La Casa de los Osos Dorados, una de las más antiguas y hermosas de Praga

La Casa de los Osos Dorados, foto: Juan Pablo Bertazza

A lo largo de varios siglos, la fascinante Casa de los Osos Dorados supo alojar una cervecería y una famosa imprenta, además de ver nacer la vocación periodística del genial escritor en lengua alemana Egon Erwin Kisch. En Radio Praga Internacional recorrimos el interior de esta emblemática vivienda junto al historiador Jan Jungmann. 

Entrada a la Casa de los dos Osos Dorados. Foto de autor desconocido,  1919 / Prague City Museum

Ubicada en la calle Kožná, a pasos de la Plaza de la Ciudad Vieja de Praga, el primer registro oficial de la Casa de los Osos Dorados se remonta al año 1403. Por ese entonces, se trataba, en realidad, de tres construcciones góticas y una cervecería. Recién en el siglo XVI se transformó en un único edificio. Durante esa reconstrucción fue que obtuvo el estilo renacentista de sus impresionantes techos, arcadas y columnas que lograron sobrevivir al paso de los años. Y, por supuesto, de ese hermoso portal con los osos que, en su momento, eran dorados y le terminaron dando nombre al inmueble.

Piso superior de la Casa de los Osos Dorados,  foto: Juan Pablo Bertazza

Entre sus propietarios se destacan el antiguo alcalde de Praga Jan Domažlický y Jan Kosořský de Kosoře, dueño de una famosa imprenta que, en 1554, publicó en ese mismo lugar Cosmografía de Münster, uno de los libros más voluminosos y populares de la época.
Apenas entramos a la Casa de los Osos Dorados, que hoy es sede del Museo de la Ciudad de Praga, aunque no está abierto al público más allá de algún evento puntual como Open House, el historiador Jan Jungmann nos cuenta que, durante mucho tiempo, se tomó por cierta una leyenda urbana según la cual en el sótano había un pasadizo secreto que conducía directamente a la Iglesia de Týn. Y como si todo eso fuera poco, tal como indica desde el año 1956 una placa en su homenaje, esta casa también vio nacer y vivir al gran periodista y escritor de lengua alemana Egon Erwin Kisch.

Techo renacentista,  foto: Juan Pablo Bertazza

“La familia de Egon Erwin Kisch, que compró esta propiedad en el año 1866, mucho antes de su nacimiento, vivía en la primera planta”.

El historiador Jan Jungmann,  foto: Juan Pablo Bertazza

Se trataba de una familia relativamente grande porque él era el segundo de un total de cinco hermanos. Sus padres Hermann y Ernestine Kisch tenían en la planta baja de esa misma casa una gran tienda textil y, de hecho, conservaban un cuarto especial donde guardaban las telas para la confección de uniformes militares. Quizás eso fue lo que provocó un primer deseo infantil de Kisch de convertirse en general hasta que, según cuenta Jungmann, se decepcionó al conocer en persona a varios de los militares que entraban a la Casa de los Osos Dorados a comprar los uniformes.

Casa de los dos Osos Dorados. Foto de Josef Ehm,  ca 1947 / Prague City Museum

“Kisch escribió que, desde la ventana de su casa, podía ver la Plaza de la Ciudad Vieja con los desfiles militares, y eso le encantaba”.

Varios años después, durante su exilio en México, país al que llegó como tantos otros que huían del fascismo, pero del que, además, se terminaría interesando mucho, Kisch escribió un libro de memorias: El mercado de las sensaciones. En esa obra, publicada en la editorial El Libro Libre, le dedicó varias páginas a esa casa tan importante en su vida que contaba, además, con una ubicación de privilegio. De hecho, cada una de las habitaciones ofrece una perspectiva distinta del centro de Praga: mientras algunas ventanas dejan vislumbrar parte de la Plaza de la Ciudad Vieja, otras conducen a otra famosa vivienda, La Casa de los Dos Camellos. Por supuesto, a esa edad, la diversión de Kisch no pasaba solo por la observación sino también por los juegos. De hecho, afirma Jungmann que él mismo cuenta que, en una especie de terraza lateral que aun hoy se ve desde el exterior de la casa, jugaba con sus hermanos y amigos al fútbol, un deporte bastante marginal en ese entonces. O también que, en invierno, tiraban agua para poder patinar.

