Historia, enigmas y curiosidades de las casi ocho mil calles de Praga
A pesar de ser una historia de nunca acabar porque todo el tiempo aparecen calles nuevas y cambios de nombre, hace poco se publicó una voluminosa enciclopedia colectiva que investiga por qué los espacios públicos de la capital checa se llaman como se llaman. En esta entrevista, Marek Lašťovka, uno de los autores, nos revela cuáles son los nombres más antiguos, el motivo detrás de los colores de sus emblemáticos carteles y hasta cuál es su calle favorita de la capital checa.
“El primero que se ocupó de este tema que ya tiene una gran tradición fue el poeta Karel Jaromír Erben”.
Como si se tratara de un juego de cajas chinas, la nueva edición de la enciclopedia colectiva de calles de Praga se propuso actualizar un libro en tres tomos que los mismos autores habían publicado entre 1997 y 1998, y que, a su vez, estaba basado en una obra anterior. Es que, al igual que sucede con las lenguas y los diccionarios, las calles de cualquier ciudad cambian regularmente y Praga, en este caso, no es la excepción, tal como nos confirma Marek Lašťovka quien, además de trabajar en el archivo de la ciudad de Praga, es uno de los autores de esta monumental obra.
“Esa obra anterior se publicó en 1958, se trató de la primera enciclopedia de calles de la ciudad de Praga moderna y la realizaron nuestros predecesores de los archivos de la ciudad. Pero, en realidad, el primero que se ocupó de este tema fue Karel Jaromír Erben, que además era poeta y fue el fundador del archivo de Praga. Él, ya entre 1869 y 1870, cuando se dio un gran cambio en las calles de la ciudad, hizo un inventario de calles y casas, por lo que es una verdadera tradición de nuestro archivo dedicarnos a este tema”.
En aquella edición de fines de los años noventa habían registrado unas 6500 calles, y hace diez años tuvieron que realizar una actualización porque surgieron más de mil nuevos espacios públicos en los suburbios y zonas residenciales que suelen extenderse con mucha velocidad. Desde entonces, surgieron incluso más calles y hubo algunos cambios de nombre, por lo que justo en el centenario de la Gran Praga (Velká Praha), tal como se conoce la unión en 1922 de antiguos pueblos y asentamientos, apareció esta enciclopedia que les llevo cinco años de trabajo y, según cuenta Lašťovka, vino a corregir algunos errores que se venían arrastrando.
Los estéticos carteles de las calles de Praga
Como condimento ideal de la tan mentada belleza de Praga, los carteles de sus calles suelen gustar y atraer mucho la atención de los turistas.
Sin ir más lejos, en varios negocios de recuerdos se venden algunas réplicas de distintos tamaños con algunas de las calles más importantes de la ciudad. Explica Lašťovka que esos carteles eran originalmente de hierro fundido y solían ser mucho más planos que ahora. De hecho, agrega que en el Museo de la Ciudad se conserva uno muy antiguo aunque está bastante roto. Si bien con el paso de los años los carteles mantuvieron ese diseño, solo modificaron un poco el tono del color rojo y, sobre todo, fueron incorporando una forma mucho más convexa.
“Esos carteles comenzaron a hacerse justo a finales del siglo XIX y la verdad que no hemos logrado averiguar si había alguna persona involucrada en su diseño gráfico, eso no lo sabemos. Los colores, que desde el principio fueron rojo y blanco, representaban los colores de la antigua bandera bohemia porque, en ese entonces, había muchas disputas en contra de lo checo-alemán que buscaban quedarse solo con lo checo y de ahí vienen esos colores”.
Agrega Lašťovka que la popularidad de esos carteles también le trajo algunos inconvenientes a la ciudad de Praga que no tiene los medios legales para restringir su uso a varias publicidades y avisos que suelen utilizarlos sin permiso. De hecho, cuenta que en su momento los abogados intentaron detener la fabricación en serie que realizaba una empresa con fines comerciales pero no encontraron ningún argumento para impedirlo.
En todo caso, esos emblemáticos carteles rojos y blancos no son los únicos de la ciudad ya que aún pueden verse, en algunas zonas, otros anuncios de calles un poco más grandes y escritos directamente sobre la pared, en letra gótica y en alemán. Según cuenta Lašťovka, de esos anuncios que empezaron a realizarse a finales del siglo XVIII, los primeros fueron los de las calles Jiřská, dentro del complejo del Castillo de Praga, y el de la actual calle Harantova, en Malá Strana.
“En mi opinión, los praguenses no suelen pensar mucho en los motivos detrás del nombre de las calles de la ciudad”.
“Se conservan muy pocos porque esos nombres han perdido su función oficial, y originalmente no sólo incluían nombres de calles sino también números descriptivos, lo cual significa que realmente había muchos. Por ejemplo, en la calle Vlašská hay unos tres, la mayoría pueden verse en Malá Strana y quedan algunos en la Ciudad Vieja, y hay uno incluso en Smíchov que, por ese entonces, no estaba dentro de Praga. El dueño de cada casa tenía que aceptar ese cartel que ponía la municipalidad pero luego, cuando cambiaba el nombre de la calle y se ponían a arreglar la casa, lo pintaban encima. Gracias a que hay fotos sabemos dónde estaban esos carteles en muchos sitios de Praga y no sabemos si siguen estando bajo la pintura”.
