El Milagroso Niño Jesús de Praga
El programa está dedicado a la historia del Milagroso Niño Jesús de Praga, el más fuerte y perdurable de los vínculos que han existido y continúan existiendo entre las naciones de Chequia, España y América Latina, vínculos de los que la Redacción Iberoamericana de Radio Praga se siente orgullosa y desea seguir fomentando.
Un nebuloso día de abril del año 1927 -tal como escribieran los diarios checos de entonces- un expedicionario checo hacía una travesía por el lago Titicaca en territorio del Perú. En el barco se encontraba también un indígena en compañía de su joven esposa.
Pero la tranquilidad de la plácida travesía fue interrumpida por fuertes ráfagas de viento que encresparon el lago e hicieron que el barco empezara a dar bandazos. Entre todos los viajeros cundió el pánico, pero sólo los indígenas se dieron a la oración.
Al amanecer, cuando amainó la tormenta y los rayos del sol iluminaron el barco, el expedicionario checo les preguntó a los indígenas a qué o a quién habían implorado, y qué era lo que con tanto fervor llevaban en sus manos.
"Niño de Praga" fue la escueta respuesta, y seguidamente los indígenas mostraron al no poco sorprendido checo un multicolor cuadro repujado en cuero con la imagen del Niño Jesús de Praga.
Muchas son las leyendas procedentes de los más diversos rincones del planeta que nos hablan de los milagros del Niño Jesús de Praga: el monumento más pequeño de la capital checa por sus sólo 45 centímetros, pero el mayor de todos por sus incontables milagros. ¿Adónde trasladarnos para encontrar los orígenes de este culto que tiene por sede la praguense iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, templo donde el milagroso Niño encontrara refugio?.
Los historiadores no han logrado determinar aún con exactitud la época en que fue hecha la estatuilla de cera. El actual custodio del Niño Jesús de Praga, basándose en fuentes antiguas, nos habló de una bella leyenda acerca del surgimiento de este Jesús de los carmelitas, en los albores de la Alta Edad Media...
En las postrimerías del siglo XI y los albores del XII, la Península Ibérica era escenario de cruentos combates entre los soberanos cristianos y los moros. Por aquel entonces, en el sur de España, allá por entre las ciudades de Sevilla y Córdoba, había un monasterio que luego sería destruido por los moros. Sin embargo, a sus ruinas regresaron varios monjes. Uno de ellos, de nombre José, era conocido por la devoción que sentía por el Niño Jesús y la Sagrada Familia de Nazaret.
Una vez en que el piadoso monje José estaba trabajando en el huerto del monasterio en ruinas, se le apareció un hermoso niñito que le exhortaba a la oración. El monje se postró ante la angelical aparición y empezó a rezar el Ave María con devoción. Y cuando en medio de la oración llegó a pronunciar: "y bendito es el fruto de tu viente, Jesús", el niño le dijo: "ése soy yo", y desapareció.
Pero el recuerdo de la aparición se había grabado tan profundamente en la consciencia y el corazón del monje José, que desde entonces no escatimó esfuerzos por moldear en cera aquel rostro angelical, tal como lo había visto. Pero fueron pasando los años y José envejeciendo con ellos, sin que lograra alcanzar su tan preciado deseo, hasta que un día, ya muy anciano, nuevamente se le apareció el niñito y le dijo: "he venido para mostrarte cómo soy y que puedas concluir la escultura fiel al original".
El anciano monje se hizo con un poco de cera y sus ya temblorosas manos, como guiadas por ángeles, lograron plasmar con fidelidad la figurita del aparecido niño. Dice la leyenda que concluido el trabajo el monje José dejó el mundo de los vivos.
Hermosa leyenda, pero volvamos a los hechos históricos. La celebridad del hijo de Dios fue propagada por los carmelitas. Precisamente en el Orden del Carmen había florecido el respeto al Niño Jesús. Los méritos en la propagación del culto le corresponden a la propia Santa Teresa de Jesús, célebre religiosa y escritora española del siglo XVI, reformadora de la Orden del Carmen y fundadora de los Carmelitas Descalzos. Esta "Maestra de la Iglesia" vivió entre los años 1515 y 1582, y precisamente con este período de la historia relacionan los historiadores el surgimiento de la estatuilla.
Es cierto que la escultura no es de estilo románico ni gótico - tal como habría podido ser si hubiera sido modelada en el siglo XII, tal como reza la leyenda. El respeto a quien la escultura representa, así como el temor de que esta valiosa reliquia pueda ser dañada, no permitirán ya investigación alguna.
Pero... ¿cómo fue que la escultura vino a dar a las frías tierras checas procedente de la soleada España?.
La respuesta nos traslada al siglo XVI. Isabel Manrique de Lara, joven de la más alta nobleza española, al concluir sus estudios en un convento de carmelitas, se llevó a casa la imagen del Niño Jesús que recibiera de las monjas en reconocimiento a sus méritos.
Se dice que luego a Doña Isabel le vaticinaron que algún día una de sus nietas se llevaría al Niño Jesús a lejanas y turbulentas tierras. Pero aquel vaticinio se cumpliría ya en su propia hija.
Corre el año 1526. En una batalla librada contra los turcos en suelo húngaro, muere el soberano de Bohemia. Al trono checo sube el cuñado del difunto rey: Fernando I de Habsburgo, hijo de Juana I de Castilla, la Loca. Los reinos de España y Bohemia unen sus destinos puesto que sus soberanos son hermanos.
Con el Reino de Bohemia, los Habsburgo se hacen con un territorio extraordinariamente rico, pero turbulento. Ya desde los tiempos del reformador religioso checo Juan Hus, los territorios de la corona checa eran considerados fuente de herejías, en los que la reforma había encontrado terreno fértil.
