Algunos lugares de Praga esconden historias que no son tan conocidas ni siquiera por los checos. En este primer episodio de nuestra serie “Lugares de Praga con historia”, les presentamos el Santuario del Niño Jesús de Praga, que ha vivido en primera persona los vaivenes políticos y sociales del país durante siglos.
Entre los lugares de peregrinaje de Chequia, destaca sin ninguna duda la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, donde miles de fieles visitan cada año la efigie del Niño Jesús de Praga.
Junto a esta iglesia en el corazón de Malá Strana se encuentra un monasterio de la Orden de los Carmelitas Descalzos, guardianes de la figura y encargados de la administración del templo.
Aunque hoy en día se trata de un agradable lugar de encuentro y cultura, el monasterio y la iglesia han vivido numerosos momentos agitados a lo largo de la historia. Para contarnos ese lado más desconocido, en Radio Praga Internacional hablamos con Pavel Pola, prior de la Orden, quien nos explica cómo los carmelitas acabaron haciéndose cargo de la famosa estatua.
“La Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, también conocida como el Santuario del Niño Jesús de Praga, es una de las más famosas y visitadas de la República Checa. Se construyó originalmente como un templo luterano a principios del siglo XVII. Pero tras la Batalla de la Montaña Blanca los luteranos tuvieron que abandonar el país, y el entonces emperador le entregó la iglesia a la Orden de los Carmelitas Descalzos, que levantó junto a ella un monasterio. Un tiempo después, recibieron de Polyxena de Lobkowicz la estatua del Niño Jesús, que es la que le dio fama a esta iglesia hasta el día de hoy”.
Algunos datos sobre la estatua del Niño Jesús son desconocidos. No obstante, se sabe que fue fabricada en España en el siglo XVI. En la época, a causa del dominio de los Habsburgo en Europa, crecieron las relaciones entre España y Bohemia. Esta figura recorrió miles de kilómetros gracias a la aristócrata María Manríque de Lara y Mendoza, quien se casó con el diplomático checo Vratislav de Pernštejn.
“La estatua vino de España. La trajo a las Tierras Checas la aristócrata María Manríque de Lara y Mendoza, que la obtuvo como regalo de boda y más tarde se la dio a su hija Polyxena. La estatua solo se heredaba de madre a hija, así que cuando Polyxena enviudó, como no tenía una descendiente femenina, la donó a la Orden de los Carmelitas Descalzos”.
Peregrinos de todo el mundo vienen hasta el Santuario del Niño Jesús para rezarle. Y son muchos los que afirman haber recibido su ayuda.
Según el padre Pola, el poder de la estatua reside en mostrar a los creyentes la parte más bondadosa y frágil de Dios. En definitiva, su parte humana.
“La figura de Jesús como un niño, representado aquí como un pequeño rey, en una mano sostiene el mundo, pero no en un sentido de dominio, sino que con la otra mano está haciendo un gesto de bendición. Entonces, para muchos representa una imagen de Dios que no deben temer. No es un dios que lanza rayos, juzga y es severo. De repente, ven un niño pequeño y se dan cuenta de que Dios también es frágil. Dios se intenta presentar ante nosotros tal como es con la imagen de un niño, algo frágil y delicado. Es una invitación a tener fe sin miedo”.
Las Tierras Checas han vivido a lo largo de los siglos una gran agitación religiosa. Desde las luchas entre católicos y protestantes, que se cobraron una gran cantidad de vidas, hasta las posteriores corrientes secularizadoras y expropiaciones de bienes.
En 1784, José II de Habsburgo expulsó a las órdenes religiosas de estas tierras como parte de una lucha de poder entre el Estado y la Iglesia. Los Carmelitas Descalzos no podrían volver ya a Praga hasta finales del siglo XX.
“La historia de este lugar ha vivido momentos dramáticos. Además de la expulsión de los luteranos, donde hubo violencia, 150 años más tarde el emperador José II expulsó a los carmelitas del país y convirtió el monasterio en un edificio administrativo. La iglesia se convirtió en una parroquia de la Orden de los Caballeros de Malta. Y ya en 1950, el Partido Comunista de Checoslovaquia suspendió las instituciones religiosas, por lo que a partir de ahí la iglesia no pertenecía a ninguna Orden”.
Pero el mismo año de la aparición de la República Checa independiente, la Orden de los Carmelitas Descalzos volvió a la capital checa por invitación del arzobispo de Praga. Desde entonces, el cuidado de la iglesia y el monasterio está a su cargo de nuevo y su comunidad religiosa se ha ido nutriendo también de monjes de otras nacionalidades, señala el prior Pavel Pola.
