La ciudad de Nový Jicín

La meta de nuestro viaje por las ondas radiofónicas será esta vez Nový Jicín, ciudad morava con una secular tradición de la producción textil y el centro más importante de la sombrerería en la República Checa. Hasta 1945 prevaleció en Nový Jicín la población alemana.

La primera mención escrita sobre Nový Jicín se remonta al año 1313, pero la historia de la ciudad es más antigua, de finales del siglo trece, explica Ivo Otáhal, director del Museo Regional, con sede en Nový Jicín.

"El auge de la ciudad empezó en 1500 con la llegada de los nuevos propietarios del feudo, la estirpe noble de los Zerotínové. Nový Jicín pronto se convirtió en el centro de la pañería en Moravia del Norte. En 1620, durante los agitados tiempos de los duros enfrentamientos entre la Liga Católica encabezada por la Casa de Austria y los rebeldes Estamentos checo-alemanes protestantes, Federico del Palatinado le otorgó a Nový Jicín los fueros reales de ciudad medieval".

Ivo Otáhal destaca, no obstante, que la ciudad pagó un cruel tributo por esos fueros reales.

"Federico del Palatinado fue elegido rey checo por los rebeldes Estamentos protestantes en 1619, pero su reinado no duró mucho. Tras la funesta Batalla de la Montaña Blanca, de noviembre de 1620, en la que los protestantes sufrieron una abrumadora derrota, tuvo que huir del país. Los Habsburgo regresaron al Reino de Bohemia y fue iniciada una dura recatolización. Por su apoyo a Federico del Palatinado, Nový Jicín fue privada de los fueros y entregada a los jesuitas que residían en la ciudad de Olomouc".

Los administradores jesuitas fueron muy impopulares, ya que impedían el desarrollo de la ciudad para castigarla por sus preferencias protestantes. Además, en la segunda mitad del siglo XVIII, Nový Jicín sufrió repetidamente fuertes incendios que casi la destruyeron.

Con los tristes acontecimientos que acompañaron el inicio de la recatolización en el Reino de Bohemia está vinculado un derramamiento de sangre que ocurrió en Nový Jicín en junio de 1621, según indica Ivo Otáhal.

"Por aquél entonces, unos 500 mercenarios napolitanos en los servicios del Rey de España fueron asesinados ante las puertas de la ciudad. Los mató Jan Jirí Krnovský, uno de los nobles locales, en venganza porque los mercenarios habían asesinado a su guardia. Los cadáveres fueron sepultados en una fosa común sobre la que fue elevada un cruz y construida una capilla. En 1786 el emperador José II convirtió esta capilla en un almacén de sal, pero en 1841 fue bendecida nuevamente. Se conoce en la ciudad como la Capilla Española".

En 1996, el Museo Regional organizó una conferencia dedicada a esa masacre, bajo los auspicios de la Embajada de España en la República Checa. Con este motivo fue editado también un catálogo en checo y en español.


Pero volviendo a la historia. El nuevo auge de Nový Jicín data del reinado de la emperatriz María Teresa que en 1775 liberó la ciudad de vasallaje, explica el director del Museo Regional, Ivo Otáhal.

"Nový Jicín prosperó económicamente debido a una importante ruta comercial que la cruzaba. En el siglo XIX y en la primera mitad del XX, fue el segundo centro de la pañería en Moravia y con la prosperidad económica llegó también el desarrollo cultural. Nový Jicín se hizo famosa por sus bailes visitados por la crema y la nata de la aristocracia checa y austríaca y en los que actuaron, por ejemplo, los compositores Strauss, padre e hijo".

A la producción textil se añadió en 1799 también la sombrerería. A lo largo del siglo XIX, en la ciudad había tres fábricas que hicieron de Nový Jicín el mayor centro sombrerero no sólo de la monarquía austro-húngara sino que también de toda Europa Central.


