El consumo de caracoles revive en Chequia
Los paladares checos están volviendo poco a poco a apreciar las propiedades gastronómicas del caracol. Su demanda sigue subiendo y el número de granjas dedicadas a la cría de estos gasterópodos se ha multiplicado en los últimos años. Además de su carne se aprovechan sus huevos para la fabricación de caviar y sus secreciones para la industria cosmética.
Tras un periodo de varias décadas desterrados de las cocinas checas, los caracoles están volviendo a ser apreciados de nuevo, como pone en evidencia el número de granjas especializadas, que ha pasado en los últimos años de apenas un puñado a varias decenas. El kilo de caracoles, es decir, unos 350 ejemplares, sale actualmente por 26 euros.
Uno de los criadores de mayor éxito es Tomáš Pavíza, que comenzó hace tres años con 2.000 caracoles africanos hélix aspersa, valorados por su rápido crecimiento, y ahora alberga en sus instalaciones a más de un millón. Una vez dejados en ayunas y hervidos durante seis horas su carne está lista para la elaboración de diversos productos, comenta.“Fabricamos varios tipos de patés, y carne hervida en caldo de verduras o de ternera. Pero el producto más conocido son los caracoles a la borgoñona. Se trata de carne de caracol cocida en caldo, devuelta a su concha y sellada con mantequilla de hierbas”.
Pero el mayor aliciente es sin embargo el consumo interno, que se refleja especialmente en la demanda de hoteles y restaurantes. La criadora Barbora Jurková se inició en el negocio hace un par de años, cuando compró a sus hijos dos caracoles africanos, y actualmente apenas da abasto para cumplir sus pedidos.
“El interés no deja de crecer. Nuestro lema es ‘enseñamos a los checos a comer caracoles’. De momento proveemos caracoles a entre 10 y 15 restaurantes de toda la República Checa. Participamos en acontecimientos gastronómicos de todo el país y así los restaurantes nos conocen, a veces nos contactan ellos, otras vamos nosotros con nuestro producto”.Además de su interés gastronómico, los caracoles son también atractivos para la industria cosmética, que utiliza sus secreciones, especialmente la espuma que producen cuando están irritados, para incrementar la tersura de la piel y combatir las arrugas.