“Después de la Revolución de Terciopelo del 89, en el año 1993, el entonces arzobispo de Praga, el cardenal Miloslav Vlk, invitó a hermanos Carmelitas Descalzos de Italia. Su intención era que volvieran a cuidar de la iglesia, repararla y congregar gente alrededor de ella. Por lo tanto, la Orden de los Carmelitas Descalzos está aquí de vuelta desde 1993. Ahora somos una comunidad internacional, y vivimos aquí dos checos, dos sacerdotes de la India y uno de Italia”.
El movimiento en torno a la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria es hoy en día constante. Además de la propia actividad religiosa, la comunidad carmelita ha conseguido hacer del lugar un centro cultural con exposiciones, teatro y conferencias. Sus puertas están abiertas no solo para los creyentes.
De acuerdo con el prior de los Carmelitas Descalzos, también se encargan de restaurar y mantener en buen estado este punto histórico del centro de Praga.
“Intentamos que la iglesia sea un lugar vivo, un lugar de encuentro. Que la gente pueda venir y vivir alguna experiencia espiritual. Mucha gente viene para ver la estatua del Niño Jesús de Praga, porque para ellos significa algo excepcional. Nosotros nos esforzamos por cuidar de la herencia cultural de este bello lugar barroco, que hemos ido restaurando”.
Pocos conocen que esta iglesia esconde la mayor catacumba de la capital checa. En sus subterráneos, se enterró durante siglos a hermanos carmelitas y a personas que habían apoyado económicamente la construcción y remodelación de la iglesia.
Como revela Pavel Pola, la cripta sufrió varios saqueos, pero cuando los carmelitas llegaron en 1993 consiguieron limpiarla y salvar los restos que había en su interior. Por desgracia, por el momento no es un lugar accesible al público.
“Bajo la iglesia tenemos las catacumbas más grandes de Praga. Está prácticamente bajo todas las partes de la iglesia. Pero surgió poco a poco, primero, en al altar. Después, en el altar principal, para enterrar a personas que habían patrocinado la construcción de la iglesia. Como las peticiones para ser enterrado aquí aumentaron, los hermanos carmelitas conectaron todas las partes individuales. Hay tumbas de carmelitas hasta que fueron expulsados, también gente de Malá Strana y personas que habían donado a la iglesia. Por desgracia, las criptas fueron saqueadas en varias ocasiones. Cuando nosotros llegamos, la zona ya no recibía ventilación y era inaccesible. Fue necesario limpiarlo todo y ahora los restos son respetados de forma solemne. Al lugar solo se puede acceder en algunas visitas excepcionales para grupos, normalmente no se puede entrar”.
La pequeña estatua del Niño Jesús que guarda el santuario también ha vivido momentos de tensión durante su existencia, por lo que varias veces sufrió daños y tuvo que ser restaurada.
Durante el régimen comunista, por ejemplo, desapareció durante unos días, según indica el padre Pola.
“La gente a menudo pregunta si la estatua es la original. Pero si la vieran de cerca, no tendrían dudas de que es la original, porque es muy vieja y ha sido reparada varias veces. Sin embargo, una vez durante el comunismo la estatua desapareció. Hay una teoría que dice que la querían vender en el extranjero. Pero unos días después alguien devolvió la estatua y la dejó en la colina de Petřín, donde otra persona la encontró y al final volvió a la iglesia, aunque no se supo nunca quién fue el ladrón. Entonces, hubo un momento dramático donde se pensó que la estatua se había perdido”.
Por supuesto, la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria no ha sido ajena a la crisis del coronavirus. A la imposibilidad de reunir a los fieles para las misas durante unos meses y el cese de actividades culturales hay que sumarle la falta de turismo internacional. Gran parte de los visitantes de este lugar son extranjeros.
Pavel Pola cuenta que ahora que las restricciones contra el virus se levantan poco a poco, han abierto una cafetería al aire libre frente a la iglesia con el propósito de volver a convertir la zona en un punto de encuentro.
“El proyecto más actual que hemos comenzado tiene relación con la crisis del coronavirus. Hemos abierto una cafetería al aire libre frente a la iglesia, donde la gente puede sentarse y tomar un café. Es una forma de volver a abrirnos a la gente después de todo este periodo, donde tampoco recibimos la visita de turistas extranjeros, y así podemos ofrecer algo más. Lo llamamos ‘El Café Divino‘”.
Café, actividades culturales, misa y atención a fieles de todo el mundo en varios idiomas. La iglesia de Nuestra Señora de la Victoria es un lugar que no puede faltar en una visita por la capital checa.
Y cuando lleguen a este emblemático punto del centro histórico de Praga, ya sabrán que sus paredes guardan increíbles historias que contar. Y que esa pequeña figura del Niño Jesús que ven en un altar lateral de la iglesia ha sido testigo de casi todas ellas en primera persona.