La medicina desafía la naturaleza
En el mundo hay sólo una decena de mujeres que tienen un riñón y un páncreas transplantados y que han dado a luz un niño sano. Una de ellas es Irena Svatá, de 33 años, de la ciudad checa de Jablonec, madre de la niña Berenice.
Hace cuatro años, Irena Svatá estaba al borde de la muerte. Ahora es la primera mujer checa y una de las pocas en el mundo que dieron a luz tras haberse sometido al transplante de riñón y de páncreas.
Irena Svatá padecía desde los doce años de diabetes, enfermedad que la privó de un riñón y la dejó ciega de un ojo. Durante largos años tuvo que acudir a sesiones de diálisis. La mujer vive sólo gracias al transplante realizado hace cuatro años.
Irena Svatá que quedó embarazada sin haberlo planificado es una prueba fehaciente de que los médicos no mienten al afirmar que la vida después de someterse a un trasplante no es tan dura como antes. Sin embargo, los especialistas admiten al mismo tiempo que no conocen ni de lejos todos los riesgos que suponen los embarazos de mujeres que tienen un órgano transplantado.
La hija de Irena Svatá nació sana, pero por una cesárea. Además, al nacer era mucho más pequeña de lo que corresponde a un niño nacido en la trigésima sexta semana del embarazo ya que pesaba tan sólo 1600 gramos.
La niña nació en la maternidad U Apolináre, en Praga, cuyos especialistas desconocen las razones por las cuales el bebé era tan pequeño. La niña tenía una placenta muy pequeña y su cordón umbilical era extraordinariamente delgado. Según los especialistas quizás ello estuviera relacionado con el páncreas que juega probablemente durante el embarazo un papel que los médicos aún desconocen.
Una gran incógnita es la influencia de los fármacos inmunosupresivos que las personas que se han sometido a un transplante deben tomar durante el resto de su vida para prevenir el rechazo corporal del tejido transplatado. Y estos medicamentos pueden afectar la evolución del feto y causarle daños genéticos.
Se sabe, además, que los fármacos inmunosupresivos pueden provocar un cáncer y que conllevan un mayor peligro de infecciones.
La salud de las personas que los usan después de someterse a un transplante es por eso más frágil. Y de ahí proviene otro peligro que se cierne sobre las madres con uno o más órganos transplantados: sus hijos pueden quedar huérfanos. La mujer que decida tener un hijo después de un transplante, debe contar con ese riesgo.
Y debe también tener en cuenta que no podrá contar con la esperanza de vida promedio que es de 75 años. ¿Tendré tiempo para educar a mi hijo?, es la pregunta que debe hacerse.
El uso de los fármacos inmunosupresivos reduce la posibilidad de las mujeres de concebir. El jefe de la maternidad U Apolináre, Jaroslav Zivný, sostiene que a raíz de sus experiencias no disuadiría a las mujeres con órganos transplantados de someterse a la fecundación in vitro. Pero la paciente debe firmar una declaración de que es consciente de los riesgos que pueda conllevar su embarazo.