El monumento más importante es el Palacio de Zerotín, que desde el año 2000 alberga una amplia exposición permanente de sombreros y a la vez documenta la historia de este sector industrial en la ciudad.

"Originalmente en su lugar fue construida, en el siglo XIV, una casa gótica que formaba parte del sistema de fortificaciones que protegía a la ciudad contra las incursiones turcas. En el siglo XVI, fue adaptada por los Zerotínové como un palacio renacentista. Hasta principios del siglo XX, fue destino preferido de la nobleza y de muchas personalidades de la vida pública que solían ir de caza en los profundos bosques que rodean Nový Jicín. De paso, el nombre de la ciudad procede de la antigua palabra checa "dik" que significa el "salvaje" porque precisamente así era el paisaje de esa región, con abundancia de jabalíes y osos".

Nový Jicín fue declarada por el Ministerio de Cultura checo "ciudad histórica del año 2001", galardón que recibió por sus esfuerzos por regenerar sus monumentos históricos. Y son muchos los que el visitante no debería dejar de visitar, subraya Ivo Otáhal.

"Además del Palacio de Zerotín, deberíamos mencionar que el edificio más antiguo es el denominado "Correo Viejo", construido en 1563. Atrae a primera vista con sus arcadas en estilo italiano orientadas no hacia el patio, como fue habitual, sino que hacia la plaza. Luego hay aquí una casa en la que falleció en 1790 el general Gideon Arnost Laudon, famoso comandante austro-húngaro que se destacó durante la "Guerra de los Siete Años", entre 1756 y 1763, al derrotar en Moravia las tropas del emperador prusiano Federico II".

Y los culinarios deberían probar seguramente la comida en el cercano restaurante "El Molino del Diablo", que originalmente era un molino, fundado en 1802. Ivo Otáhal platica una leyenda vinculada con este edificio.

"La gente esquivaba este molino porque se decía que allí espantaba el diablo. Pero un día vino a la ciudad un veterano que no tenía miedo de pasar una noche en el molino. Logró vencer al diablo y se instaló allí. Bueno, lo cierto es que hasta hoy en día en "El Molino de Diablo" residen los vástagos de los fundadores del molino y que el restaurante es muy bueno".


El director del Museo Regional, Ivo Otáhal, indica que en Nový Jicín y en sus alrededores convivieron hasta la primera mitad del siglo XX la población checa, alemana y judía.

"Desde el siglo XVII, la comunidad alemana fue creciendo hasta prevalecer sobre los checos. Cuando mi abuelo frecuentaba la escuela primaria en los años veinte, era el único checo, los demás eran alemanes o polacos. Las tres naciones convivieron aquí en paz, pero a finales del siglo XIX empezaron a surgir las tendencias nacionalistas que culminaron durante la Segunda Guerra Mundial. En el parque municipal hay un busto del genetista Johann Gregor Mendel y recuerdo que en los años treinta, los habitantes alemanes trataron de tomarlo como ejemplo para demostrar la superioridad de la raza germana. También recuerdo una enorme esvástica que los alemanes elevaron sobre la cercana colina de Svinec".

Ivo Otáhal matiza que tras la Segunda Guerra Mundial permaneció en Nový Jicín solamente la población checa, porque los alemanes fueron desplazados a Alemania o Austria y la aplastante mayoría de los judíos falleció en los campos de exterminio nazis.

Desgraciadamente, esto fue el inicio de la larga agonía de Nový Jicín porque precisamente la diversidad cultural y nacional fue la base de la prosperidad de la ciudad. El lugar de los judíos y los alemanes lo ocuparon después los nuevos pobladores, de origen checo, por supuesto, que, no obstante, no tenían raíces allí y no sentían ningún vínculo sentimental con la ciudad.

En la actualidad, los descendientes de los alemanes expulsados regresan a Nový Jicín como turistas ofreciendo su ayuda con la renovación de la ciudad. Parece que las viejas heridas se están cicatrizando...

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