Científico checo posee la mayor colección mundial de grabados de terremotos

Todos los días se registran en la Tierra pequeños temblores y terremotos de cierta magnitud. Para saber más sobre los terremotos la sismología estudia hoy minuciosamente los archivos. El estudio de los procesos geológicos, incluídos los terremotos y la actividad vulcánica, requiere observaciones prolongadas. Por eso forma parte del archivo del Instituto de Geofísica, de Praga, también una colección de imágenes históricas de terremotos, reunida por el sismólogo Jan Kozák.

La colección de grabados en madera, cobre y acero, reunida por Jan Kozák, cuenta con 1370 láminas. Es la mayor colección de su género en el mundo y entre los geofísicos goza de enorme reputación. El interés de los sismólogos italianos y suizos dio origen a la publicación de dos libros con reproducciones de láminas de la colección de Jan Kozák.

Una subvención de la Comisión Fulbright para la República Checa ha hecho posible exhibir toda la colección en la página web de la Universidad de California.

Las láminas más antiguas de la colección de Jan Kozák son representaciones alegóricas de los terremotos como manifestaciones de la ira divina y del castigo por actos pecaminosos.

El grabado más antiguo de la colección- la fuga de Lot y de su mujer de Sodoma-, procede de la Crónica Mundial(Weltchronik) de Hartman Schedelius, publicada en 1493 en Nuremberg. La destrucción de la legendaria ciudad se debió probablemente a un terremoto.

Así, los primeros grabados con representaciones de terremotos aparecen en los libros a finales del siglo 15. En la siguiente centuria eran utilizados como ilustraciones de libros religiosos. El editor checo Melantrich adquirió en Nuremberg los respectivos clisés de madera y decoró con las catastróficas escenas de terremotos su Biblia Checa.

En la colección de Jan Kozák los más numerosos son los grabados del terremoto de Lisboa que tuvo lugar en 1755, y del seísmo de Calabria, de 1783. Cada uno de los seísmos está representado en la colección en un centenar de láminas.

El terremoto de Lisboa, de 1755, fue el más devastador en la historia de Europa. Sus repercusiones se dejaron sentir incluso en el territorio checo. En la ciudad de Teplice cesaron de brotar de repente los manatiales medicinales. Un sacerdote que presenció el fenómeno exhortó a los vecinos a caer de rodillas y rezar.

Pasaron decenas de minutos hasta que los manaciales volvieran a brotar. Curiosamente, su caudal se triplicó. El suceso se interpretó como un milagro. Tan sólo quince días después llegaron a Teplice noticias que en otros puntos de Europa ocurrieron semejantes fenónemos, provocados por el terremoto de Lisboa.

La catástrofe de Lisboa dio inicio al enfoque científico de los terremotos. Algunas casas reales europeas enviaron a la capital portuguesa equipos científicos que estudiaron in situ el cataclismo.

El Instituto de Geofísica de la Academia Checa de Ciencias posee una larga tradición en el estudio de los registros históricos de terremotos. El destacado sismólogo Vít Kárník recogió con sus colaboradores en las vetustas crónicas todas las referencias a terremotos en el territorio de Checoslovaquia. El primer registro se refiere a un seísmo del año 460 de nuestra era.

La colección de grabados de terremotos, reunida por el geofísico Jan Kozák, permite, a su vez, establecer la intensidad de los seísmos de las pasadas centurias y prevenir así los daños futuros.