Alma Guillermoprieto, la bailarina que triunfó en periodismo
Tras un promisorio debut en la danza, la mexicana Alma Guillermoprieto empezó a vincularse casi sin darse cuenta al periodismo. Más de cuarenta años despúes, luego de forjar una prestigiosa trayectoria en los medios de comunicación, llegó a la capital checa para participar del Festival de Escritores de Praga.
Nació en México donde estudió danza y llegó a pertenecer el Ballet Nacional de su país. Pero el movimiento la llevó aun más lejos: de adolescente su madre quiso que fuera a Nueva York para tomar clases con la legendaria maestra Martha Graham y luego con el gran bailarín Merce Cunningham, quienes la convirtieron en una bailarina profesional. Sin embargo, en un momento decidió dejar el baile al pensar que nunca alcanzaría el virtuosismo técnico. De ahí en más comenzaría una exitosa carrera en el periodismo, aunque tardó bastante tiempo en entenderlo.
“El periodismo es algo que aparece o la reportería es algo que te aparece, te descubres de repente tremendamente curiosa por el mundo y te montas en ese tren de la curiosidad y no te bajas nunca, yo creo que esa fue la motivación principal y yo nunca había sentido esa curiosidad pero cuando se me despertó fue inacabable”.
Cuenta Alma Guillermoprieto que esa primera curiosidad sucedió al aterrizar en Nicaragua en medio de la insurrección sandinista. Ella se prometió a sí misma que iba contar todo eso que estaba pasando. Se acordó de un amigo de la familia que tenía un medio en Inglaterra y había insistido mucho en que ella se dedicara al periodismo.Es por eso que solo tuvo que ofrecerse y hoy agradece especialmente esa manera de ser tan ferviente de los nicaragüenses que dio el puntapié inicial.
“No me cansaba yo de mirar, eso fue y pasó mucho tiempo antes de que yo dijera soy reportera porque yo simplemente iba ensartando las cuentas es un collar: como es esto, como es esto, como es esto”.
Pero además de la curiosidad, en ese fragor de su trabajo como periodista Alma Guillermoprieto parecía retomar algo de su pasado como bailarina. Como si a pesar de sus obvias diferencias existiera, en algún punto, una línea de continuidad. Y eso tenía que ver con el sacrificio: si bien pasaba de tener una vida totalmente controlada a otra totalmente impredecible, había algo similar en el esfuerzo constante que, tal como cuenta, provocó que no dejara de agarrarse ninguna infección intestinal.
“Y siempre digo que yo creo que seguí en esto, aparte de la curiosidad, porque yo extrañaba de mis años en la danza, bueno, extrañé todo y, hasta la fecha, creo que extraño todo: el olor a sudor, el esfuerzo, la exigencia, el perfeccionismo. Y el periodismo fue lo único que no me aburrió y que me exigió casi lo mismo. No igual pero casi lo mismo, sí, eso me permitía sentirme más plena, que me ocupara no cada minuto de mi vida como con la danza pero sí cada hora de mi vida”.
Guillermoprieto explica que empezó a ser conciente de que era periodista recién cuando promediaba la mitad de su carrera a tal punto que siempre se quedaba pensando qué poner en los papeles de la aduana. No sentía que ser periodista la caracterizara y muchas veces puso que era intérprete.
Sin embargo los reconocimientos no tardaron en llegar: pronto empezó a escribir en los medios más importantes del mundo. En abril de 1995, Gabriel García Márquez la invitó a participar en el taller inaugural de la “Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano” en Cartagena de Indias, Colombia.Desde entonces, ha dado numerosos talleres para jóvenes periodistas en todo el continente. Y en 2018 fue galardonada con el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. En todo ese tiempo fue puliendo un estilo de escritura que mezcla la creatividad con lo contundente.
“Eso también porque empecé a trabajar en periódicos y específicamente en The Guardian que era despiadado. Yo escribía siempre una introducción como de siete, ocho párrafos. Algo como que la tarde se veía dorada en el horizonte cuando vi llegar un anciano cargando el peso de una mochila y en el Guardian agarraban unas tijeras, era la época de las tijeras, quitaban esos ocho párrafos tranquilamente, los tiraban a la basura y publicaban la información concreta del día”.
Claro que tardó mucho en darse cuenta porque ella estaba en Nicaragua y, por supuesto, no había internet.
Pero aun hoy agaradece esa escuela del periodismo en inglés que también la llevó a trabajar para otro medio muy prestigioso como el New Yorker. Eso la hace sentir heredera de una tradición literaria de buena escritura que tuvo lugar desde la posguerra hasta la llegada de internet.
Y que fue distinta de la tradición periodística en América Latina que, a su entender, nace a partir de una cuyuntura de Independencia. Eso significa que el de Latinoamérica surgió como un periodismo de combate, un periodismo hecho para tomar partido, lo cual puede degenerar, en su opinión, en periodismo de un partido o de un político en particular, lo cual es todavía peor porque condiciona.
Sin embargo, Guillermoprieto reconoce que, en los 90, despúes de las dictaduras, hubo una transición de ese periodismo partidario a un periodismo que intentaba ser imparcial o, por lo menos, equitativo, basado más en la información.
Justamente eso es lo que promueve ella en cada uno de sus trabajos donde investiga, por ejemplo, los femicidios en Ciudad Juárez o los crímenes del narcotráfico en Sinaloa. Un trabajo exhaustivo que no se suelen tomar, por ejemplo, las series de televisión.
“Justamente hoy del aeropuerto para acá unos colegas egipcios me decían oh narcos, qué maravilla. Y a mí esas cosas me parecen vomitivas porque son la ficción total. Y esto mismo lo acabo de escribir en algún lado, esta cosa de llamar a uno de los rufianes asesinos de mujeres más espantoso El Señor de los cielos, es un nombre que le puso algún lambiscón obviamente porque el tipo tenía tres avioncetes con los que traficaba, El Señor de los cielos. Y me parece que las series hacen lo mismo: me invitaron a participar como escritora o asesora en algunas y dije que no: es asqueroso lo que hacen con la glamorización”.
Alma Guillermoprieto asegura que esos son temas difíciles de llevar a la ficción porque lo que hacen es suavizar algo sórdido y esa sordidez no es fácil de transmitir. Aunque enseguida reconoce que a Dostoyevski no le salía nada mal, por cierto, y es difícil estar a la altura de eso.
Tal vez ese sea el gran objetivo de esta prestigiosa periodista con rigor de bailarina profesional.