A flor de piel
Con una destacada trayectoria en estudios checos y alemanes, Iva Škrbelová es una talentosa tatuadora que suele crear sus propios diseños y ya perdió la cuenta de los tatuajes que lleva realizados. En esta entrevista nos cuenta cómo ve la sociedad checa los tatuajes, cuáles son los lugares más dolorosos del cuerpo y si son los hombres o las mujeres quienes resisten más el dolor.
Nació en la ciudad de Krnov y, aunque también estudió animación, ya en la escuela secundaria decidió que se dedicaría a los tatuajes. Hoy Iva Škrbelová logró consolidar una importante trayectoria no solo en los principales estudios de tatuaje de República Checa sino también de Alemania. Asegura que hace un tiempo perdió la cuenta no solo de los tatuajes que hizo sino también de los que lleva en su propio cuerpo. Sin embargo, lamenta que en Chequia todavía haya gente que no los acepta.
“Aun hoy mucha gente mayor no ve bien que alguien esté tatuado, incluso en el ámbito laboral consideran que alguien que lleva tatuajes solo puede ser un criminal o una mala persona, incluso muchos piensan que los que se tatúan tienen algún problema o directamente están locos”.
De todas formas, afirma que la situación está cambiando y, en su opinión, es algo generacional que depende mucho de la edad porque, desde hace algunos años, también ve muchos médicos o policías que tienen tatuajes. Sin embargo, no deja de sorprenderla que aun hoy existan algunas empresas que no los permiten.
“Todavía existen trabajos que los prohíben: yo sé gracias a una amiga muy cercana que, por ejemplo, algunas aerolíneas no les permiten a las azafatas tener tatuajes”.
Škrbelová dice que, en los últimos años, hubo también un crecimiento exponencial de tatuadores que, con muy pocos elementos, empezaron a trabajar de manera independiente en su casa. Uno de los diferenciales de su trabajo es que ella muchas veces se encarga de hacer diseños personalizados de tatuajes pero reconoce que tampoco le molesta tatuar motivos que algunas personas obtienen de internet, incluso los que se repiten con demasiada frecuencia.
“De internet, mucha gente quiere tatuarse símbolos del infinito, es algo muy común, sobre todo la gente que no tiene tatuajes y quiere empezar con algo pequeño suele pedirlos. Pero cuando creo mi propio diseño es solo para una persona, nunca copio mi trabajo para otra persona”.
En el caso de los diseños personales, a veces los clientes tienen alguna idea más o menos clara y le explican lo que les gustaría tatuarse. Por ejemplo, le piden una rosa y ella prepara algún motivo con su propio estilo, esa es justamente la modalidad de trabajo que más le gusta hacer. Por supuesto, se supone que los clientes conocen y les gusta no sólo su manera de trabajar sino también su estilo.
“Mi estilo es de la vieja escuela de tatuajes: líneas simples, gruesas, colores simples, sombreados, todos rasgos típicos de la vieja escuela”.
En cuanto al dolor, aunque algunos traten de negarlo o les parezca un tema tabú, Škrbelová asegura que muchas veces tatuarse puede implicar cierto sufrimiento. Afirma que hay partes del cuerpo que duelen mucho más que otras: las costillas, las axilas, las rodillas y las palmas de las manos. Por otro lado, tiene la sensación de que las mujeres son bastante más resistentes que los varones.
“Necesito que la gente se relaje y es muy difícil relajarse cuando estás bajo el efecto del dolor. Recuerdo que una vez tatué a un muchacho parecido a Rambo y quería un tatuaje grande que abarcaba todo su pecho, parte de la axila y las costillas. En media hora estaba temblando tanto de dolor que me era imposible hacer líneas rectas, así que fue muy duro tanto para él como para mí”.
Recuerda que, en la primera sesión, apenas pudieron hacer el delineado y decidieron que, en el segundo encuentro, agregarían color. Sin embargo, el hombre nunca más apareció. Lo notable es que, antes de empezar, ella le avisó que sería un tatuaje doloroso y él le respondió que no sabía lo que era el dolor. Agrega Škrbelová que, en algunos casos, las personas suelen tomar algún calmante pero ella recomienda respirar hondo y concentrarse en la respiración. Y aunque algunos tatuadores usan cremas anestésicas ella aclara que prefiere evitarlas porque hace que el comportamiento de la piel sea distinto, como si quedara más rígida y, además, debido a los químicos que tienen nunca se sabe cómo afectan el proceso de curación del tatuaje. Lo cierto es que, durante los años que lleva como tatuadora, Škrbelová acumuló muchas anécdotas curiosas.
“Un chico vino a uno de los estudios donde trabajé para tatuarse el nombre de su novia en el pecho y cuando yo le pregunté si realmente quería hacerlo me aseguró que sí porque la amaba y, cuando se sacó la remera, vi que tenía en el pecho otro nombre. Le pregunté qué era y me dijo que no importaba porque iba a taparlo, y entonces supe que era el nombre de la ex, eso fue bastante gracioso”.
A pesar de la experiencia que tiene, Škrbelová dice que hay algo que aún la pone bastante nerviosa: los tatuajes en los rostros. Porque es lo primero que se ve de una persona. Además, en esas zonas la piel es distinta por lo que siempre implica para ella un gran desafío. Por otro lado, explica Škrbelová que la de los tatuadores, como muchas otras actividades, se vio muy perjudicada con el tema de la pandemia y por eso espera que la situación mejore cuanto antes para poder realizar todo lo que desea: colaborar con otros artistas, visitar estudios de tatuaje en Japón y, sobre todo, viajar mucho para volver con nuevos tatuajes y seguir perdiendo la cuenta de todos los que lleva.