En 1989 los ciudadanos apaleados empezaron a retar al régimen comunista
”El espectro del comunismo termina su secular andadura por Europa con una flagrante manifestación de su carácter:golpeando a la gente en una plaza”, denunciaba a principios de 1989 en una de sus crónicas publicadas en samizdat el escritor Ludvík Vaculík. El autor disidente criticaba la brutalidad con que las fuerzas de seguridad del régimen comunista actuaron en enero de 1989 contra los manifestantes en la Plaza de Wenceslao, en Praga, durante la Semana de Jan Palach.
Veinte años después de su sacrificio, la memoria de Jan Palach movilizó contra el régimen comunista sobre todo a los jóvenes. Bajo su nombre retaron sin miedo al sistema totalitario los manifestantes que ni siquiera habían nacido cuando en la Plaza de Wenceslao ardió en 1969 la antorcha humana de Jan Palach.
Las protestas multitudinarias durante la Semana de Jan Palach sacudieron los cimientos del régimen comunista, que tenía por delante sólo unos pocos meses de vida.
La Semana de Jan Palach, entre el 15 y el 20 de enero de 1989, fue convocada por las iniciativas ciudadanas opositoras. En su víspera, Václav Havel y la portavoz de la Carta 77, Dana Němcová, recibieron cartas anónimas. Las misivas advertían de que el día del vigésimo aniversario de la autoinmolación de Jan Palach se sacrificaría en el mismo lugar otro joven.
Tras la caída del comunismo, una comisión de investigación de la Asamblea Federal concluiría que se habría tratado de una burda provocación de la policía secreta StB.
Durante la Semana de Jan Palach, todas las tardes venían al centro de Praga los ciudadanos que querían rendir homenaje a la memoria del joven que se había sacrificado hacía veinte años.Las fuerzas de seguridad utilizaron contra personas pacíficas cañones de agua, granadas con gas lacrimógeno y cachiporras. Agredían brutalmente a ancianas, madres con niños y adolescentes.
Ludvík Vaculík señalaba en su crónica, publicada poco tiempo después de los sucesos, que la gente gritaba a los policías:”!Fascistas!” y”!Gestapo!”
Los policías golpeaban y vejaban en las comisarías a los manifestantes detenidos. Se los llevaban de la capital y en las gélidas noches de enero los dejaban abandonados en lugares yermos.
En alusión a los agentes brutales y violentos, Ludvík Vaculík plantea en su crónica una pregunta provocadora:”Cuando desaparezca el actual gobierno provisional,?dónde pondremos a tantas personas defectuosas?”
El lunes 16 de enero de 1989, los representantes de las iniciativas independientes, como la Carta 77, intentaron colocar flores al pie de la estatua de San Wenceslao, en el centro de Praga como homenaje a Jan Palach. Václav Havel lo observaba desde cierta distancia porque quería informar por teléfono sobre el acto a la emisora Europa Libre.
No intervino en el forcejeo que se produjo entre los activistas opositores y la policía. Según relataría más tarde, se quedó contemplando la asombrosa reacción de los peatones. Normalmente la gente solía huir de semejantes actos. Esta vez los peatones se detenían y preguntaban a los policías: ?Por qué no les permiten colocar flores? ¿Qué hay de malo?El grupo de los ciudadanos que protestaban fue engrosando hasta convertirse en una manifestación. Llegaron cañones de agua que intentaron disolverla.
Havel contemplaba fascinado como despertaba en los ciudadanos apaleados el coraje. Se quedó en la Plaza de Wenceslao más tiempo de lo que había pensado y la policía acabó por detenerlo.
En la Semana de Jan Palach, las protestas contra el Partido Comunista de Checoslovaquia adquirieron una nueva calidad. Eran más fuertes que antes. Además, no duraron un solo día, sino toda una semana.
Una nueva faceta consistía también en la oleada de repudio que se levantó en la capital contra la brutal intervención policial. Surgió la llamada Iniciativa de trabajadores científicos:centenares de científicos de laboratorios y empresas estatales exigían la apertura de un diálogo del oficialismo con la oposición y la puesta en libertad de las personas encarceladas durante la Semana de Jan Palach.Era inédito que osaran protestar contra el régimen las personas que percibían su sueldo de las arcas estatales y que durante las dos décadas posteriores al aplastamiento de la Primavera de Praga habían callado por temor de perder su empleo.
Además, unos setecientos artistas, muchos de ellos conocidos de la televisión, firmaron una petición dirigida al primer ministro federal, Ladislav Adamec, protestando contra los desmanes policiales.
El arresto de Václav Havel durante la Semana de Jan Palach se convirtió en un revés para el régimen comunista checoslovaco. La ola de crítica que provocó en el mundo fue demoledora. Llegó a protestar incluso el escritor moscovita Julian Semyonov, que se ganó la fama internacional con su serie de espionaje “Las diecisiete estaciones de la primavera”.
Este prestigioso personaje manifestó su protesta en una conversación con el ministro checoslovaco del Interior, František Kincl. Era algo inédito.
Seis días después del arresto de Havel, destacados artistas teatrales estadounidenses organizaron en Nueva York una velada en protesta contra la brutalidad policial y el encarcelamiento de los luchadores por los derechos humanos en Checoslovaquia.
El 29 de enero de 1989 el célebre dramaturgo estadounidense, Arthur Miller, escribió para el periódico clandestino checo Lidové Noviny un artículo sobre la situación de Václav Havel, ampliamente citado por la prensa mundial.
A principios de febrero dos congresistas estadounidenses nominaron a Havel al Premio Nóbel de la Paz.
El 21 de febrero de 1989 el juzgado distrital de Praga 3 condenó a Václav Havel a nueve meses de cárcel.
Los opositores redactaron una petición en la que pedían la puesta en libertad de Václav Havel y el inicio de un diálogo entre el oficialismo y la oposición. Al pie de la misma estamparon sus firmas también personas de instituciones científicas y culturales oficiales, como el Instituto de Pronósticos Económicos. Así empezaron a forjarse lazos entre los disidentes y los intelectuales de las estructuras oficiales.
”Cuando me enteré de que actores populares de las series televisivas firmaban la petición por mi excarcelación, me di cuenta de que era el comienzo del fin del comunismo”, recordaría posteriormente Havel.
En mayo de 1989 fue puesto en libertad condicional, con un período de prueba de 18 meses.
El 29 de diciembre del mismo año, Havel fue elegido presidente de Checoslovaquia. En 1989 la historia marchó deprisa.