Fallece Madeleine Albright, la emigrante checa que llegó a dirigir la diplomacia estadounidense
La secretaria de Estado del segundo mandato de Bill Clinton, Madeleine Albright, falleció a los 84 años de edad. A la República Checa no solo le unía el haber nacido en el seno de una familia judía de Praga, sino su labor en pos de la democracia en su país de origen y para que entrara en la OTAN junto con otros antiguos satélites de la Unión Soviética en cuanto surgió la oportunidad.
“La democracia es complicada y todo el mundo debe trabajar por ella. Lo que es realmente difícil es hablar con personas con las que no se está de acuerdo. Pero no para decir que no estás de acuerdo, sino para escucharle de verdad para saber qué es lo que no le gusta”.
Madeleine Albright deja un enorme legado difícil de resumir. La primera mujer en la historia de Estados Unidos en dirigir sus relaciones diplomáticas, lo hizo además, en un periodo muy particular y que a ella le afectaba de cerca. En los años 90 había un nuevo orden mundial surgido del desmantelamiento de la Unión Soviética y el fin del comunismo en sus países satélites en Europa Central, que buscaban alejarse del pasado totalitario ligado al Kremlin para retornar a la comunidad de naciones democráticas. Albright había sufrido en su propia piel de niña el totalitarismo. Nacida como Marie Jana Korbelová en el barrio de Smíchov de Praga, hija del diplomático checoslovaco Josef Korbel, la familia huyó del país ante la llegada del nazismo. En el campo de concentración de Terezín morirían 26 de sus familiares que no optaron por la emigración. Después de la Segunda Guerra Mundial, con el auge del comunismo, de nuevo al exilio, esta vez ya para siempre, para crecer en la ciudad de Denver, en el lejano Colorado.
“Es posible que quienes no hayan conocido la tiranía tengan la sensación de que el enemigo no existe. Algunos piensan que estas amenazas ya no son relevantes y ya no deben preocuparse por el destino de Europa Central tanto como sus antepasados. Nunca debemos ser autocomplacientes y hacer como si el totalitarismo ya haya quedado lejos”.
Albright y su familia conocían bien la democracia y sus valores, precisamente por haber sufrido tanto sin ellos. Dado ese bagaje, cualquiera de sus reflexiones al respecto, merecían ser escuchadas con atención.
“Con mi padre hablaba de muchas cosas, pero de una siempre me acuerdo y es que la democracia es el mejor sistema del mundo, pero debemos permanecer siempre atentos a ella y siempre cuidarla”.
Su labor política a lo largo de la vida se encaminó precisamente a la defensa a ultranza de la democracia, y finalmente tuvo la oportunidad incluso de hacerlo para la parte del mundo de la que procedía.
Michael Žantovský, antiguo embajador de la República Checa en Estados Unidos, la definió este jueves para la Radio Checa como una de los últimos representantes de la política exterior internacionalista de Estados Unidos, cuando ese país apostó por el final de la Guerra Fría y ayudó a que la democracia se abriera paso en el centro y este de Europa. Recordó que Albright fue siempre muy cercana al primer presidente checoslovaco tras la Revolución de Terciopelo, Václav Havel, del que Žantovský era uno de sus principales asesores. Para ellos, que pasaron tan repentinamente de la disidencia y la persecución a ostentar la jefatura de Estado, la ayuda de Albright fue inestimable, explicó.
“El recuerdo que tengo más vivo de ella seguramente es de las primeras semanas después de la Revolución de Terciopelo, de cómo nos ayudaba a acostumbrarnos al entorno de la oficina presidencial. Y, después, en el primer viaje de Václav Havel a Washington, también nos ayudó a acostumbrarnos al entorno de la Casa Blanca”.
Žantovský señaló que Albright, con su trasfondo familiar, padeció siempre el “síndrome de Múnich”, en referencia al acuerdo de Múnich de 1938, cuando no enfrentarse al nazismo buscando la paz solo trajo más guerra, destrucción e injusticia. Piensa Žantovský que su convicción de que el mal ha de ser confrontado, algo que compartía con Havel, fue fundamental para la participación estadounidense en los conflictos de la antigua Yugoslavia en los 90, incluidos los bombardeos sobre la Serbia de Slobodan Milošević, a menudo el capítulo más criticado de toda la trayectoria política de Albright.
Precisamente ahora, con la agresión rusa en Ucrania tan cerca de Chequia, el miedo a Putin y los malos recuerdos de cuando Praga estaba a merced de Moscú, se valora en el país más que nunca la pertenencia a la OTAN por la que tanto trabajó Albright. El primer ministro, Petr Fiala, no dejó de recordar este hecho en sus palabras de homenaje este jueves.
“Madeleine Albright es un mujer que, ahora que hablamos de refugiados, tuvo que huir dos veces de regímenes totalitarios. Es una de las grandes estadistas de todo el mundo. Sus méritos hacia la República Checa son extraordinarios y es una de las responsables de que hoy gocemos de la seguridad que nos otorga la OTAN. Por ello le profesamos una gran admiración y un profundo respeto”.
En la ceremonia de ingreso de la República Checa a la OTAN, el 12 de marzo de 1999, Albright dijo en su discurso: “Es posible que quienes no hayan conocido la tiranía tengan la sensación de que el enemigo no existe. Algunos piensan que estas amenazas ya no son relevantes y ya no deben preocuparse por el destino de Europa Central tanto como sus antepasados. Nunca debemos ser autocomplacientes y hacer como si el totalitarismo ya haya quedado lejos”.
Veintitrés años después, sus palabras adquirieron más sentido que nunca.