“La cultura de los castillos es lo más importante que tenemos”
Con veinte años de experiencia trabajando en el Instituto Nacional de Monumentos, organización estatal que mantiene los edificios históricos del país, Jiří Holub administra actualmente el castillo de Frýdlant. En esta entrevista, nos explica los objetivos de la institución, la trascendencia cultural de estos monumentos históricos y hasta las diferencias entre las palabras “hrad” y “zámek”.
El Instituto Nacional de Monumentos (Národní Památkový Ústav) se encarga de preservar una gran cantidad de sitios históricos de Chequia como castillos, iglesias y palacios. El objetivo es mantenerlos en buenas condiciones y, al mismo tiempo, preservarlos para las futuras generaciones. La organización tiene una oficina central en Praga que dispone de una biblioteca con obras vinculadas al tema y cuenta también con un podcast muy interesante en el que participan historiadores y otros especialistas. Jiří Holub, que pertenece a la institución hace más de veinte años, afirma que gran parte del trabajo se lo dedican a los castillos.
“La República Checa tiene más o menos 2500 castillos, pero nuestra organización está a cargo de unos 108, y yo estoy trabajando en uno de ellos”.
Concretamente, Holub está a cargo del castillo Frýdlant, pero hasta hace poco administró el de Hruby Rohozec, que tiene más de setecientos años, queda a unos setenta kilómetros de Praga y está ubicado en lo que se conoce como el Paraíso Checo, una región que cuenta con un castillo cada cuatro kilómetros. Holub reconoce que su trabajo es muy variado: se encarga de los trámites administrativos, realiza tareas de guía para los visitantes y prepara los programas culturales que funcionan durante la temporada alta, entre abril y octubre. También es una actividad muy dinámica y, de hecho, cuenta que donde trabaja actualmente es, en realidad, su quinto castillo desde que ingresó en la institución que depende del Ministerio de Cultura y cuenta con una compleja estructura.
“Bajo la dirección general hay cuatro directores de las provincias que también trabajan para el Instituto Nacional de Monumentos. Por ejemplo, yo formo parte de la región norte de Bohemia, y tenemos un director especial que se encarga de dieciséis sitios históricos”.
Holub no duda en definir a los castillos como lo más representativo de la cultura checa. En efecto, teniendo en cuenta la superficie y población del país, podría pensarse que Chequia es, sin lugar a dudas, uno de los países con mayor densidad de castillos en todo el mundo.
“Porque no tenemos mar, no tenemos montañas tan altas ni esas especialidades de la naturaleza, somos una república pequeñita y los lugares donde podemos invitar a los turistas son los castillos y la cultura de los castillos es lo más importante que tenemos. Y la cerveza, claro”.
Holub explica que los castillos representan para los checos algo así como la cultura ancestral de los antepasados. Él mismo dice que, cuando era pequeño, solía visitar un castillo cada fin de semana. En su opinión, los más interesantes son los castillos amueblados y repletos de objetos privados como adornos, cristalería y hasta diarios que permiten imaginar cómo se vivía en distintos períodos de la historia. Y aunque reconoce que los alemanes y polacos tienen, en ese sentido, una cultura muy parecida, resalta que la diferencia es que los checos suelen hacer visitas guiadas para conocer la historia del lugar.
“Pero los checos tienen esta costumbre especial: vamos donde hay un castillo, y normalmente cerca del castillo hay un bosque, un parque o un lago donde puedes pasar casi todo el día: visitas el castillo y luego te quedas en el parque con la familia, de picnic, con todo”.
Holub aclara que también hay castillos que apenas conservan una parte porque sufrieron, en su momento, incendios devastadores. También explica que una época realmente adversa para su cuidado fue la del comunismo, en la que, en el mejor de los casos, funcionaban como escuelas o pensiones, pero definitivamente habían perdido su esencia. Además, afirma que la falta de una política de preservación durante esos años dejó a muchos castillos en ruinas. Como el Castillo de Praga pertenece a la administración de la capital checa, el más grande y famoso que tiene a cargo el Instituto Nacional de Monumentos es el de Český Krumlov. Sin embargo, Holub elige otro como su favorito.
“Yo tengo uno que es un poco pequeño, se llama Červená Lhota, un castillo que está en la isleta y me gusta mucho porque es el primer sitio en el que empecé a trabajar para la organización como guía cuando tenía dieciséis años”.
También dice sentir preferencia por el de Jindřichův Hradec, el segundo castillo más grande del que se ocupa la institución y que tiene la particularidad de ser una combinación de lo que checos llaman hrad y zámek. Una de las principales diferencias es que mientras hrad suele tener forma de fortificación, zámek se asemeja más a un palacio, pero no es la única ya que la clasificación también depende de la época.
“Hrad, como castillo, es una fortaleza. Corresponde a un período que va desde el siglo X hasta el siglo XV y, en el siglo XVI, llega el Renacimiento con nuevos castillos a los que nosotros llamamos zámek. Los alemanes también tienen dos palabras: para hrad usan ‘Burg’ y para zámek, ‘Schleuse’. Es decir que zámek es un castillo un poco más nuevo realizado entre el siglo XVI y el siglo XX”.
Además del de Jindřichův Hradec, también el de Český Krumlov y el de Frýdlant cuentan con un sector antiguo de hrad y otra parte más nueva de zámek. Holub explica que, en total, son doce las construcciones que tienen esta combinación, otra particularidad interesante de Chequia, un país que se distingue también por sus castillos.