La música es mi droga

Jirka Koberský

Acaba de lanzar al mercado su primer disco compacto "Cómo sería si ...". Sí, cómo sería si no hubiera decidido dedicarse a la música. Cuando niño aprendió a tocar el piano, con un grupo musical conquistaba los corazones de las adolescentes checas, actuó en un musical, se montó en casa un pequeño estudio de grabación y ayuda a abrir el camino a jóvenes músicos talentosos, y trabaja como locutor en una estación de radio. ¿Cómo es cuando uno se decide a cumplir sus sueños? En esta A Toda Marcha les presentaremos a Jirka Koberský, de 25 años, de la ciudad de Ostrava, en Moravia del Norte.

Como muchos otros niños checos también Jirka Koberský frecuentaba una escuela de música, en la que tomaba clases de piano. Su padre tocaba el trombón, la guitarra y el violín. Sus dos hermanos menores aprendían a tocar el clarinete y el violín. Vivían en una de las típicas casas prefabricadas checas en un piso chico de tres habitaciones.

"Cada uno practicaba en un cuarto distinto y lo peor era cuando tocábamos los tres en el mismo momento. Los vecinos no sabían qué escuchar primero, pienso que era un ´concierto´ horrible. Pero tenía también algo positivo para ellos. En la Navidad preparábamos siempre villancicos y cuando acabábamos de tocarlos toda la casa sabía que entonces podía dirigirse al arbolito, y empezaban las fiestas", cuenta Jirka.

Jirka debía seguir las huellas de su padre, que es de profesión arquitecto. Cursó la escuela secundaria técnica y luego prosiguió sus estudios de arquitectura en una universidad. Al cabo de dos años llegó a la conclusión de que por allí no iba el camino de su vida y que quería dedicarse plenamente a la música - a cantar y a componer.

Con su hermano menor y un amigo formaron el grupo musical "V.I.P.". Durante unos tres años de su carrera lograron vender 25 mil discos compactos. ¿Cómo miraban los padres la creciente popularidad de sus hijos?

"Mi papá, como es músico y sigue llevándolo dentro, estaba a favor. Mi mamá me decía que la gloria es una fusión estupefaciente de sabor soso y de color nebuloso. Le daba mala sensación pero pienso que más bien tenía miedo de que acabáramos mal, tomando drogas o en algún bar emborrachándonos. Pero hasta el momento eso no ha sucedido. Yo diría que cada uno lo tiene así como se lo arregla. Para mí la droga es la música, que me dona suficientes sentimientos y emociones para no sentir la necesidad de sustituirla con otra cosa".

Jirka probó también la profesión de actor, desempeñándose en el musical Grease. En la actualidad, como locutor, se dirige cada día en directo a los oyentes de una emisora regional de Moravia del Norte. Según dice, el trabajo en la radio es un camino que lo lleva más adelante. ¿Qué le parece lo más difícil en la radio y qué le gusta más?

"Quizá lo más difícil es el tener que levantarse de lunes a viernes a las cinco menos cuarto de la mañana. ¿Y lo que más me gusta? El contacto con la gente. Los oyentes te llaman, reaccionan a lo que dices. Yo quiero mucho a la gente. No podría quedarme en casa encerrado entre cuatro paredes".

Hay quienes desahogan sus emociones boxeando, jugando al squash, saliendo a dar un paseo por el bosque, yo me siento al piano y las transmito a la música, dice Jirka.

"Es lo que me llena y lo que me da la sensación de autorrealización, porque mis emociones no explotan en vano, sino que salen en una forma, que además puede transferir algo más a la gente".

¿Y no se ha arrepentido en algún momento de renunciar a una carrera, digamos, seria y consagrar la vida a la música?

"Hasta el momento no me arrepiento de nada. Lo que hago me causa placer. Uno debería hacer en la vida lo que le gusta y si además puede ganarse el pan con ello, es ideal. Vivimos sólo una vez y si pasamos la vida con la sensación de que no nos queda más remedio que hacer lo que uno tiene que hacer y que no le gusta, no tiene sentido".