Científicos checos estudian el impacto de los cambios climáticos globales

Al turista que llega al centro de montaña Cruz Blanca en la sierra de Beskydy, en el extremo más oriental de la República Checa, no le pueden pasar desapercibidos dos espaciosos edificios de cristal que se ocultan en los bosques aledaños. En los pabellones que se parecen a los misteriosos laboratorios de las películas de ciencia-ficción, los investigadores del Instituto de Ecología del Paisaje de la metrópoli morava Brno realizan experimentos encaminados a salvar la riqueza forestal de nuestro planeta.

Los pabellones de cristal del centro científico de la Cruz Blanca, ubicado a 900 metros sobre el nivel del mar, están llenos de árboles que viven en el futuro y respiran el aire que los hombres respirarán en el año 2045.

"El proyecto "Atmósfera 2045"empezó en 1997. Es un proyecto auspiciado por la Unión Europea que estudia el impacto en los bosques de los cambios climáticos globales, concretamente el incremento de la concentración de dióxido de carbono," explica el Profesor Michal Marek del Instituto de Ecología del Paisaje de Brno.

En el marco del proyecto, los científicos suministran a los árboles tal cantidad de dióxido de carbono que se estima que vaya a contener el clima de la Tierra en el año 2045.

El profesor Michal Marek de la Academia de Ciencias Checa, enfatiza que los científicos europeos han incorporado este experimento en sus investigaciones del futuro y el mismo es financiado con recursos de la Unión Europea.

A través del experimento en los laboratorios de la Cruz Blanca, en la boscosa sierra de Beskydy, los científicos quieren verificar si los bosques de montaña serán capaces en la segunda mitad del siglo XXI sobrevivir a los cambios climáticos globales, incluído el calentamiento global, causado por el efecto invernadero.

El profesor Michal Marek explica que en la atmósfera viene aumentando la concentración de dióxido de carbono. En el centro de la Cruz Blanca investigan si tal atmósfera perjudica los bosques o si, por el contrario, estimula el crecimiento de los árboles.

Ya que los expertos indican que se cumplirá más bien la segunda variante, consideran que en el futuro será posible aprovechar los bosques como una especie de grandes depuradores de dióxido de carbono, y así atenuar el efecto invernadero.

Los bosques ocupan grandes superficies y son longevos. Pueden funcionar entonces como bombas que extraen el carbono de la atmósfera. El carbono se depositará a través de la fotosíntesis en los árboles y en el suelo forestal y a la atmósfera regresará solamente el oxígeno. Las mediciones llevadas a cabo hasta el momento han demostrado que una hectárea de bosque absorbe en un año diez toneladas de carbono.

Los resultados de los experimentos llevados a cabo en el centro de Cruz Blanca ayudarán a los científicos también ejercer presión sobre los políticos y las multinacionales que talan bosques de gran envergadura.

Cuando se sepa qué ingentes cantidades de dióxido de carbono absorben los árboles y cómo saben defenderse ante la contaminación, los políticos estarán seguramente más interesados en gestionar mejor la riqueza forestal del planeta, y especialmente la de las selvas pluviosas,opinan los científicos del centro científico Cruz Blanca, en la sierra de Beskydy.