Vratislao de Pernestán, noble checo, originalmente había sido partidario de los protestantes bohemios, pero los diversos viajes que hiciera a España desde muy joven, le habían convencido de que a los intereses de la corona checa resultaría más favorable la unión con los Habsburgo y con la religión católica defendida por ellos.
Ya a mediados del siglo XVI se había puesto de moda entre las familias católicas de la aristocracia checa relacionarse con la más alta nobleza española. Las jóvenes comprometidas en matrimonio viajaban entonces en ambas direcciones -del Reino de Bohemia al de España y viceversa- en función de las familias reinantes.
Una de aquellas jóvenes que tras contraer nupcias con nobles checos viajaron hacia el Reino de Bohemia fue Doña María Manrique de Lara, quien a su nueva patria trajo consigo en 1556, además de una firma fe, una valiosa reliquia familiar: la estatuilla del Niño Jesús que su madre Isabel le había regalado el día de su boda con el noble checo Vratislao de Pernestán.
Siguiendo la tradición familiar, treinta años después María Manrique de Lara regaló la reliquia a su hija mayor, Polyxena, al casarse ésta con Zden³k Vojt³ch Popel de Lobkovic, canciller checo y representante de la nobleza católica checa.
Fue Polyxena de Lobkowitz la que con motivo de la coronación de Fernando II de Habsburgo pronunciara las profésticas palabras acerca del inminente enfrentamiento entre católicos y protestantes, que provocaran tanta indignación, pero que serían corroboradas por la historia.
En el Reino de Bohemia no hay libertad de culto; sólo hay una confesión permita: la católica. Los protestantes realizan la Segunda Defenestración de Praga: los nobles Slavata y Martinic, y el escribano Fabricio, son lanzados por una de las ventanas de cancillería del Castillo de Praga.
A los defenestrados heridos les brinda protección y asilo Polyxena de Lobkovic en su palacio, ubicado en el recinto amurallado del Castillo de Praga. Y como el acontecimiento terminó sin peªdidas humanas, la leyenda relacionó el hecho con la ayuda milagrosa del Niño Jesús de Praga que Doña Polyxena tenía en su palacio.
Sin embargo, nadie podía presentir entonces la nefasta influencia que en los destinos de Bohemia y de toda Europa tendría aquella defenestración praguense de 1618.
Estalla la Guerra de los Treinta Años, originalmente una lucha entre protestantes y católicos que luego se convirtió en una contienda entre la Casa de Austria y la de Borbón por la hegemonía en el continente europeo.
En plena guerra, en 1620 tiene lugar la Batalla de la Montaña Blanca, en la que los protestantes bohemios son derrotados por las tropas del emperador Fernando II de Habsburgo.
Pero ya antes de aquella batalla se sabía de la existencia del fraile carmelita Dominik por haber vaticinado la victoria del catolicismo. Como muestra de agradecimiento por su victoria en la Batalla de la Montaña Blanca, el emperador Fernando II entrega a la Orden del Carmen el mayor templo protestante de la Praga de entonces: la iglesia de la Santísima Trinidad, que había sido construida en la Ciudad Pequeña de Praga por luteranos alemanes entre 1611 y 1613.
En el año 1628 el convento de los carmelitas descalzos adjunto a la iglesia -que al pasar a manos de los católicos había sido consagrada a Nuestra Señora de la Victoria- fue visitado por Doña Polyxena, que ya viuda, se disponía a abandonar Praga.
Doña Polyxena pone en las manos de su único hijo los bienes de la familia, y sin hijas con las que continuar la tradición familiar de donar la estatuilla del Niño Jesús a la mayor el día de la boda, donó la escultura a los carmelitas de Nuestra Señora de la Victoria sita en la Ciudad Pequeña Praguense.
Y si bien a partir de ese momento comenzaron los milagros del Niño en bien de sus carmelitas descalzos y de su convento, aquellos días felices no durarían mucho tiempo. Es que Europa estaba sumida en la Guerra de los Treinta Años, de la que tampoco el praguense convento de carmelitas saldría ileso.
Praga fue invadida por los sajones en 1631, la iglesia y el convento de la Orden del Carmen fueron arruinadas, y la estatuilla del Niño Jesús como si desapareciera de la faz de la tierra.
Los monjes carmelitas que en aquel entonces no murieron, tuvieron que optar por el exilio.
Concluida la guerra, al convento de carmelitas de la Ciudad Pequeña de Praga regresaron muchos de sus antiguos monjes, y entre ellos el padre Cirilo, ferviente devoto del Niño Jesús de Praga, quien tras encontrar la escultura muy dañada y sin sus manitas entre las ruinas de la iglesia, recauda fondos para la restauración de la misma.
Desde que el Niño Jesús de Praga fuera coronado el 4 de abril de 1655 y colocado en un altar de oro y plata, en la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, no ha dejado de hacer milagros. Y también desde entonces sigue cautivando a todos con su dulce sonrisa.
La iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, con el milagroso Niño Jesús de Praga, se encuentra en la Ciudad Pequeña, uno de los barrios capitalinos más pintorescos y antiguos. El templo fue el primer edificio barroco de Praga, hecho por los luteranos entre 1611 y 1613, aunque su aspecto actual data de 1640, de cuando fuera adpatado por la Orden del Carmen.
De la fantástica decoración interior de la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria cabe destacar también los cuadros de los altares, del famoso pintor del barroco checo, Petr Brandl.
Y como no, lo más grande y hermoso de la capital checa: la estatuilla del milagroso Niño Jesús de Praga.