Interior renacentista de la Casa de los dos Osos Dorados. Ilustración de Ferdinand Engelmüller,  aprox 1908 / Prague City Museum

“También cuenta que una vez cortó una serie de cartulinas en forma de monedas y las tiró desde arriba a la calle y que, enseguida, la gente empezó a acumularse pensando que eran de verdad”.

Entrada a la casa de los dos osos dorados. Acuarela de Václav Jansa,  1896 / Prague City Museum

La decepción fue tan grande que, al día siguiente, salió en el periódico una noticia que daba cuenta de la travesura del joven: la primera vez de muchas que el gran periodista aparecía en un diario. De hecho, con los años, Kisch se convirtió en uno de los cronistas más creativos y talentosos de su época. Con sus artículos en los diarios Prager Tagblatt y Bohemia se consolidó, además, como uno de los mayores expertos en la ciudad de Praga, en especial de aquellos sitios donde no solían concurrir las personas de su clase: asilos, comedores populares y tabernas de mala muerte donde nunca faltaba algún delito. En De noches y calles de Praga y Nada es más asombroso que la verdad, dos de sus libros publicados en español por Editorial Minúscula, pueden leerse crónicas sobre lugares emblemáticos de Praga: Invalidovna, el Museo Policial o el mercado navideño en la Plaza de la Ciudad Vieja. Pero también esos textos permiten descubrir antiguas costumbres de la ciudad que hoy parecen increíbles, como las trampas que hacían algunas personas para no pagar el ticket que permitía cruzar el Puente de Carlos.

Postal de Kisch enviada a su madre a la Casa de los dos Osos Dorados el 13 de enero de 1915 desde Berlín,  foto: archivo personal Jan Jungmann

Sin embargo, a partir de cierto momento, Kisch empieza a involucrarse más en la lucha política. Por ejemplo, cuenta Jungmann que tuvo una participación importante en las revueltas que pondrían punto final a la monarquía austrohúngara.

“En 1918 estuvo presente cuando se proclamó de la Primera República de Austria en Viena”.

Texto postal de Kisch,  foto: archivo personal Jan Jungmann

Luego, en el período de entreguerras, Kisch recorrería buena parte del mundo: estuvo en Australia, en China, en Inglaterra, España, la Unión soviética y, poco después, en Estados Unidos, a donde llegó con papeles falsos. Pero en ningún lugar de la Tierra dejó de recordar aquella casa en cuyo patio central se ponía a fumar, cantaba canciones de la época o empezaba a transitar su futuro oficio difundiendo en voz alta algunas noticias del momento. Afirma Jungmann que, si bien se consideraba comunista, Kisch solía afirmar que el periodismo debía tratar de pararse por encima de cualquier tendencia ideológica. Por otro lado, también podía ser muy crítico como demuestra, por ejemplo, su libro China secreta.

Placa en homenaje a Egon Erwin Kisch,  foto: Juan Pablo Bertazza

“Él denunció en ese libro varios problemas en China, pero, sobre todo, la explotación de niños a los que hacían trabajar en las fábricas con unas máquinas especiales realizadas en Inglaterra”.

Portada 'De calles y noches de Praga',  E.E.Kisch,  gentileza editorial minúscula

A pesar de no haberlo usado como fuente directa en sus investigaciones, Jan Jungmann explica que, por ejemplo, para escribir su libro sobre Holešovice y Bubny tomó en cuenta algunas de las crónicas de Kisch que abordan sitios vinculados a esos barrios. En 1946, el periodista vuelve a Praga, su ciudad natal. Sin embargo, había perdido a toda su familia luego de que dos de sus hermanos fueran asesinados en campos de concentración. Dos años después, en 1948, Kisch moría de un infarto.
Pero, según Jungmann, de vivir unos años más probablemente el panorama tampoco hubiera sido demasiado alentador.

Portada 'Nada es más asombroso que la verdad',  E.E.Kisch,  gentileza editorial minúscula

“Personalmente creo que si no hubiera muerto habría tenido graves problemas con el comunismo en la década del 50, sobre todo por cierta germanofobia y antisemitismo que ya estaban latentes”.

En el prólogo del libro El reportero frenético, apodo con el que pasaría a la historia, Egon Erwin Kisch escribe que “nada es más exótico que lo que nos rodea”. No sería absurdo pensar que aquellos primeros años de vida en una casa tan impregnada de historia como la de los osos dorados despertaron el deseo del futuro periodista de recorrer las calles de la vieja ciudad de Praga en busca de esos relatos que, a pesar de los años y el agua que pasó debajo del puente, aún se leen con enorme placer.

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