Cuidadores checos ayudaron a salvar el pony de los Cárpatos
El pony de los Cárpatos, o caballo hutsul, es una especie de equinos de pequeño tamaño propia de Europa Central y Oriental. Utilizado en otro tiempo por el Ejército Austrohúngaro por su gran fuerza y resistencia, durante el siglo XX estuvo a punto de desaparecer. El empeño de criadores checos ha hecho mucho por evitar que eso sucediera.
De tamaño pequeño para un caballo, algo más grande que un pony clásico, el hutsul se distingue por su robustez, resistencia y carácter tranquilo. Su nombre se debe al pequeño grupo étnico que aún hoy habita sobre todo en el sur de Ucrania, los hutsules. Pero estos ponis, descendientes de los tarpanes salvajes, especie ya extinta, ya corrían por los Cárpatos mucho antes de que allí se establecieran los hutsules.
El Ejército Austriaco planificó la cría de estos caballos a finales del siglo XVIII por las prestaciones que ofrecía para su uso militar. Sin embargo, otras razas se impusieron décadas más tarde, lo que significó el final de su momento de gran esplendor. En la segunda mitad del siglo XX los ponis de los Cárpatos se encontraban al borde de la extinción, y si no lo hicieron fue gracias a los esfuerzos de amantes de esta especie como Leander Leiský, director del Club Hucul, situado en el centro de equitación Zmrzlík, cerca de Praga. Su actividad por estos animales comenzó hace casi 40 años, cuenta Leiský.“Hace 38 años que tomamos la decisión de trabajar para que no desaparezca esta especie. En aquella época quedaban poquísimos ejemplares en todo el mundo, apenas 300”.
Hoy día son cinco veces más, unos 1.500 que se reparten por países como Eslovaquia, Ucrania, Polonia, Rumanía y Hungría, pero sobre todo es en la República Checa donde más se han criado. Solo el Club Hucul tiene 40 ponis de los Cárpatos purasangres. En todo el país viven unos 150 sementales que mantienen una población estable, como dice Ivan Karbusický, presidente de la Asociación de Cuidadores de Caballos de los Cárpatos.“Su número en República Checa es ahora bastante estable, ya no cae. Hay como seis o siete grandes cuidadores con muchos caballos, y otros muchos pequeños que tienen solo uno, o como mucho dos”.
Tantos caballos no salen gratis a sus cuidadores desde luego. Los grandes criadores dependen en gran parte de donaciones y ayudas. Por ejemplo el Ayuntamiento de Praga dio el año pasado 40.000 euros al Club Hucul. Su director, Leander Leiský, opina que esa suma no es ni la tercera parte de lo que necesita su centro, según cuenta.“En el momento actual hacemos lo que podemos con un presupuesto alrededor de los 80.000 euros, pero estimamos que lo que necesitaríamos son más bien 140.000”.
Como las aportaciones públicas y privadas no son suficientes los caballos tienen también que “trabajar” para subsistir. Participan en campamentos, son arrendados para paseos o, gracias a su fuerza física, ayudan en tareas forestales, como la retirada de árboles caídos.Otra de las ocupaciones de estos caballos es la conocida como hipoterapia, que ayuda al desarrollo psíquico y emocional de menores con problemas mentales. Kateřina Kaufmanová, madre de una niña con parálisis cerebral, está muy contenta de haber descubierto este tratamiento que realizan con los caballos de los Cárpatos.
“Mi hija sufre de parálisis cerebral desde su nacimiento, así que para ella hemos buscado todos los tipos posibles de terapia. Especialmente aquellos que le resultaran más atractivos, porque los ejercicios tradicionales son bastante aburridos”.Para Lenka Sobotková, hipoterapeuta que realiza este tratamiento con niños, la raza hutsul es ideal para ello, dice.
“Este caballo tiene muy buen carácter, es amigable y tranquilo. Esto quiere decir que, por ejemplo, si la niña se enfada y grita al caballo porque algo no le gusta, a él no le importa. La verdad es que aguanta lo que sea”.
Si iniciativas como esta se afianzan, puede que el futuro de los ponis de los Cárpatos resulte cada vez más sencillo.