El arte de nombrar las calles
A pesar de que la ciudad cuenta con casi ocho mil calles, en la introducción de la enciclopedia se dice que no son muchos los criterios bajo los cuales se las nombra. El grupo más importante representa un 30% del total y remite a lugares y localidades que muchas veces están relacionados con el contexto de la propia calle, como es el caso, por ejemplo, de Apolinářská, que se llama así por la iglesia. El segundo grupo más común (un 25% del total) lo componen los nombres propios que incluyen también personajes ficticios o mitológicos como Libuše. Tal como sucede en otros países, en Chequia está prohibido poner a una calle el nombre de una persona viva. Cuenta Lašťovka que una de las denominaciones más antiguas en la historia de Praga corresponde al nombre del puente Judith, el antecesor del Puente de Carlos, que se remonta al siglo XII, más allá de que en la actualidad no existe en la capital checa ninguna placa con su nombre. Por otro lado, aunque a las calles les comenzaron a asignar nombres recién en 1787, antes de esa fecha existían algunas denominaciones informales.
“Originalmente los nombres se establecían de forma no oficial y espontánea, ya que la gente nombraba a los distintos sitios como: Mercado de Frutas, Mercado de Carbón, de acuerdo a lo que ahí se vendiera para poder orientarse en la ciudad. Al menos hasta finales del siglo XVIII, cuando María Teresa introdujo por primera vez los números de las casas, y da toda la impresión de que los nombres de las calles surgieron muy rápidamente. El objetivo era, otra vez orientar a la gente, aunque, a mediados del siglo XIX, comenzó a ser evidente que se les daba a los nombres de las calles algún tipo de significado representativo. Hubo algunos casos excepcionales como el puente de cadenas, similar al de Budapest, que estaba frente al Teatro Nacional, y llevaba el nombre del emperador Francisco”.
Por supuesto, durante el agitado siglo XX, se registraron muchos cambios de nombre ante cada evento histórico como la ocupación nazi, el régimen comunista y la Revolución de Terciopelo. Explica Lašťovka que los cambios de nombre, lejos de ser gratuitos, pueden generar ciertos problemas presupuestarios porque cada cartel cuesta alrededor de 125 euros y, por ejemplo, los de la calle Ve Stínadlech son unos de los más robados ya que ese pasaje rinde homenaje al famoso escritor Jaroslav Foglar. Por otro lado, mientras Dlouhá tiene la particularidad de que no registra cambios de nombre, otras calles como Opletalová, Wilsonova y Argentinská sufrieron varias modificaciones. A propósito, aunque todavía no se encontró ningún documento que lo confirme, el nombre de la calle que recuerda a Argentina puede llegar a tener algo que ver con el matadero que funcionaba muy cerca en el actual barrio de Holešovice y, por supuesto, no se trata del único país hispano que tiene un espacio público en Praga. También existen, por ejemplo, las calles Uruguayská, Mexická, Španělská y hasta Madridská. Lo curioso es que están relativamente cerca, distribuidas entre Vinohrady y Vršovice.
Las calles más curiosas de Praga
La enciclopedia de calles tiene la doble ventaja de ser un libro de consulta, pero al mismo tiempo una valiosa obra de historia que resume, a través de sus calles, parte importante de la historia de Praga. En ese sentido, Lašťovka dice que algunos de los datos pueden sorprender no solo a los turistas sino también a la mayoría de los checos que, en su opinión, no suelen estar muy al tanto de los motivos detrás de los nombres de los espacios públicos de la ciudad. Ni siquiera los taxistas, que hace varios años cuentan con navegadores que les facilitan mucho su trabajo.
“Aquellos praguenses que pueden orientarse por el nombre de las calles, las conocen solo de nombre y, en mi opinión, no suelen pensar mucho en los motivos detrás de su nombre. Y, a menudo, ni siquiera saben cómo se llama... conocen la calle y dónde está, pero no tienen ni idea de por qué se llama así. Además, como hemos admitido en nuestros libros, muchas veces tampoco lo sabemos nosotros porque, a lo mejor, no existe ningún registro que lo explique. De hecho, nos esforzamos mucho por ampliar nuestro conocimiento y creemos que saber por qué se llaman así las calles es más importante que cambiar algunos nombres para adaptarse a cualquier situación actual porque incluso modificar aquello que suena mal no alcanza para borrarlo de la historia”.
Explica Lašťovka que de las casi ocho mil calles que hay en Praga, algunas son involuntariamente curiosas. En primer lugar da el ejemplo de una calle bastante nueva que se llama U úlů (de la colmena) y en tan solo cuatro letras incluye todas las variantes de la letra “u” que existen en checo. También menciona la calle Vidlák que refiere a un estanque de la zona aunque, al mismo tiempo, se trata de una palabra que, en checo, puede aludir a una persona de pocas luces. Es también una calle rara porque se trata de un sustantivo, a diferencia de la mayoría de las calles de Praga que suelen estar formadas por un adjetivo. Y a pesar de que la capital checa tiene muchos sitios hermosos, cuando se le pregunta cuál es su calle favorita, Lašťovka no duda en elegir una muy especial que está ubicada en una zona muy pintoresca pero, a la vez, para nada céntrica de Praga, en la que no faltan una colina, una iglesia y una serie de casas muy auténticas.
“Tal vez la calle Na Kocourkách, en Střešovice porque vivía ahí y solía llevar allí a mi hija en cochecito. Se trata de una calle muy estrecha, a pesar de que todo el mundo supone que las calles más estrechas y antiguas están en la Ciudad Vieja, pero esta calle es tan estrecha que tal vez no puedan caber dos cochecitos de bebé al mismo tiempo”.
Agrega Marek Lašťovka que, además de ser muy hermosa, esa calle condensa buena parte de su vida porque, de hecho, esa bebé que él llevaba hace muchos años en cochecito hoy creció y forma parte del equipo de autores de esta nueva enciclopedia de calles de Praga que, si bien no puede vanagloriarse de ser definitiva, viene a coronar muchos años de intenso trabajo.
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