El Camino de Santiago - un encuentro diferente con España
"Entre visitar España y visitar España hay una gran diferencia. Uno viaja a España para disfrutar del mar o para ver los monumentos históricos. Y habitualmente viene en coche, autobús, tren o en avión. Pero cuando se camina a pie, metro tras metro por las montañas y por los valles uno ve el país con otros ojos, aspira su atmósfera, conoce la verdadera España", opina Jana, una joven checa, que peregrinó por el Camino de Santiago. Ella y su amigo Tomás compartirán con nosotros en esta "A toda marcha" sus experiencias de ese encuentro un poco diferente con el país en la Península Ibérica.
Santiago de Compostela, en Galicia, es después de Roma y Jerusalén, el lugar de peregrinación católico más importante. ¿Qué lleva a uno a renunciar a las comodidades de la época moderna y recorrer a pie cientos de kilómetros? Nos lo cuenta Tomás.
"Mi padre es profesor de español, así que siempre he tenido una relación hacia esa cultura, también empecé a estudiar el idioma un poco. Siempre me ha gustado viajar, visité España ya antes, la parte central, el este, el sur - Andalucía. El Camino de Santiago que pasa a través del norte me atraía. Llamé a un amigo y éste me dijo inmediatamente al teléfono - ¡Vamos!".
Jana no tiene padres que sepan o enseñen español pero desde hace mucho tiempo sentía el anhelo de realizar un camino largo a pie. Después, un día, se encontró con un antiguo compañero de estudios que era agustiniano. Este la llevó a la parroquia de Santo Tomás en el barrio de Malá Strana en Praga y allí le preguntaron de repente: ¿No quisieras venir con nosotros a Compostela?
"Y yo contesté espontáneamente - sí - sin pensar en que caminaremos unos 320 kilómetros, lo que no he hecho nunca. Pero sabía que era correcto. A mis padres se los dije quince días antes de salir. Me decían que estaba loca y que no lo sobreviviría. No soy ninguna atleta", cuenta Jana.
La peregrinación se realiza con un propósito espiritual, dice Tomás: "El mío fue ir por mi país, por mis prójimos, y con ello se abrió ante mí mi vida".
"Como dejo dicho Tomá, llevé conmigo a mis prójimos, amigos, algunos me dieron cartas que entregué posteriormente en la catedral de Santiago para que se cumplieran sus deseos", explica Jana.
Desde Praga Tomás y su amigo viajaron en tren a la ciudad de St.-Jean Pied-de-Port al pie de los Pirineos. Cruzaron la montaña recorriendo 120 kilómetros hasta Logroño, de allí a León se trasladaron en autobús, y el resto - los 350 kilómetros hasta Santiago, lo recorrieron otra vez a pie. Quince días caminando bajo el pleno sol de agosto.
Jana y sus compañeros llegaron de Praga a León en auto. Después siguieron 9 días de marcha hasta Santiago. De los 12 participantes sólo dos recorrieron a pie todo el trecho.
El Camino de Santiago está lleno de encuentros, apuntan Jana y Tomás.
"Encontrábamos sólo a extranjeros, comunicarse con ellos en una lengua extranjera resultaba bastante difícil. Yo casi no hablo español, probaba el inglés y cuando tampoco ello funcionaba, cantábamos canciones checas para mostrar que por lo menos sabíamos cantar. Me acuerdo del encuentro con un grupo de peregrinos americanos de origen irlandés. Los acompañaba un sacerdote. Estábamos bajo una colina escarpada, exhaustos, con mochilas pesadas en la espalda, y ese sacerdote me contó que había leído una novela del escritor checo Milan Kundera y que éste dice que las dificultades son un fenómeno que tiene tanto la cara mala como la buena. Me ayudó mucho en ese momento", subraya Tomás.
¿Y qué recuerda Jana?
"Los encuentros interesantes han sido muchos. El último día, antes de llegar a Santiago, vi a una anciana con un bastón. Caminamos juntas unos tres kilómetros. Se llamaba Elisabeth, tenía 73 años y peregrinaba sola. Admiré mucho su coraje".
Al final de su peregrinación esperaba a Jana y Tomás un profundo cansancio, pero también la sensación de haber logrado superarse.
"En el camino cuando la gente nos ofrecía una tortilla o sólo se paraba y nos llamaba - ¡Peregrinos, peregrinos!, eso era cordial y sincero. Y en ese momento uno siente como si aquellos españoles lo reconocieran como suyo. Es un encuentro diferente con España", concluye Jana.