguno, y la mayoría no lo tienen, el coste de su salvación es muy bajo”, indica Zlatohlávková.

Por otro lado, los médicos coinciden en que un debate sobre este tema a nivel de toda la sociedad es necesario. Sostienen que algunos padres, creyendo en la omnipotencia de la medicina moderna, tienen expectativas exageradas en cuanto a la salvación de su niño.